viernes, 21 de diciembre de 2007
Feliz Navidad
martes, 18 de diciembre de 2007
No soy moderno
Niñocactus
martes, 4 de diciembre de 2007
Viajes Pendientes
Sin título
Al caer cada noche, a esa hora en que las estrellas menos tímidas coquetean con los últimos rayos de sol, ella bailaba frente a los escaparates de unos grandes almacenes. Aprovechaba el reflejo que el cristal le regalaba para observarse y disfrutar de la belleza que su cuerpo creaba.
Bailaba con toda su alma y con cada rincón de su cuerpo. Desde sus pies hasta sus párpados. Todo en ella servía para tejer su danza.
Nunca utilizaba música, sólo la que sonaba en su cabeza. Una melodía invisible para todos menos para ella. Quizás por eso nadie se paraba nunca a verla.
Dentro, los maniquíes, dejaban caer las lágrimas.
lunes, 3 de diciembre de 2007
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Pepita
A sus setenta y siete años lo único que mantenía a Pepita atada a este mundo era espiar a sus vecinos.
Pepita era una mujer menuda, empequeñecida aún más por el peso de más de tres cuartos de siglo. Nunca había tenido hijos y hacía ya siete años que sus negras ropas delataban su viudedad. Desde entonces su único interés en la vida era comentar con las vecinas los cotilleos que ocurrían en el edificio.
Se aplicaba a esta afición con pasión. En una misma tarde podía comentar con una vecina que la hija del matrimonio del 1º se había colado, a hurtadillas, en casa de los Fernández, justo el fin de semana en que éstos habían dejado solo a su hijo. Con la estudiante que vivía de alquiler en el 3º B que Mauricio Martinez, el raro transportista, había tendido una semana atrás un tanga rosa en su balcón y con la limpiadora del 2º, que los recién casados del ático no parecían llevarse del todo bien.
Cotillear era lo único que mantenía a Pepita con ganas de vivir.
Dedicaba todo el día a observar a sus vecinos y por eso conocía, al dedillo, la vida de todos ellos. Lo sabía todo excepto una cosa. Había un enigma que aún no había conseguido descifrar: las misteriosas reuniones que a principios de cada mes se realizaban en la portería. Se producían siempre en la oscuridad, después de la media noche, y a ellas acudían, uno tras otro, todos los vecinos del edificio. Todos menos ella, que nunca había sido invitada.
Había un motivo por el que Pepita no era convocada. Cuando se juntaban en esas asambleas clandestinas los vecinos del inmueble decidían si Mauricio dejaría un nuevo tanga en el tendedero, si los recién casados serían más cariñosos entre sí y todos los nuevos chismes que durante ese mes representarían ante Pepita para mantenerla aferrada a la vida.
martes, 13 de noviembre de 2007
Cambio de eternidad
Niñocactus
miércoles, 7 de noviembre de 2007
La sombra de Zacarías
Cuando Zacarías descubrió que su sombra ya no le seguía ya era demasiado tarde. No se veía ni rastro de ella. Se quedó embobado unos cinco minutos, mirando al suelo asombrado. La verdad es que no tenía ni idea de cuanto tiempo hacía que no estaba. ¿Cinco minutos? ¿Quizás dos horas? La verdad es que nunca había dado mucha importancia al hecho de tener una sombra. Podrían ser tres meses perfectamente y no haberse dado cuenta hasta ese momento.
La realidad es que hacía ya dos días que había desaparecido.
Zacarías era un banquero de vida monótona y aburrida, de su casa al banco, del banco a casa. Su sombra estaba cansada de ser el reflejo de un hombre gris. Además nunca se había llevado bien con la sombra del maletín, tan solemne y aburrida o con la del sombrero de copa, estirada y pedante. Por eso, una mañana, cuando cogían un taxi decidió marcharse para siempre
Se pasó toda la mañana montada en el vehículo, Granada arriba y Granada abajo. La experiencia le sirvió para darse cuenta de qué es lo que quería hacer con su vida: Recorrer mundo. Por eso, a primera hora de la tarde, cuando el taxista acercó a un pasajero a la estación de tren decidió bajarse. Se montó en la sombra de un vagón que viajaba hasta París. Eligió ventanilla y dejó que los campos de centeno y trigo le acariciaran la nariz, rozó fugazmente el lomo de un gato que dormitaba en una estación y miró, impresionada, la enorme sombra de los Pirineos al atardecer. Al llegar la noche, como toda sombra, desapareció hasta el día siguiente.
Nunca se aburrió de la capital francesa. Callejeaba por las avenidas y se subía a los tejados a diario. Recorrió todos los cafés, habló de arquitectura con la sombra de la torre Eiffel y de arte con la del museo del Louvre.
Fue cuando ya llevaba tres años en París cuando se llevó la mayor sorpresa de toda su vida. Al dar la vuelta a una esquina se encontró, de sopetón con Zacarías.
Le costó bastante tiempo reconocerlo. Había cambiado mucho. Ya no llevaba esmoquin si no un jersey raído. En lugar de mocasines llevaba unas zapatillas naranjas y el estirado sombrero de copa había dado paso a una boina calada de medio lado.
Zacarías, aburrido, había abandonado la vida de banquero. Ahora se ganaba el sustento yendo de ciudad en ciudad, mostrándose como el único hombre del mundo que no tenía sombra. El encuentro los dejó a ambos completamente perplejos. Ninguno de los dos había pensado que allí, en París, pudieran volver a encontrarse.
Quizás fuera por eso por lo que, pasada la sorpresa inicial ambos decidieran, al unísono, mirar hacia otro lado y seguir con su camino.
martes, 6 de noviembre de 2007
Primer Amor
lunes, 5 de noviembre de 2007
101
Es la primera vez que aparece en este blog una entrada que no es un cuento o relato... Pero es que la ocasión lo pide, porque después de 10 mesecitos de blog…. ¡hemos llegado al cuento 101! . Muchas gracias a todos los que nos leéis o nos habéis leído alguna vez, a los que ponéis comentarios y sobre todo a niño cactus por acompañarme en este cuento de proyecto común.
martes, 30 de octubre de 2007
El Viaje
Escuché gaviotas y olas y oraciones. Rompiendo la música con el estruendo de un cristal que cae. ¡Qué ruido aquel que despierta y escoge el miedo! Ruidos surgiendo de la tierra. Sirenas de tierra en lengua extranjera.
Niñocactus
jueves, 25 de octubre de 2007
Reflejos
Se miró en el espejo y vio, reflejados, unos rasgos que no eran los suyos. Sin embargo, lo que más le asustó, fue que la cara que veía se apartó, aterrada, mucho antes que él.
martes, 23 de octubre de 2007
Evolución
Niñocactus
jueves, 18 de octubre de 2007
Nocturnidad
martes, 16 de octubre de 2007
Declaración de principios
Niñocactus
viernes, 5 de octubre de 2007
Nicolás
Con sus ocho años recién cumplidos Nicolás se caía una vez cada día. Ni una más ni una menos. Todas las mañanas, antes de ir al colegio, acababa con su cuerpo por el suelo.
Por eso, Nicolás, siempre tenía el cuerpo lleno de tiritas y moratones.
Sus padres se preocupaban. Habían recurrido a los mejores especialistas: neurólogos que calibraron su cerebro, traumatólogos que comprobaron la solidez de sus rodillas, otorrinos para valorar su equilibrio… Y ninguno de ellos encontraba la solución.
Buscaban mal. La solución no estaba en su cuerpo. Estaba en su colegio. Y es que, cada vez que llegaba a su clase con una nueva herida y la guapísima profesora, Julia, lo veía, se repetía el mismo ritual.
-¿Ya te has vuelto a caer Nicolás?
- Si seño, al bajar las escaleras
- Ven anda, que te de un beso que lo cura todo.
Y Nicolás sonreía.
jueves, 20 de septiembre de 2007
Por proverbios
Niñocactus
viernes, 14 de septiembre de 2007
Cuentecito
Cuando un dios creó el mundo cometió dos errores, en primer lugar se olvidó de crear la tristeza y en segundo, se equivocó al repartir el amor. Se lo dio todo a un solo hombre. Y éste se enamoró de Ella sin remedio, desde la cabeza hasta los pies. Como nadie nunca jamás se ha podido volver a enamorar.
El resto de la humanidad miraba y no entendía. Era un sentimiento tan grande y profundo que dejaba al resto de los sentimientos como mundanos y estériles. Al principio se reían de él y de sus acciones, pero con el paso del tiempo un nuevo sentimiento, algo incómodo, se asentó en ellos.
Se caracterizaba por venir acompañado de unas cosquillas en el estómago y de un rubor en el rostro. A alguien se le ocurrió llamarlo celos y fueron los que causaron que un día de lluvia, aprovechando la oscuridad de la noche y los sonidos de la tormenta, alguien cometiera un terrible crimen.
Nunca se supo quién fue el causante. Tampoco nadie lo investigó porque con ese asesinato, el amor que él sentía se liberó, salió volando en todas las direcciones e inundó a todos y todas con una pequeña porción. Todos ganaron con el cambio por lo que a nadie importó excesivamente el crimen.
Excepto a Ella. Ahora que sabía qué era el amor entendía perfectamente las acciones de él. Y esto fue lo que provocó que la tristeza hiciera acto de presencia en el mundo. Ella era la primera persona triste que había en el mundo, y por tanto acumulaba toda la tristeza del mundo.
El peso era tan grande que justo un mes después del crimen, en otra noche lluviosa, Ella se suicidó. La tristeza que sentía se liberó de su cuerpo, salió volando en todas las direcciones y entró en todos y cada uno del resto de los habitantes de ese mundo.
Y desde entonces el amor y la tristeza andan de la mano, entrando y saliendo de los cuerpos, mudando de aquellos que dejan de sentirlo para viajar a otros que empezarán a disfrutarlo. O a sufrirlo.
Ning1
lunes, 10 de septiembre de 2007
El Autómata
Todas mis habilidades se vuelven torpes, toscas… Quedo preso por un azar de encantamiento que paraliza lo que soy. Así, inmóvil, veo cómo un autómata ocupa mi cuerpo realizando movimientos descoordinados y utilizando palabras incoherentes.
En ese momento me entran ganas de matar al fantoche, de salir del cautiverio, de este castigo de dioses arcanos que me obliga a observarme tropezando una y otra vez.
Y comienza la lucha porque el autómata se defiende. Golpea porque al final el dolorido seré yo, sea cual sea el resultado de la batalla. A mí no me importan estas heridas. Sé que amaré aquello que me duela conseguir.
Venzo. Con una sonrisa y los huesos entumecidos sigo caminando a la espera de un nuevo duelo.
jueves, 6 de septiembre de 2007
Cariños escondidos
oooo o oooooo ooo oooo
o oooo
oooooo
oo oooo ooooo
ooo oooo oooo oooo
oooooooo oooooooooooo oooooooo
ooo oo oooo ooooo ooooo
ooo oooo oooo
Pues eso, que ves os
lunes, 3 de septiembre de 2007
El campeón
Era la última prueba de las olimpiadas. A su espalda quedaban cuarenta y dos kilómetros de sufrimiento. Sólo ciento noventa y cinco metros lo separaban de la llegada en el estadio olímpico. Y él era, claramente distanciado, el primer clasificado.
No estaba sorprendido. Siempre había sido el mejor. En todo lo que intentaba. Superando, sin paliativos ni misericordia, a todos sus rivales. Sonrió. Dentro de menos de un minuto se haría merecedor de una de las doscientos cincuenta y cinco medallas que se repartían en los juegos.
viernes, 31 de agosto de 2007
A desdías
En un principio esto era fácil y divertido pero con el tiempo dejó de controlar su habilidad. Los días se descolocaban sin que ella supiese cuál estaba viviendo. De este modo perdía cosas que pasaba horas buscando para encontrarlas después donde las dejó el día siguiente a antes de pasado mañana.
Ordenaba sus ideas hablando en futuro pretérito y, como nadie la entendía, la consideraban loca.
Llegó a tal punto la confusión temporal de Margarita que ni la muerte encontró el momento de visitarla. Así, lustro tras lustro, se fue arrugando hasta convertirse en pasa.
Niñocactus
martes, 7 de agosto de 2007
Soñar...
Soñó que no caía, que cada salto tardaba varios minutos en finalizar, que podía salir de casa por el balcón, que superman dejaba de ser un personaje de ficción.
miércoles, 1 de agosto de 2007
Dolor de garganta
Niñocactus
sábado, 21 de julio de 2007
Monstruos
Niñocactus
jueves, 19 de julio de 2007
Si las piedras...
Niñocactus
domingo, 15 de julio de 2007
La cuesta
Había algo bueno en eso de vivir en pendiente. Cuando algo le molestaba sólo tenía que apretarlo con fuerza hasta formar una bola compacta y echarlo a rodar.
Jamás había descendido hasta el final de la larguísima calle; tampoco había imaginado cómo sería aquel lugar.
Una tarde, al salir de su casa para sentarse a leer al sol, descubrió una pequeña pelota arrugada. Había chocado parándose al pie de los sardineles. Era oscura, asimétrica, como si fuera de papel. Se agachó para apreciarla desde más cerca. A esa distancia parecía cambiante en sus pliegues. Miró hacia arriba esperando encontrar a aquel o aquella que la había arrojado. Vio a una niña agazapada tras una puerta entreabierta.
De nuevo se volvió hacia la pelota. Alargó la mano para tocarla. Primero sintió un calambre y luego un cosquilleo comenzó a ascender por su brazo. Sus ojos se llenaron de calor y su boca de frío. Un olor amarillento se instaló en su pecho. Por último comenzaron a hormiguear pasos circulares por la planta de sus pies.
Apartó los dedos y las sensaciones cesaron. La recogió en un pañuelo y se dirigió a la casa de la pequeña que le seguía observando escondida. Al llegar, aquellos ojos le miraron detenidamente. Él no consiguió encontrar alegría o tristeza, tampoco miedo ni curiosidad.
Colocó la bola en las manos de la niña. Se había vuelto brillante. Poco a poco comenzó a desaparecer y, al mismo tiempo, su cuerpecito se fue transformando, arrugando, envejeciendo. Finalmente abrió los párpados y le sonrió una mirada cansada pero llena de vida.
Cuando iba a dar media vuelta para marcharse le distrajo su imagen en el espejo del recibidor. Le pareció que un extraño le observaba.
Ella le tomó suavemente de la mano. Él se dejó guiar. Así comenzaron el descenso; el camino hacia aquello que había sido una vez.
martes, 10 de julio de 2007
Soledades
El Doctor Martín Martínez abrió su agenda. Sólo quedaba un último paciente, Fernando Fernández. Se acordaba de él. Un esquizofrénico múltiple al que había curado seis meses atrás, consiguiendo que, por fin, dejara de escuchar voces. O eso creía. La nueva visita parecía desmentir la efectividad de su tratamiento.
- Buenos días Fernando ¿Cómo se encuentra?
jueves, 5 de julio de 2007
El que espera
-Abuelo, ¿cómo está hoy?
-Mal... -un hilo de voz acompañaba a los ojos que ya no le reconocían.
Hacía tres años que se le había paralizado la mitad izquierda del cuerpo. Aunque al principio recuperó parte de la fuerza, la había ido perdiendo poco a poco. Le costaba tanto caminar que ya no quería salir a la calle.
En un rincón del cuarto la televisión hablaba sola.
-¿Qué andará haciendo la muerte que no viene? -preguntó hablándole al vacío o al tiempo...
El joven abrió la mochila y sacó un periódico.
-Mire, abuelo. El mundo está loco...
Al día siguiente lo encontró de pie con la chaqueta puesta y la gorra de cuadros en la cabeza
-Ayúdame-, le dijo -vamos a ver qué tal de día hace.
Niñocactus
viernes, 29 de junio de 2007
Insomnio
El médico le recetó una pastilla con un vaso de agua justo antes de acostarse para combatir el insomnio. Consiguió dormir, pero soñaba en blanco y negro. El doctor, sabio, le ordenó cambiar el vaso de agua por un zumo de frutas.
martes, 26 de junio de 2007
VI. Epílogo
Fue una noche de finales de junio. En la pequeña cala junto Almaro ella le regaló el mar y él la luna. En ese mismo instante luz y agua quedaron unidas en la marea. Y aquel amor quedó sellado en eternidad por el perpetuo movimiento de la naturaleza.
Niñocactus
V. Federico y Amanda
Debido a su miopía Federico había desarrollado extraordinariamente su agudeza auditiva. Esto le permitía escuchar ecos imperceptibles para el resto de las personas. El más sorprendente era, sin duda, el eco de los pensamientos, para el que necesitaba prestar mucha atención. Del mismo modo poseía un olfato portentoso. Gracias a él consiguió trabajo como ayudante de Julián, el pescadero. Era capaz de seleccionar los pescados más frescos. Nunca fallaba. “¡Mire qué boquerones, recién cogidos!”, gritaba una mujer en la lonja. “No se fíe Don Julián que son de hace dos días.” Tres veces por semana viajaba a un pueblo de la costa para comprar la mercancía. Nada le gustaba más que las historias de marineros.
Fue más extraño todavía que ella advirtiese en sus ojos todo lo que él no alcanzaba a ver a través de ellos.
Cuando Amanda no estaba jugando en la playa con la olas solía sentarse en el muelle. Le gustaba ir allí a diario para esperar a su padre. Sabía que “El Comerciante” pasaba fuera muchos meses seguidos pero ella imaginaba mil encuentros en aquel lugar. En ocasiones sentía con tanta intensidad el abrazo que soñaba adelantar que cuando abría de nuevo los ojos se había separado unos centímetros del suelo. De nuevo apoyaba suavemente los pies contra la madera y salía corriendo.
El caso es que Federico pisó a Amanda porque no se dio cuenta de que estaba justo a su lado. Y él no quiso separarse nunca más de aquellos pies y ella no quiso arribar del viaje que había comenzado en aquellos ojos.
Ninguno de los dos volvió a casa esa noche.
sábado, 23 de junio de 2007
IV. Federico
“El chico pasa mucho tiempo con el viejo”, gruñía su padre. “Le está metiendo demasiadas historias en la cabeza; y ya tenemos suficiente con un raro en la familia.” Federico gastaba tardes enteras sentado junto a su abuelo. Cerraba los ojos y sonreía imaginando los relatos que le llegaban inmersos en aquella voz rota. Interrumpía a cada instante ávido de detalles a veces tan nimios como el dibujo de la madera en las puertas, la disposición de los muebles en las habitaciones o la ropa de cada uno de los personajes de los que le hablaba.
No tenía amigos y la mayoría de los días los pasaba solo. Le encantaba tumbarse a la orilla del río y dejarse envolver por los ruidos y los olores. Al resto de niños de Molinos tampoco le gustaba jugar con él. No era bueno de defensa, ni de portero, ni de delantero; ni siquiera servía para ir a buscar la pelota cuando salía fuera del campo. “¡Qué pasa!”, le gritaban, “es que no la ves.” Y eso era justamente lo que le ocurría.
El mundo de Federico a través de sus ojos era tan difuso, tan indefinido, que le mareaba. Le costaba vivirlo. Y es que era completamente miope, pero nadie lo sabía, él tampoco. Esto hacía que la realidad fuese mucho más bonita a través de su imaginación.
Una noche en la que no podía dormir decidió subir al desván. Avanzó con mucho sigilo para no tropezar con nada. Quería encontrar un instrumento del que había oído hablar a su abuelo en muchas ocasiones. “Sirve para ver las estrellas y la luna. Con él se puede ver escrito en el cielo el destino de nuestra vida.” Y el quería ver el de la suya. Cuando encontró el telescopio sus manos lo acariciaron. Sin apenas moverlo miró a través de su lente. Sólo encontró una mancha borrosa. Giró las distintas ruedas hasta que poco a poco una forma nítida se fue dibujando ante él. Era lo primero enfocado que veía, la luna. Le pareció preciosa.
Secretamente comenzó a subir cada madrugada para mirarla. Le susurraba todo lo que no podía contarle a nadie más. Ella cambiaba cada noche para él y sonreía, le sonreía desde su cara de plata. Y los días en que las nubes impedían el encuentro a los dos se les rompía algo en su interior.
lunes, 18 de junio de 2007
III. Amanda
Su padre, “el comerciante”, atracó en el puerto de Almaro el mismo día en que la pequeña cumplió ocho meses. Atravesó el pueblo corriendo con un regalo bajo el brazo y el brillo de la alegría en los ojos. Entró en la casa por la puerta de la cocina, subió las escaleras, las bajó y de nuevo volvió al muelle donde le esperaban su mujer y su hija. La cogió en brazos levantándola por encima de su cabeza y besó los dedos de sus piececitos descalzos provocándole una risa de sirena que contagió a todos los presentes.
A los tres años la desesperación de su madre ante la imposibilidad de encontrar un calzado que no le produjese heridas llegó al extremo de mandar fabricar unos zapatos de finísima seda que se ajustaban a modo de una segunda piel. Apenas pudo caminar con ellos veinte minutos antes de que se le produjesen tres enormes ampollas que sorprendentemente curaron a la hora de habérselos quitado. Resignada decidió que anduviese descalza. Y ahí estaba lo más extraño que ni las piedras más afiladas le causaban el más mínimo arañazo.
El primer día que la llevaron a la playa corrió hasta la orilla. Se detuvo antes de tocar la arena húmeda. Una ola, algo más fuerte, hizo que el agua la mojase hasta los tobillos produciendo pequeños remolinos a su alrededor como si no quisiera alejarse de su tacto. En ese momento todos los dedos del mar, todos sus labios, se concentraron en esa pequeña cala. Allí prometieron, como sólo el océano es capaz de hacerlo, no acariciar, no besar otros pies que aquellos que estaba arrullando.
Niñocactus
viernes, 15 de junio de 2007
II. La Luna
Don Alfonso, por su parte, tampoco entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero él no le echaba la culpa a nadie. Incluso había comenzado a leer, eso sí de forma piadosa, algunos libros de artes oscuras. En ninguno de ellos se describía semejante fenómeno. Lo más parecido que encontró fueron lunas rojas o sombras provenientes de su cara oculta que descendían para atemorizar a pueblos enteros… Pero lo que allí pasaba, ¡qué demonios!, con perdón, no se podía explicar de ninguna manera. Miró el reloj, se le había hecho tarde. Salió corriendo en dirección a la ermita para oficiar la eucaristía. Sospechaba que esa tarde tampoco iría nadie.
Adelita era la que peor lo estaba pasando. Cuarenta y tres semanas de embarazo y el niño o la niña que no salía. Ella le echaba la culpa a partera. “Lleva siempre encima un calcetín de tu marido, así no tendrás un parto prematuro”. Pues primero los del marido, luego los suyos y, por último, los de su suegro los había quemado todos hacía ya diez días.
La noche del 15 de junio, cuando el reloj anunciaba el cambio de día, los aldeanos de Molinos de Papel se congregaron en la plaza del pueblo. Y allí se quedaron en silencio mirando fijamente a la luna, estática desde hacía ya un mes en cuarto creciente. Poco a poco las nubes fueron cubriendo el cielo y las primeras gotas disolvieron la reunión. Don Alfonso se remangó la sotana con la mano izquierda, se santiguó con la derecha y se fue directo hacia su casa.
miércoles, 13 de junio de 2007
I. El Mar
Hacía años que el muchacho se sentía un extraño en aquel pueblo de pescadores llamado Almaro. “ Tú nunca has sabido nada sobre el mar, tu padre nunca lo supo y tus hijos no lo sabrán.” Carmen, su madre, no entendía porqué él se empeñaba en ser constructor; si sus vecinos eran tan pobres que apenas tenían dinero para reparar las barcas. Pero ser el aprendiz del arquitecto, su padre, no significaba que él no supiese de mar. Al contrario, cuando acababa las tareas, Marcos se sentaba en el acantilado, en silencio, y dejaba que las horas le uniesen con la superficie de agua que se extendía hasta el horizonte. Conocía cada tonalidad, cada arruga..., incluso era capaz de adivinar el humor del océano sólo con oler el viento que la espuma salpicaba.
Marcos fue uniendo la fila de clavos como si de nivelar un muro se tratase. Al acabar se subió a una roca y aguardó.
La última semana había notado que la marea era más débil. Que le costaba subir por la playa. Que el mar estaba cansado. No había escuchado nada en el puerto y pensaba que igual estaba proyectando su ánimo sobre las olas. Pero no, sabía que no era eso. Así, cada día, la hilera de clavos estaba más lejos de la orilla; y el mar..., el mar cada día con menos fuerza.
La atmósfera en el pueblo se había enrarecido. Las gaviotas volaban de forma inusual. Y la gente callaba.
Aquella mañana, al despertarse, Marcos tenía los oídos embotados. Al principio no supo por qué pero enseguida se dio cuenta de lo que pasaba. “El mar...” Se vistió rápidamente y salió de casa sin lavarse. “¿Qué le había ocurrido al mar?” Mientras corría hacia la playa adelantó a alguno de sus vecinos que caminaban convocados por una extraña fuerza en la misma dirección. “Pero es que el mar...”
Cuando alcanzó la pequeña cala pudo contemplar las últimas batidas de un oleaje agónico. Y poco a poco fue quedando en calma, como un estanque. Allí reunidos todos los habitantes del pueblo, quietos, sin saber cómo actuar. Tratando de comprender. Finalmente fue Herminia, bisabuela de pescadores, la que habló: “El mar está de luto”. Y nadie se atrevió a decir nada más.
martes, 12 de junio de 2007
Atracos
Desde muy pequeño había querido ser ladrón de bancos. Sin embargo no fue hasta el 18 de Noviembre de 1984, cuando contaba con 27 años, cuando comenzó a planificar su gran golpe. Estudió cada rincón de su objetivo, planteó soluciones para todos los problemas que pudieran surgirle, calculó todas las posibilidades. Se pasó años preparando el que sería su primer atraco y obra maestra. Seis meses antes de la fecha elegida comenzó un profundo entrenamiento físico para estar en perfectas condiciones la noche elegida.
El 19 de Junio de 1987 los trabajadores del Premier Bank atravesaron como cada mañana las puertas de su oficina y empezaron a trabajar. Sin embargo, como si de una broma se tratara, comprobaron que ninguno de ellos tenía ni un solo bolígrafo sobre sus mesas. Alguien los había sustraido todos. El misterio se prolongó hasta bien entrada la mañana cuando Faustino González, director del banco, tuvo que atender una importante petición de capital. Fue al abrir la caja fuerte cuando descubrió el paradero de los objetos sustraídos. Descansaban encima de los fajos de billetes. A un lado de ellos reposaba un colgante con el símbolo de la paz, en el otro una hojita de marihuana.
viernes, 8 de junio de 2007
Lo encontré sentado sonriendo
viernes, 1 de junio de 2007
Meteorología de andar por casa
… Siempre era lo mismo.
Le gustaban las tormentas porque tarde o temprano acababan.
sábado, 26 de mayo de 2007
Faro
Buscadores
Una noche se detuvo atraído por la luz que salía de una habitación insomne. Hacía semanas que aquel ventanal le distraía en su paseo nocturno. Allí, inmóvil, imaginó a una joven escribiendo una carta que jamás enviaría, a una hija velando a su madre, a un despistado que había salido de viaje…
Durante meses realizó suposiciones. Algunas le parecían convincentes, otras le llevaban a un absurdo tal que acababan por arrancarle una sonrisa. Cuando su imaginación agotó todas las posibilidades cruzó la calle y apretó el botón del interfono. La puerta se abrió sin preguntar. No entendía por qué no llegaba la duda o el miedo mientras subía por las escaleras. Arriba un viejo lo esperaba. Comenzó a contarle su historia… Toda su vida había viajado sin encontrar. Siempre buscando. Tan sólo estaba seguro de lo inmediato, con la ausencia de un camino que se borraba y dibujaba en cada jornada. Llegó un momento en que sus fuerzas se debilitaron. Sus pies, antes ligeros, se agarraban ahora a la tierra sin querer soltarla. Así que decidió buscar un lugar donde instalar un faro. Un faro para buscadores. Repitió las últimas palabras…
El joven se despidió. Bajó las escaleras encontrando las dudas y el miedo que antes se habían escondido en la sombra. Salió a la calle.
Pasó el tiempo y la luz de la ventana acabó por consumirse. Supo entonces que el viejo, por fin, había encontrado su camino. Ahora le tocaba a él encontrar el suyo. Cerró los ojos para sentir el letargo de los edificios, la quietud de las farolas.
Niñocactus
miércoles, 23 de mayo de 2007
coladas
Se levantó inusualmente triste. Su mirada, incapaz de remontar el vuelo, no se levantaba del suelo, que era, más o menos, la altura a la que se encontraba su alma.
Con este peculiar método, conforme sus penas iban menguando en el interior de la lavadora, fue avanzando desde las partes más tristes de la realidad del día hacia las más felices. Para cuando el programa llegó al centrifugado ya se estaba desternillando con los chistes de la última página.
lunes, 21 de mayo de 2007
viernes, 18 de mayo de 2007
jueves, 17 de mayo de 2007
Pólvora
El olor a pólvora impregnaba aún toda la habitación. Él, ya habituado, no lo percibía. Sólo dos cuerpos llenaban el espacio entre las cuatro paredes. El suyo y el otro. El que todavía vivía y el que ahora yacía inerte. Ése que durante tantos años le había hecho la vida imposible había quedado reducido a una masa tendida en el suelo. Ya casi ni siquiera sangraba.
¿Realmente le había hecho la vida imposible? ¿O estaba equivocado? No lo recordaba con claridad. La verdad es que ya nada estaba claro. Era por el humo del disparo. Se había introducido por su nariz hasta su cerebro y ahora lo nublaba todo. Por eso no recordaba nada. Por el humo del revólver.
En cualquier caso ya no era algo de lo que debiera preocuparse. En realidad nada tenía importancia a partir de este momento. Cuando matas a alguien de algún modo te haces inmortal.
Este pensamiento le hizo reír. Lo hizo en voz alta. Al oírse le sorprendió el tono de su voz. Sonaba diferente. Como si él sólo hubiera abierto la boca y hubiera sido un ventrílocuo el que hubiera emitido el sonido. Una risa alejada de sí mismo. Calló de nuevo.
Entonces fue el revólver quién volvió a hablar. Ya no utilizaba un tono amenazador. No eran órdenes lo que escuchaba, pero su voz sonó igual de clara. Sabía que no estaba loco. De eso estaba seguro. Si hubiera perdido la razón jamás habría encontrado el arma. Su padre nunca le había contado donde la guardaba. Ese hecho le bastaba, le demostraba su cordura. Había sido el revólver el que le había guiado. Él solo nunca lo habría logrado.
Esta vez el revólver no le ordenaba nada, sólo le pedía un favor. La voz ahora era diferente. Tenía un tono suave que le envolvía como una melodía, dándole una paz que no recordaba haber sentido antes. La sensación de placidez era tan grande que no pudo negarse. Levantó el arma y disparó una segunda y última vez.
El olor a pólvora se hizo más intenso. Tampoco lo percibió. En esta ocasión el haberse habituado al aroma no fue la causa. Ahora eran dos figuras las que yacían, inertes, sobre el suelo. Una de ellas aún sangraba.
Ning1miércoles, 16 de mayo de 2007
Alamgaleem
(...)
- Entonces, ¿Sol y Luna jamás volvieron a encontrarse?
- Sí. Un instante, apenas unos segundos cada mucho tiempo, Sol y Luna de nuevo están juntos.
- ¿Y qué se dicen en ese momento?
- Nada. Simplemente aprovechan para amarse.
Niñocactus
(Se recomienda leerlo escuchando El cisne de Camille Saint-Saëns)
lunes, 14 de mayo de 2007
Titeremundi
Durante la última función una de las cuerdas se había roto sin que el público se diese cuenta. La marioneta ejecutó con exactitud cada una de las acciones que ya tenía completamente memorizadas.
Ahora títere y titiritero se mueven con mayor libertad.
Niñocactus
miércoles, 9 de mayo de 2007
Cuento a punto de acabar...
Si tuviese una empresa de mudanzas la llamaría "Colorín colorado".
Niñocactus
Super Lambanana en Liverpool
Dialéctica
Niñocactus
lunes, 7 de mayo de 2007
Lunas
Estaba asomado en su balcón dejando que la noche pasara, aburrido de jugar con el ordenador, sin ganas de leer, mirando simplemente al cielo, cuando sucedió. La luna le guiñó el ojo. Ocurrió poco a poco, pero sucedió. La lentitud del gesto era lógica, pensó. Los planetas y otros objetos celestiales llevan millones de años vivos, por lo que todos sus movimientos tienen que ocurrir a cámara lenta. Aún así no pudo evitar sonrojarse, no todos los días ese satélite de granos adolescentes se fija en uno para dedicarle una mueca… Cuando el guiño hubo acabado, lanzó un beso al cielo y se metió en la cama.
viernes, 4 de mayo de 2007
jueves, 3 de mayo de 2007
Vida paralela
En el número 12, primero izquierda, se escuchaba música en el cuarto de baño. Sobre el lavabo, uno a uno, caían mechones de pelo negro. Inés se miró en el espejo y apenas pudo ver su imagen, borrosa por las lágrimas. Se había acabado la niña buena. Siempre callando lo que pensaba. Y él... Respiró hondo pero enseguida comenzó a llorar de nuevo. La luz del aplique se reflejó en las tijeras cortándose justo en el filo.
Dos edificios más allá, en la escalera primera del número 8 segundo A, Luis veía la tele mientras su madre cosía en el sillón de al lado. Estaban echando una película de dibujos. Él no entendía porqué el príncipe se enfrentaba con su padre, el rey, para poder casarse con aquella doncella. Todo era demasiado ñoño. Pero no le importaba porque luego vendrían las peleas de espadas. Eso sí que estaba bien.
Unos minutos más tarde Alfredo abría la puerta del apartamento situado en el ático del número 5. Sentada en la cama le esperaba su mujer con una caja entre las manos. “Hijo de puta”, le gritó mientras se la lanzaba a la cara. La caja se abrió al caer contra el suelo y, entre muchas otras cosas, apareció una carta. Él no dijo nada. Se dirigió al armario y comenzó a sacar su ropa.
Había luz en el bajo B del número 19. La habitación daba a un patio interior y apenas llegaba claridad. Lenta, pausadamente, Julio acercó la última carta a su castillo de naipes. Aguantando la respiración y con las manos sudorosas sonreía por su éxito. La propia emoción, en el último momento, traicionó su pulso y con un pequeño temblor se desmoronó todo de golpe.
Justo en ese momento en la portería del Edificio Europa, el número 2, María se cortó al intentar abrir una lata de aceitunas. La sangre oscura comenzó a brotar de la herida. Perdió el conocimiento.
Las luces de la calle Retuerta se encendieron tres horas antes que de costumbre. Cuarenta y cinco minutos después una de ellas se apagó. Eran exactamente las cinco y media de la tarde.
Niñocactus
miércoles, 2 de mayo de 2007
Buscando pareja
lunes, 30 de abril de 2007
Proyectos
Niñocactus
jueves, 26 de abril de 2007
Amor Cotidiano
Y, a veces, es quedarse inmóvil, sin pestañear, conteniendo la respiración, deslatiendo sístoles y diástoles. Casi sin existir. Para que, si no amas a nadie, me ames a mí.
Niñocactus
¿Has sido malo?
Duermete mi bien. Sueña con el sol. Que al amanecer, ya se irá el temor.
Un pequeño cuento oscuro en el que sólo pincelo la música.
miércoles, 25 de abril de 2007
El cantante mudo
Había sido el mejor cantante de los últimos años. Pero para su desgracia y la de todos sus seguidores, un día una misteriosa enfermedad se llevó, para siempre, su voz.
Ning1
lunes, 23 de abril de 2007
Pequeña gran historia de amor
A Carolina no le explicaron bien las reglas del escondite, o tal vez no las entendió. El caso es que la encontraron siete meses más tarde al sacar los adornos de Navidad. Así fue como adquirió la costumbre de pasar largos ratos acurrucada en lugares pequeños. Los médicos le dijeron que esa era la razón de su reducida estatura.
Ella se enamoró de puntillas y él con la espalda flexionada. Ahora tiene joroba y se lo pasan en grande jugando a los dromedarios.
Niñocactus
Comprobado (para días grises)
Niñocactus
viernes, 20 de abril de 2007
miércoles, 18 de abril de 2007
Reposo
Niñocactus
martes, 17 de abril de 2007
¡Extra, extra!
Niñocactus
domingo, 15 de abril de 2007
jueves, 12 de abril de 2007
miércoles, 11 de abril de 2007
El lenguaje del abanico
Quedaba escondida bajo su tela la tímida sonrisa mostrada.
Niñocactus
Matequilla y mermelada
El cuento se torció nada más empezar. En el día más trascendental de su vida, mientras desayunaba, a Caperucita se le resbaló la tostada de entre las manos y se manchó de mantequilla y mermelada su único vestido de terciopelo rojo.
Ning1
miércoles, 4 de abril de 2007
Niñocactus
martes, 20 de marzo de 2007
lunes, 19 de marzo de 2007
lunes, 12 de marzo de 2007
Católica desde la infancia, cuando quiso acabar con su existencia, tuvo el mayor problema moral de toda su vida. Lo resolvió comenzando a trabajar en el circo. Como blanco humano del lanzador de cuchillos. Sabía que él, avejentado y con tendencia al alcohol, era el peor de todo su gremio. Sin embargo, durante la primera gira que hicieron juntos, sólo una vez sufrió un pequeño rasguño. En esa herida él lo pasó peor que ella y supo así que se había enamorado.
Ning1
sábado, 10 de marzo de 2007
Niñocactus
miércoles, 7 de marzo de 2007
sábado, 3 de marzo de 2007
viernes, 2 de marzo de 2007
Receta (2)
Para el insomnio le recetaron somníferos. Los tomaba antes de acostarse con un vasito de agua, pero soñaba en blanco y negro. Se solucionó cuando el médico, sabio, le cambió el agua por zumo de frutas.
Ning1
sábado, 24 de febrero de 2007
Podría intentar escribir la historia de una veleta que quiere ser brújula y señalar siempre al sur. O la de una brújula que quiere ser veleta y dejarse acariciar por el aire. O la de una gallina que, enamorada del gallo de la veleta, sólo pone huevos cuando sopla el viento del noroeste...
No sé. Voy a salir a caminar. Tal vez se me ocurra algo y me indique hacia dónde ir y deje de dar vueltas.
Niñocactus
lunes, 19 de febrero de 2007
Como cada día, en cuanto el sol asomó perezoso por encima del edificio, comenzó a avanzar hacia él. Se deslizaba por la calle empedrada centímetro a centímetro, sin hacer el más mínimo ruido. Tan lenta era su progresión que ningún viandante notó su movimiento.
Sin embargo, como todos los días, a una hora cercana a las doce y veinticinco, estaba por fin a su lado. Con los brazos completamente extendidos. Invitándolo a fundirse con ella en un abrazo.
Sabía que era casi imposible, pero soñaba con que un día él abandonaría su actitud de indiferencia y aceptaría, por fin, su amor.
Ning1
viernes, 16 de febrero de 2007
RECETA
Su tranquilidad oxida las vigas de mi inquietud. Camino descalzo con pasos de extraño.
Ayer se lo confesé: “Sé que me amas”. No dijo nada. Me subió el haloperidol.
Niñocactus
miércoles, 14 de febrero de 2007
martes, 13 de febrero de 2007
Sonrió pensando en que tendría que tirarse unas cinco veces para hacerse un poco de daño.
Ante las dificultades orográficas optó por tomarse un cóctel de medicamentos. Cuando se quedó solo en la casa fue al baño y cogió todos los botes que encontró a mano. Sólo dejo el de las pastillas verdes. Por aquello de no tentar a la suerte.
Ning1
jueves, 8 de febrero de 2007
Circenses
Ahora el público acude a raudales ante el reclamo del único circo del mundo con leones trapecistas. Ninguna boca consigue mantenerse cerrada cuando sus largas melenas y su digno porte se pasean, sobre un casi invisible hilo, a docenas de metros del suelo. Todos están encantados con el cambio. Menos los payasos. Tienen miedo. En la última actuación les pareció que en uno de los felinos contenía un bostezo.
Ning1
lunes, 5 de febrero de 2007
Niñocactus
sábado, 3 de febrero de 2007
viernes, 2 de febrero de 2007
PROFETAS
miércoles, 31 de enero de 2007
lunes, 29 de enero de 2007
Para su desdicha jamás consiguió tocarla, fuerzas que parecían guiarlos siempre lo impidieron. Sin embargo nunca desistió. Fielmente recorrió toda su vida al lado de ella.
Su anhelo se vio cumplido en el momento de su muerte; cuando por fin, dos mil ciento cuarenta y tres metros después de haber nacido, ambas gotas de lluvia se fundieron en un mismo charco.
Ning1
domingo, 28 de enero de 2007
Niñocactus
jueves, 25 de enero de 2007
Reflexiones
Niñocactus
lunes, 22 de enero de 2007
domingo, 21 de enero de 2007
viernes, 19 de enero de 2007
Avances de la ciencia
Se levantó de un salto. Se arrancó la bata y arrojó, lejos, el lápiz. Por fin lo había conseguido. La alegría, sin embargo, sólo le duró nueve minutos. El tiempo que tardó en sentirse vacío. Empezó a dar vueltas por el laboratorio, ¿Y ahora qué? Se preguntaba mientras miraba, asombrado, la solución.
Sólo tardo otros cinco minutos en encontrar la respuesta. Miró hacia los lados. La habitación estaba vacía. Nadie había visto su explosión de alegría. Cogió los últimos veinte folios y los metió en la trituradora. Mientras la máquina hacía su trabajo con un ruido mecánico, él se ponía otra vez la bata mimando un botón casi roto. Después recogió el lápiz y se preparó, con una sonrisa en el rostro, para enfrentarse a otra noche de arduos cálculos.
Ning1
miércoles, 17 de enero de 2007
martes, 16 de enero de 2007
lunes, 15 de enero de 2007
domingo, 14 de enero de 2007
Niñocactus
viernes, 12 de enero de 2007
Niñocactus
miércoles, 10 de enero de 2007
Descubrimientos
Toda la tripulación había bajado a la playa a celebrarlo. Se abrazaban y reían. Había quienes cantaban y quienes explicaban cómo iban a contar, a su vuelta, todo lo que estaban viendo. En el centro de un corrillo, el vigía explicaba lo que había sentido al otear tierra. Todos disfrutaban de la ya casi olvidada sensación de pisar tierra firme y de haber sido los primeros en llegar hasta allí.
Con aquel descubrimiento, la tierra quedaba definitivamente redondeada. Quedaba demostrado que no había una gigantesca catarata al final del mundo por la que caían las aguas de todos los océanos. Solo, en el barco, el comandante de la expedición, lloraba decepcionado.
Ning1
martes, 9 de enero de 2007
lunes, 8 de enero de 2007
sábado, 6 de enero de 2007
La princesa vio al sapo y supo que detrás de la piel escamosa y los ojos saltones, se escondía su príncipe azul. Corrió hacia él tan rápido como se lo permitieron sus molestas enaguas y la falda de largo vuelo azul.
Al llegar lo recogió del suelo y cerró los ojos mientras acercaba sus rostros. Intentaba esquivar así, el asco que le suponía juntar sus aterciopelados labios con las verrugas del animal.
Lamentablemente, con tantos escrúpulos, su gesto fue demasiado lento y el batracio besó primero. Ahora croan los dos.Ning1