viernes, 21 de diciembre de 2007

Feliz Navidad

El carpintero, días antes del edicto, construyó una hermosa cuna. Grabó una estrella en la cabecera y un pequeño burro a los pies.
Momentos antes del parto, mientras calzaba el pesebre y lijaba sus ásperos bordes, sonrió al escuchar los rebuznos.
Niñocactus

martes, 18 de diciembre de 2007

No soy moderno

Suelo caminar con las manos en los bolsillos y los ojos directamente clavados en el suelo. La “toma de tierra” que dice mi hermana. Hoy, de reojillo, he comenzado por mirar a los lados y un poco al frente. Me he quedado sorprendido y, con una duda acelerando mis pasos, he salido corriendo hacia casa. Una vez conectado a Internet y tecleando página tras página encontré la respuesta. Estoy descatalogado.

Niñocactus

martes, 4 de diciembre de 2007

Viajes Pendientes

Aquella mañana le sorprendió de nuevo el ruido de la estación. Llevaba diez años viviendo en la misma casa y ya, durante el primero, había dejado de oír los trenes. Bajó las escaleras de dos en dos con la curiosidad despabilándole las legañas. Quería ver a los pasajeros. "¿Quién sabe?", pensó.

Al llegar, el andén estaba vacío; sólo una mujer, arrugada por la edad, permanecía sentada en uno de los bancos de hierro. "El tren de las 8,15 se suprimió hace algo más de tres años", le indicó extrañado el empleado de información. No pudo evitar reírse con ganas mientras salía por la puerta. "La pequeña aventura del día", se dijo.

A la mañana siguiente le despertó de nuevo el traqueteo del ferrocarril. Miró el reloj: las 8,15 h. Compró un café para llevar en la cafetería de la estación y caminó hacia las vías mientras daba pequeños sorbos. En el mismo banco, la misma mujer y la misma postura. Parecía una de esas estatuas de bronce. Se acercó para preguntarle si necesitaba algo. Ella le sonrió y le hizo un ademán para que se sentase a su lado. Cuando lo hizo le explicó que llevaba años yendo cada mañana para coger ese tren. Años pensando en escapar de su vida, de su marido, del alcohol y las palizas. Pero cada día veía cómo se marchaba y, con él, un pedazo de sus sueños e ilusiones.

"Y ahora ya ve, mi marido ha muerto y me gusta venir para recordar el lugar donde dejé marchar mi vida tren tras tren. ¿Quién sabe? Quizás algún día me decida a ir allá donde acabaron mis esperanzas, al otro lado de estos raíles..." Mientras hablaba sacó del bolso un papel amarillento en el que apenas se podía leer ya la tinta. "Una vez hasta me atreví a comprar un pasaje, fíjese. Pero en el último momento..." Él lo cogió entre sus manos. "Tal vez este billete aún le sirva. Quizás aún conserve la fuerza que la movió a comprarlo."

"Tal vez...", respondió.

Esa noche apenas pudo dormir y llegó antes de tiempo a la estación. Compró dos cafés y se dirigió al banco en busca de la mujer. No estaba allí. Se sentó pensativo. Al rato, el chirrido de unos vagones que comenzaban a moverse le sacó de su ensimismamiento. Eran las 8,15 h. Se puso de pie y agitó la mano despidiéndose.


Niñocactus

Sin título

Al caer cada noche, a esa hora en que las estrellas menos tímidas coquetean con los últimos rayos de sol, ella bailaba frente a los escaparates de unos grandes almacenes. Aprovechaba el reflejo que el cristal le regalaba para observarse y disfrutar de la belleza que su cuerpo creaba.

Bailaba con toda su alma y con cada rincón de su cuerpo. Desde sus pies hasta sus párpados. Todo en ella servía para tejer su danza.

Nunca utilizaba música, sólo la que sonaba en su cabeza. Una melodía invisible para todos menos para ella. Quizás por eso nadie se paraba nunca a verla.

Dentro, los maniquíes, dejaban caer las lágrimas.


lunes, 3 de diciembre de 2007

Sed de Besos

Ayer le di un beso a una boca de riego.

Niñocactus

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Pepita

A sus setenta y siete años lo único que mantenía a Pepita atada a este mundo era espiar a sus vecinos.

Pepita era una mujer menuda, empequeñecida aún más por el peso de más de tres cuartos de siglo. Nunca había tenido hijos y hacía ya siete años que sus negras ropas delataban su viudedad. Desde entonces su único interés en la vida era comentar con las vecinas los cotilleos que ocurrían en el edificio.

Se aplicaba a esta afición con pasión. En una misma tarde podía comentar con una vecina que la hija del matrimonio del 1º se había colado, a hurtadillas, en casa de los Fernández, justo el fin de semana en que éstos habían dejado solo a su hijo. Con la estudiante que vivía de alquiler en el 3º B que Mauricio Martinez, el raro transportista, había tendido una semana atrás un tanga rosa en su balcón y con la limpiadora del 2º, que los recién casados del ático no parecían llevarse del todo bien.

Cotillear era lo único que mantenía a Pepita con ganas de vivir.

Dedicaba todo el día a observar a sus vecinos y por eso conocía, al dedillo, la vida de todos ellos. Lo sabía todo excepto una cosa. Había un enigma que aún no había conseguido descifrar: las misteriosas reuniones que a principios de cada mes se realizaban en la portería. Se producían siempre en la oscuridad, después de la media noche, y a ellas acudían, uno tras otro, todos los vecinos del edificio. Todos menos ella, que nunca había sido invitada.

Había un motivo por el que Pepita no era convocada. Cuando se juntaban en esas asambleas clandestinas los vecinos del inmueble decidían si Mauricio dejaría un nuevo tanga en el tendedero, si los recién casados serían más cariñosos entre sí y todos los nuevos chismes que durante ese mes representarían ante Pepita para mantenerla aferrada a la vida.

martes, 13 de noviembre de 2007

Cambio de eternidad

Sísifo ve caer la piedra y, de nuevo, se pone en camino sin dar reposo al cansancio, aunque esta vez continúa el ascenso. Aguarda la ira de los dioses por abandonar su castigo, pero nunca llega. Liberado de su propia carga no se detiene cuando alcanza la cima.

Niñocactus

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La sombra de Zacarías


Cuando Zacarías descubrió que su sombra ya no le seguía ya era demasiado tarde. No se veía ni rastro de ella. Se quedó embobado unos cinco minutos, mirando al suelo asombrado. La verdad es que no tenía ni idea de cuanto tiempo hacía que no estaba. ¿Cinco minutos? ¿Quizás dos horas? La verdad es que nunca había dado mucha importancia al hecho de tener una sombra. Podrían ser tres meses perfectamente y no haberse dado cuenta hasta ese momento.

La realidad es que hacía ya dos días que había desaparecido.

Zacarías era un banquero de vida monótona y aburrida, de su casa al banco, del banco a casa. Su sombra estaba cansada de ser el reflejo de un hombre gris. Además nunca se había llevado bien con la sombra del maletín, tan solemne y aburrida o con la del sombrero de copa, estirada y pedante. Por eso, una mañana, cuando cogían un taxi decidió marcharse para siempre

Se pasó toda la mañana montada en el vehículo, Granada arriba y Granada abajo. La experiencia le sirvió para darse cuenta de qué es lo que quería hacer con su vida: Recorrer mundo. Por eso, a primera hora de la tarde, cuando el taxista acercó a un pasajero a la estación de tren decidió bajarse. Se montó en la sombra de un vagón que viajaba hasta París. Eligió ventanilla y dejó que los campos de centeno y trigo le acariciaran la nariz, rozó fugazmente el lomo de un gato que dormitaba en una estación y miró, impresionada, la enorme sombra de los Pirineos al atardecer. Al llegar la noche, como toda sombra, desapareció hasta el día siguiente.

Nunca se aburrió de la capital francesa. Callejeaba por las avenidas y se subía a los tejados a diario. Recorrió todos los cafés, habló de arquitectura con la sombra de la torre Eiffel y de arte con la del museo del Louvre.

Fue cuando ya llevaba tres años en París cuando se llevó la mayor sorpresa de toda su vida. Al dar la vuelta a una esquina se encontró, de sopetón con Zacarías.

Le costó bastante tiempo reconocerlo. Había cambiado mucho. Ya no llevaba esmoquin si no un jersey raído. En lugar de mocasines llevaba unas zapatillas naranjas y el estirado sombrero de copa había dado paso a una boina calada de medio lado.

Zacarías, aburrido, había abandonado la vida de banquero. Ahora se ganaba el sustento yendo de ciudad en ciudad, mostrándose como el único hombre del mundo que no tenía sombra. El encuentro los dejó a ambos completamente perplejos. Ninguno de los dos había pensado que allí, en París, pudieran volver a encontrarse.

Quizás fuera por eso por lo que, pasada la sorpresa inicial ambos decidieran, al unísono, mirar hacia otro lado y seguir con su camino.


martes, 6 de noviembre de 2007

Primer Amor

Tenía veinticinco años cuando encontró su primer amor. No es que no hubiese tenido otros antes pero como era incapaz de hallar al primero decidió empezar por el segundo. Después fueron pasando el tercero, el cuarto, el quinto, que casi no contó, el sexto y, por último aquel con el que debía haber comenzado. Lo supo de golpe y, aunque cerró la boca, las palabras se escaparon a borbotones por sus ojos. Así, inmóvil, recibió su primer beso con el corazón a punto de estallar.
Niñocactus

lunes, 5 de noviembre de 2007

101


Es la primera vez que aparece en este blog una entrada que no es un cuento o relato... Pero es que la ocasión lo pide, porque después de 10 mesecitos de blog…. ¡hemos llegado al cuento 101! . Muchas gracias a todos los que nos leéis o nos habéis leído alguna vez, a los que ponéis comentarios y sobre todo a niño cactus por acompañarme en este cuento de proyecto común.

martes, 30 de octubre de 2007

Solución

La mayoría de los laberintos desaparecen cuando uno deja de sentirse perdido.

Niñocactus

El Viaje


Escuché gaviotas y olas y oraciones. Aparecieron creando música. Una nana para el silencio, un arrullo para el sueño. ¡Qué música aquella que esponja el alma y escoge la paz de entre los miedos! Música sin notas, sin colores. Música sin formas, nueva, abierta, encontrada. Música naciendo de la vida a la vida. Sirenas de un arrecife...

Escuché gaviotas y olas y oraciones. Rompiendo la música con el estruendo de un cristal que cae. ¡Qué ruido aquel que despierta y escoge el miedo! Ruidos surgiendo de la tierra. Sirenas de tierra en lengua extranjera.

Niñocactus

jueves, 25 de octubre de 2007

Reflejos

Se miró en el espejo y vio, reflejados, unos rasgos que no eran los suyos. Sin embargo, lo que más le asustó, fue que la cara que veía se apartó, aterrada, mucho antes que él.

martes, 23 de octubre de 2007

Evolución

Siglo tras siglo la lluvia, el viento y las heladas irán erosionando la curva de Gauss hasta que quede completamente plana.

Niñocactus

jueves, 18 de octubre de 2007

Nocturnidad

Ocurrió el martes por la noche. Había dejado de llover y se escuchaba el agua de la fuente. Todos los bancos de la plaza estaban vacíos menos uno en el que un viejo con Alzheimer daba de comer a los pájaros a la hora equivocada. Una paloma con insomnio picoteaba feliz las migas de pan.
Niñocactus

martes, 16 de octubre de 2007

Declaración de principios

Apresura el paso aunque no sabe adónde ir. Sus manos, su frente se cubren de sudor. La boca se le seca y el corazón le late en la garganta con las palabras pronunciadas. Sabe que le descubrirán. Que nada se puede ocultar para siempre. Que tarde o temprano se encuentra al que ha dicho la verdad.

Niñocactus

viernes, 5 de octubre de 2007

Nicolás

Con sus ocho años recién cumplidos Nicolás se caía una vez cada día. Ni una más ni una menos. Todas las mañanas, antes de ir al colegio, acababa con su cuerpo por el suelo.

Por eso, Nicolás, siempre tenía el cuerpo lleno de tiritas y moratones.

Sus padres se preocupaban. Habían recurrido a los mejores especialistas: neurólogos que calibraron su cerebro, traumatólogos que comprobaron la solidez de sus rodillas, otorrinos para valorar su equilibrio… Y ninguno de ellos encontraba la solución.

Buscaban mal. La solución no estaba en su cuerpo. Estaba en su colegio. Y es que, cada vez que llegaba a su clase con una nueva herida y la guapísima profesora, Julia, lo veía, se repetía el mismo ritual.

-¿Ya te has vuelto a caer Nicolás?

- Si seño, al bajar las escaleras

- Ven anda, que te de un beso que lo cura todo.

Y Nicolás sonreía.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Por proverbios

Cuando al fin decidió que no había pasado nada y que quería volver a hablarle, se dio cuenta de que ya había pasado todo.

Niñocactus

viernes, 14 de septiembre de 2007

Cuentecito

Cuando un dios creó el mundo cometió dos errores, en primer lugar se olvidó de crear la tristeza y en segundo, se equivocó al repartir el amor. Se lo dio todo a un solo hombre. Y éste se enamoró de Ella sin remedio, desde la cabeza hasta los pies. Como nadie nunca jamás se ha podido volver a enamorar.

El resto de la humanidad miraba y no entendía. Era un sentimiento tan grande y profundo que dejaba al resto de los sentimientos como mundanos y estériles. Al principio se reían de él y de sus acciones, pero con el paso del tiempo un nuevo sentimiento, algo incómodo, se asentó en ellos.

Se caracterizaba por venir acompañado de unas cosquillas en el estómago y de un rubor en el rostro. A alguien se le ocurrió llamarlo celos y fueron los que causaron que un día de lluvia, aprovechando la oscuridad de la noche y los sonidos de la tormenta, alguien cometiera un terrible crimen.

Nunca se supo quién fue el causante. Tampoco nadie lo investigó porque con ese asesinato, el amor que él sentía se liberó, salió volando en todas las direcciones e inundó a todos y todas con una pequeña porción. Todos ganaron con el cambio por lo que a nadie importó excesivamente el crimen.

Excepto a Ella. Ahora que sabía qué era el amor entendía perfectamente las acciones de él. Y esto fue lo que provocó que la tristeza hiciera acto de presencia en el mundo. Ella era la primera persona triste que había en el mundo, y por tanto acumulaba toda la tristeza del mundo.

El peso era tan grande que justo un mes después del crimen, en otra noche lluviosa, Ella se suicidó. La tristeza que sentía se liberó de su cuerpo, salió volando en todas las direcciones y entró en todos y cada uno del resto de los habitantes de ese mundo.

Y desde entonces el amor y la tristeza andan de la mano, entrando y saliendo de los cuerpos, mudando de aquellos que dejan de sentirlo para viajar a otros que empezarán a disfrutarlo. O a sufrirlo.


Ning1


lunes, 10 de septiembre de 2007

El Autómata

Me siento inútil. Sucede siempre que estoy con alguien demasiado decidido. Entonces me hundo entre mis hombros como si hubiese un pozo profundo y oigo latir al corazón justo al lado de mi oreja izquierda.
Todas mis habilidades se vuelven torpes, toscas… Quedo preso por un azar de encantamiento que paraliza lo que soy. Así, inmóvil, veo cómo un autómata ocupa mi cuerpo realizando movimientos descoordinados y utilizando palabras incoherentes.
En ese momento me entran ganas de matar al fantoche, de salir del cautiverio, de este castigo de dioses arcanos que me obliga a observarme tropezando una y otra vez.
Y comienza la lucha porque el autómata se defiende. Golpea porque al final el dolorido seré yo, sea cual sea el resultado de la batalla. A mí no me importan estas heridas. Sé que amaré aquello que me duela conseguir.
Venzo. Con una sonrisa y los huesos entumecidos sigo caminando a la espera de un nuevo duelo.
Niñocactus

jueves, 6 de septiembre de 2007

Cariños escondidos

o o o ooooo o
oooo o oooooo ooo oooo
o oooo
oooooo

oo oooo ooooo
ooo oooo oooo oooo
oooooooo oooooooooooo oooooooo
ooo oo oooo ooooo ooooo
ooo oooo oooo




Pues eso, que ves os

lunes, 3 de septiembre de 2007

El campeón

Era la última prueba de las olimpiadas. A su espalda quedaban cuarenta y dos kilómetros de sufrimiento. Sólo ciento noventa y cinco metros lo separaban de la llegada en el estadio olímpico. Y él era, claramente distanciado, el primer clasificado.

No estaba sorprendido. Siempre había sido el mejor. En todo lo que intentaba. Superando, sin paliativos ni misericordia, a todos sus rivales. Sonrió. Dentro de menos de un minuto se haría merecedor de una de las doscientos cincuenta y cinco medallas que se repartían en los juegos.

Este pensamiento hizo que la sonrisa quedara congelada en su rostro. Como una mueca muerta en manos de un mal actor. Iba a ser coronado como otro de los doscientos cincuenta y cinco mejores atletas de estas olimpiadas. No estaba muy seguro, pero creía que ya había habido unas treinta olimpiadas. Era únicamente uno más entre ocho mil. Ocho mil. Nunca había sido alguien tan vulgar. Fue por eso que a falta de tan sólo diez metros para la línea de meta paró su carrera. Mientras el estadio entero contenía el aliento, giró a su derecha y se dirigió a los vestuarios con una sonrisa triunfal.

Ahora sí. Ahora era el único.

viernes, 31 de agosto de 2007

A desdías

Margarita Chicaiza era capaz de cambiar el orden de los días. Podía adelantar un viernes o atrasar un martes. Sólo había una condición: antes o después tenía que vivirlos uno a uno.
En un principio esto era fácil y divertido pero con el tiempo dejó de controlar su habilidad. Los días se descolocaban sin que ella supiese cuál estaba viviendo. De este modo perdía cosas que pasaba horas buscando para encontrarlas después donde las dejó el día siguiente a antes de pasado mañana.
Ordenaba sus ideas hablando en futuro pretérito y, como nadie la entendía, la consideraban loca.
Llegó a tal punto la confusión temporal de Margarita que ni la muerte encontró el momento de visitarla. Así, lustro tras lustro, se fue arrugando hasta convertirse en pasa.

Niñocactus

martes, 7 de agosto de 2007

Soñar...

Soñó que no caía, que cada salto tardaba varios minutos en finalizar, que podía salir de casa por el balcón, que superman dejaba de ser un personaje de ficción.

Soñó con un mundo sin grises, las canas de su abuelo verdes, las nubes que amenazan lluvia, blancas de algodón y el cemento, color amarillo limón.

Soñó a los tristes sonriendo, a los bancos sin banqueros, a los ciegos con visión y a los reyes, sin carbón.

Todo esto soñó y mucho más, sólo que lo soñó despierto, con los ojos abiertos, cambiando el mundo con su imaginación.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Dolor de garganta

Decía tener una espina clavada en la garganta. Lo extraño era que llevaba días sin comer pescado. En la exploración el médico encontró una palabra afilada desgarrando la mucosa.

Niñocactus

sábado, 21 de julio de 2007

Monstruos

Al despertar, el monstruo del armario todavía estaba donde lo dejé. Había apretado los ojos para que desapareciese y me había quedado dormido. Ahora, con la luz de la ventana proyectando su sombra sobre la mesa, parecía más real, mucho más. Salté de la cama, lo empujé dentro del mueble y cerré la puerta con llave. Llevo tres días en pijama.

Niñocactus

jueves, 19 de julio de 2007

Si las piedras...

La falta de lluvia había acabado por secar completamente el cauce del río. Sin embargo, cada mañana, las piedras se humedecían de nuevo. Sólo había una diferencia: que ésta era agua salada.

Niñocactus

domingo, 15 de julio de 2007

La cuesta

Vivía en cuesta. En ocasiones cuesta arriba, en ocasiones cuesta abajo. Dependía de cómo se levantase cada mañana.
Había algo bueno en eso de vivir en pendiente. Cuando algo le molestaba sólo tenía que apretarlo con fuerza hasta formar una bola compacta y echarlo a rodar.
Jamás había descendido hasta el final de la larguísima calle; tampoco había imaginado cómo sería aquel lugar.
Una tarde, al salir de su casa para sentarse a leer al sol, descubrió una pequeña pelota arrugada. Había chocado parándose al pie de los sardineles. Era oscura, asimétrica, como si fuera de papel. Se agachó para apreciarla desde más cerca. A esa distancia parecía cambiante en sus pliegues. Miró hacia arriba esperando encontrar a aquel o aquella que la había arrojado. Vio a una niña agazapada tras una puerta entreabierta.
De nuevo se volvió hacia la pelota. Alargó la mano para tocarla. Primero sintió un calambre y luego un cosquilleo comenzó a ascender por su brazo. Sus ojos se llenaron de calor y su boca de frío. Un olor amarillento se instaló en su pecho. Por último comenzaron a hormiguear pasos circulares por la planta de sus pies.
Apartó los dedos y las sensaciones cesaron. La recogió en un pañuelo y se dirigió a la casa de la pequeña que le seguía observando escondida. Al llegar, aquellos ojos le miraron detenidamente. Él no consiguió encontrar alegría o tristeza, tampoco miedo ni curiosidad.
Colocó la bola en las manos de la niña. Se había vuelto brillante. Poco a poco comenzó a desaparecer y, al mismo tiempo, su cuerpecito se fue transformando, arrugando, envejeciendo. Finalmente abrió los párpados y le sonrió una mirada cansada pero llena de vida.
Cuando iba a dar media vuelta para marcharse le distrajo su imagen en el espejo del recibidor. Le pareció que un extraño le observaba.
Ella le tomó suavemente de la mano. Él se dejó guiar. Así comenzaron el descenso; el camino hacia aquello que había sido una vez.
Niñocactus

martes, 10 de julio de 2007

Soledades

El Doctor Martín Martínez abrió su agenda. Sólo quedaba un último paciente, Fernando Fernández. Se acordaba de él. Un esquizofrénico múltiple al que había curado seis meses atrás, consiguiendo que, por fin, dejara de escuchar voces. O eso creía. La nueva visita parecía desmentir la efectividad de su tratamiento.

Se abrió la puerta y apareció Fernando. Su aspecto no había cambiado mucho, lo que a todas luces no era muy halagüeño. Seguía teniendo unas enormes ojeras que marcaban con grises y negros su mirada, creando un muro que impedía que el color azul de sus pupilas pudiera salir al exterior. Mantenía también aquellos hombros caídos, que mostraban en su abatimiento el peso de una terrible carga, invisible para todos, menos para él.

- Buenos días Fernando ¿Cómo se encuentra?

El paciente lo miró a los ojos y se tomó unos cuantos segundos antes de responder, cuando lo hizo utilizó una voz ronca pero desvalida.

- Verá doctor, estoy curado, ¿sabe usted? Pero también peor. Desde que usted hizo que se fueran me siento vacío. Usted me sanó y ahora me preguntaba… ¿podría usted hacer que volvieran las voces? Sin ellas me siento solo.



jueves, 5 de julio de 2007

El que espera

a mi abuelo

Siempre lo encontraba en el salón con la cayada encima de la mesa. La agarraba con la mano izquierda, la mano derecha sobre aquella y la barbilla apoyada en ambas. Su mirada se perdía entre los agujeros del mantel de ganchillo. Y así todos los días...
-Abuelo, ¿cómo está hoy?
-Mal... -un hilo de voz acompañaba a los ojos que ya no le reconocían.
Hacía tres años que se le había paralizado la mitad izquierda del cuerpo. Aunque al principio recuperó parte de la fuerza, la había ido perdiendo poco a poco. Le costaba tanto caminar que ya no quería salir a la calle.
En un rincón del cuarto la televisión hablaba sola.
-¿Qué andará haciendo la muerte que no viene? -preguntó hablándole al vacío o al tiempo...
El joven abrió la mochila y sacó un periódico.
-Mire, abuelo. El mundo está loco...

Al día siguiente lo encontró de pie con la chaqueta puesta y la gorra de cuadros en la cabeza
-Ayúdame-, le dijo -vamos a ver qué tal de día hace.

Niñocactus

viernes, 29 de junio de 2007

Insomnio

El médico le recetó una pastilla con un vaso de agua justo antes de acostarse para combatir el insomnio. Consiguió dormir, pero soñaba en blanco y negro. El doctor, sabio, le ordenó cambiar el vaso de agua por un zumo de frutas.

martes, 26 de junio de 2007

VI. Epílogo

Pasado un mes decidieron entregarse sus más preciados tesoros. Los mismos que habían olvidado el día en que se conocieron.
Fue una noche de finales de junio. En la pequeña cala junto Almaro ella le regaló el mar y él la luna. En ese mismo instante luz y agua quedaron unidas en la marea. Y aquel amor quedó sellado en eternidad por el perpetuo movimiento de la naturaleza.

Niñocactus

V. Federico y Amanda

Fue extraño que él no la oyese acercarse. Sus pasos no hacían ningún ruido.
Debido a su miopía Federico había desarrollado extraordinariamente su agudeza auditiva. Esto le permitía escuchar ecos imperceptibles para el resto de las personas. El más sorprendente era, sin duda, el eco de los pensamientos, para el que necesitaba prestar mucha atención. Del mismo modo poseía un olfato portentoso. Gracias a él consiguió trabajo como ayudante de Julián, el pescadero. Era capaz de seleccionar los pescados más frescos. Nunca fallaba. “¡Mire qué boquerones, recién cogidos!”, gritaba una mujer en la lonja. “No se fíe Don Julián que son de hace dos días.” Tres veces por semana viajaba a un pueblo de la costa para comprar la mercancía. Nada le gustaba más que las historias de marineros.
Fue más extraño todavía que ella advirtiese en sus ojos todo lo que él no alcanzaba a ver a través de ellos.
Cuando Amanda no estaba jugando en la playa con la olas solía sentarse en el muelle. Le gustaba ir allí a diario para esperar a su padre. Sabía que “El Comerciante” pasaba fuera muchos meses seguidos pero ella imaginaba mil encuentros en aquel lugar. En ocasiones sentía con tanta intensidad el abrazo que soñaba adelantar que cuando abría de nuevo los ojos se había separado unos centímetros del suelo. De nuevo apoyaba suavemente los pies contra la madera y salía corriendo.
El caso es que Federico pisó a Amanda porque no se dio cuenta de que estaba justo a su lado. Y él no quiso separarse nunca más de aquellos pies y ella no quiso arribar del viaje que había comenzado en aquellos ojos.
Ninguno de los dos volvió a casa esa noche.
Niñocactus

sábado, 23 de junio de 2007

IV. Federico

Tenía siempre la mirada perdida como la de aquellos que viven en sus recuerdos. Sin embargo, a sus cinco años, Federico tenía todo por vivir y nada que recordar.
“El chico pasa mucho tiempo con el viejo”, gruñía su padre. “Le está metiendo demasiadas historias en la cabeza; y ya tenemos suficiente con un raro en la familia.” Federico gastaba tardes enteras sentado junto a su abuelo. Cerraba los ojos y sonreía imaginando los relatos que le llegaban inmersos en aquella voz rota. Interrumpía a cada instante ávido de detalles a veces tan nimios como el dibujo de la madera en las puertas, la disposición de los muebles en las habitaciones o la ropa de cada uno de los personajes de los que le hablaba.
No tenía amigos y la mayoría de los días los pasaba solo. Le encantaba tumbarse a la orilla del río y dejarse envolver por los ruidos y los olores. Al resto de niños de Molinos tampoco le gustaba jugar con él. No era bueno de defensa, ni de portero, ni de delantero; ni siquiera servía para ir a buscar la pelota cuando salía fuera del campo. “¡Qué pasa!”, le gritaban, “es que no la ves.” Y eso era justamente lo que le ocurría.
El mundo de Federico a través de sus ojos era tan difuso, tan indefinido, que le mareaba. Le costaba vivirlo. Y es que era completamente miope, pero nadie lo sabía, él tampoco. Esto hacía que la realidad fuese mucho más bonita a través de su imaginación.
Una noche en la que no podía dormir decidió subir al desván. Avanzó con mucho sigilo para no tropezar con nada. Quería encontrar un instrumento del que había oído hablar a su abuelo en muchas ocasiones. “Sirve para ver las estrellas y la luna. Con él se puede ver escrito en el cielo el destino de nuestra vida.” Y el quería ver el de la suya. Cuando encontró el telescopio sus manos lo acariciaron. Sin apenas moverlo miró a través de su lente. Sólo encontró una mancha borrosa. Giró las distintas ruedas hasta que poco a poco una forma nítida se fue dibujando ante él. Era lo primero enfocado que veía, la luna. Le pareció preciosa.
Secretamente comenzó a subir cada madrugada para mirarla. Le susurraba todo lo que no podía contarle a nadie más. Ella cambiaba cada noche para él y sonreía, le sonreía desde su cara de plata. Y los días en que las nubes impedían el encuentro a los dos se les rompía algo en su interior.
Niñocactus

lunes, 18 de junio de 2007

III. Amanda

Amanda nació descalza. Parece absurdo decir esto, pero en tal afirmación se resumía la suavidad de unas líneas nunca antes trazadas. Aquellos dos pies, aún hinchados y sucios por los fluidos del parto, se apoyaban en el aire describiendo un camino oculto.
Su padre, “el comerciante”, atracó en el puerto de Almaro el mismo día en que la pequeña cumplió ocho meses. Atravesó el pueblo corriendo con un regalo bajo el brazo y el brillo de la alegría en los ojos. Entró en la casa por la puerta de la cocina, subió las escaleras, las bajó y de nuevo volvió al muelle donde le esperaban su mujer y su hija. La cogió en brazos levantándola por encima de su cabeza y besó los dedos de sus piececitos descalzos provocándole una risa de sirena que contagió a todos los presentes.
A los tres años la desesperación de su madre ante la imposibilidad de encontrar un calzado que no le produjese heridas llegó al extremo de mandar fabricar unos zapatos de finísima seda que se ajustaban a modo de una segunda piel. Apenas pudo caminar con ellos veinte minutos antes de que se le produjesen tres enormes ampollas que sorprendentemente curaron a la hora de habérselos quitado. Resignada decidió que anduviese descalza. Y ahí estaba lo más extraño que ni las piedras más afiladas le causaban el más mínimo arañazo.
El primer día que la llevaron a la playa corrió hasta la orilla. Se detuvo antes de tocar la arena húmeda. Una ola, algo más fuerte, hizo que el agua la mojase hasta los tobillos produciendo pequeños remolinos a su alrededor como si no quisiera alejarse de su tacto. En ese momento todos los dedos del mar, todos sus labios, se concentraron en esa pequeña cala. Allí prometieron, como sólo el océano es capaz de hacerlo, no acariciar, no besar otros pies que aquellos que estaba arrullando.
Niñocactus

viernes, 15 de junio de 2007

II. La Luna

En la pequeña pedanía de Molinos de Papel le echaban la culpa de todo a Don Alfonso, el párroco. No debió permitir que la hija del herrero se casase sin el consentimiento y la bendición de su padre. Y menos aún acogerla en su casa cuando tuvo que huir de las amenazas de aquel. Desde entonces los cuchillos dejaron de cortar y si lo hacían la carne sangraba por muy cocinada que estuviera. Aunque ése era un mal menor.
Don Alfonso, por su parte, tampoco entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero él no le echaba la culpa a nadie. Incluso había comenzado a leer, eso sí de forma piadosa, algunos libros de artes oscuras. En ninguno de ellos se describía semejante fenómeno. Lo más parecido que encontró fueron lunas rojas o sombras provenientes de su cara oculta que descendían para atemorizar a pueblos enteros… Pero lo que allí pasaba, ¡qué demonios!, con perdón, no se podía explicar de ninguna manera. Miró el reloj, se le había hecho tarde. Salió corriendo en dirección a la ermita para oficiar la eucaristía. Sospechaba que esa tarde tampoco iría nadie.
Adelita era la que peor lo estaba pasando. Cuarenta y tres semanas de embarazo y el niño o la niña que no salía. Ella le echaba la culpa a partera. “Lleva siempre encima un calcetín de tu marido, así no tendrás un parto prematuro”. Pues primero los del marido, luego los suyos y, por último, los de su suegro los había quemado todos hacía ya diez días.
La noche del 15 de junio, cuando el reloj anunciaba el cambio de día, los aldeanos de Molinos de Papel se congregaron en la plaza del pueblo. Y allí se quedaron en silencio mirando fijamente a la luna, estática desde hacía ya un mes en cuarto creciente. Poco a poco las nubes fueron cubriendo el cielo y las primeras gotas disolvieron la reunión. Don Alfonso se remangó la sotana con la mano izquierda, se santiguó con la derecha y se fue directo hacia su casa.
Niñocactus

miércoles, 13 de junio de 2007

I. El Mar

Marcos golpeó el clavo oxidado que se hundió sin dificultad en la arena. Ese era el último. Ahora sólo quedaba atarlos con una cuerda y esperar.
Hacía años que el muchacho se sentía un extraño en aquel pueblo de pescadores llamado Almaro. “ Tú nunca has sabido nada sobre el mar, tu padre nunca lo supo y tus hijos no lo sabrán.” Carmen, su madre, no entendía porqué él se empeñaba en ser constructor; si sus vecinos eran tan pobres que apenas tenían dinero para reparar las barcas. Pero ser el aprendiz del arquitecto, su padre, no significaba que él no supiese de mar. Al contrario, cuando acababa las tareas, Marcos se sentaba en el acantilado, en silencio, y dejaba que las horas le uniesen con la superficie de agua que se extendía hasta el horizonte. Conocía cada tonalidad, cada arruga..., incluso era capaz de adivinar el humor del océano sólo con oler el viento que la espuma salpicaba.
Marcos fue uniendo la fila de clavos como si de nivelar un muro se tratase. Al acabar se subió a una roca y aguardó.
La última semana había notado que la marea era más débil. Que le costaba subir por la playa. Que el mar estaba cansado. No había escuchado nada en el puerto y pensaba que igual estaba proyectando su ánimo sobre las olas. Pero no, sabía que no era eso. Así, cada día, la hilera de clavos estaba más lejos de la orilla; y el mar..., el mar cada día con menos fuerza.
La atmósfera en el pueblo se había enrarecido. Las gaviotas volaban de forma inusual. Y la gente callaba.
Aquella mañana, al despertarse, Marcos tenía los oídos embotados. Al principio no supo por qué pero enseguida se dio cuenta de lo que pasaba. “El mar...” Se vistió rápidamente y salió de casa sin lavarse. “¿Qué le había ocurrido al mar?” Mientras corría hacia la playa adelantó a alguno de sus vecinos que caminaban convocados por una extraña fuerza en la misma dirección. “Pero es que el mar...”
Cuando alcanzó la pequeña cala pudo contemplar las últimas batidas de un oleaje agónico. Y poco a poco fue quedando en calma, como un estanque. Allí reunidos todos los habitantes del pueblo, quietos, sin saber cómo actuar. Tratando de comprender. Finalmente fue Herminia, bisabuela de pescadores, la que habló: “El mar está de luto”. Y nadie se atrevió a decir nada más.
Niñocactus

martes, 12 de junio de 2007

Atracos

Desde muy pequeño había querido ser ladrón de bancos. Sin embargo no fue hasta el 18 de Noviembre de 1984, cuando contaba con 27 años, cuando comenzó a planificar su gran golpe. Estudió cada rincón de su objetivo, planteó soluciones para todos los problemas que pudieran surgirle, calculó todas las posibilidades. Se pasó años preparando el que sería su primer atraco y obra maestra. Seis meses antes de la fecha elegida comenzó un profundo entrenamiento físico para estar en perfectas condiciones la noche elegida.

El día marcado para el asalto fue el 18 de Junio de 1987. Tan concienzuda fue su preparación que un mes antes de la fecha establecida ya estaba todo listo. Sin embargo, fatalidades del destino, el 12 de Junio su plan se hundió sin remedio. Ese día conoció a Oskar Valdés, orador incomparable, hombre de enorme magnetismo y líder de una comuna hippie. Este encuentro hubo de cambiar su visión del mundo para siempre. A partir de entonces perdió por completo y hasta el día de su muerte el interés por cualquier tipo de bien material.

En los seis días de la cuenta atrás hacia lo que debía de haber sido su momento de gloria no dejó de mortificarse pensado en todos los esfuerzos realizados en vano. Sabía que no robar aquel banco suponía tirar a la basura casi tres años de su vida. Sin embargo era perfectamente consciente de que sería completamente incapaz de volver a tocar con sus manos nada que tuviera relación con el dinero. Afortunadamente un día antes de su momento de gloria, encontró la solución.

- - -

El 19 de Junio de 1987 los trabajadores del Premier Bank atravesaron como cada mañana las puertas de su oficina y empezaron a trabajar. Sin embargo, como si de una broma se tratara, comprobaron que ninguno de ellos tenía ni un solo bolígrafo sobre sus mesas. Alguien los había sustraido todos. El misterio se prolongó hasta bien entrada la mañana cuando Faustino González, director del banco, tuvo que atender una importante petición de capital. Fue al abrir la caja fuerte cuando descubrió el paradero de los objetos sustraídos. Descansaban encima de los fajos de billetes. A un lado de ellos reposaba un colgante con el símbolo de la paz, en el otro una hojita de marihuana.

La policía llegó media hora después, se pasaron toda la mañana investigando pero no encontraron ni una sola pista acerca de quién había entrado en el banco la noche anterior. El intruso no había dejado la más mínima huella. Lo más misterioso del caso es que en la caja de caudales no faltaba ni un solo billete.

viernes, 8 de junio de 2007

Lo encontré sentado sonriendo

-¡Joaquín Álamo Martínez pase a la consulta cinco!
Tres papeles sobre la mesa aún por ver y otros tres resultados pendientes de llegar. Una hora de retraso. Las Urgencias seguían como siempre.
Miré la edad, 83 años. Imaginé su lista de enfermedades. Seguramente no sabría los medicamentos que tomaba. Golpeé la mesa con el bolígrafo.
Por fin apareció con pasos cortos, sin prisas, la cara triste.
-Buenas tardes. Siéntese. ¿Qué le pasa?
-Doctor, necesito que me deje ingresado.
-Primero habrá que ver lo que le ocurre -respondí cortante.
-Sabe -comenzó a contar -, hace un año que entró en este Hospital la mujer a la que amo. Nunca salió de él. Yo sé que está aquí y necesito encontrarla...
El enternecimiento me duró lo que tardó en abrirse la puerta. Dos hojas más para ver.
-Mire yo...
- Por favor, no me mande todavía a casa, ni a la sala de espera. Sé que ella está dentro. Sólo déjeme quedarme para encontrarla.
Irracionalmente cogí una petición de analítica. El laboratorio estaba colapsado y tardaría en llegar. Pedí un sillón para él en la Sala de Cuidados y llamé a un celador.
La tarde iba pasando. Los pacientes se sucedían en la puerta, en la silla, en la camilla, en la puerta... Y así hasta que sonó el teléfono. Era la enfermera para recordarme que los resultados del viejo del ocho habían llegado hacía más de una hora.
Me había olvidado de Joaquín. La analítica era normal. Lo encontré sentado con una sonrisa en la boca. Le expliqué que tenía que darle el alta. No había nada que justificase su ingreso.
El brillo no se borró de sus ojos. Me dio las gracias.
Yo esperé inmóvil viéndole marchar. Sonreí quedándome pendiente inventariar los sentimientos.
Niñocactus

viernes, 1 de junio de 2007

Meteorología de andar por casa

Le gustaban las tormentas, el olor a tierra mojada que presagiaba su proximidad. Un alboroto de pájaros, vuelos y trinos que la anunciaban…
… Y en sus ojos no la vio venir.
Le gustaban las tormentas. El aire comenzando a soplar más y más fuerte. El viento formando remolinos de hojas, papeles…
… Y en su silencio no la oyó acercarse.
Le gustaban las tormentas porque a él le daban miedo; Y odiaba el miedo que él le hacía sentir…
… Y en sus manos no encontró caricias.
Le gustaban las tormentas el agua cayendo, arrastrando, limpiando. Un río sin orilla, sin océano…
… Siempre era lo mismo.

Le gustaban las tormentas porque tarde o temprano acababan.
Niñocactus

sábado, 26 de mayo de 2007

Faro

A veces surges como la ráfaga de un faro imposible en medio del mar. Y cambio el rumbo… Y desapareces… Y vuelvo a quedar a oscuras para buscar luego, en las estrellas, el camino hacia la inmensidad.
Niñocactus

Buscadores

Terminaba su turno de trabajo a las cinco de la mañana. Todos los días el mismo camino de vuelta: el más seguro, el más corto, el de siempre… Le gustaba sentir el letargo de los edificios, la quietud de las farolas. Observador al paso.

Una noche se detuvo atraído por la luz que salía de una habitación insomne. Hacía semanas que aquel ventanal le distraía en su paseo nocturno. Allí, inmóvil, imaginó a una joven escribiendo una carta que jamás enviaría, a una hija velando a su madre, a un despistado que había salido de viaje…

Durante meses realizó suposiciones. Algunas le parecían convincentes, otras le llevaban a un absurdo tal que acababan por arrancarle una sonrisa. Cuando su imaginación agotó todas las posibilidades cruzó la calle y apretó el botón del interfono. La puerta se abrió sin preguntar. No entendía por qué no llegaba la duda o el miedo mientras subía por las escaleras. Arriba un viejo lo esperaba. Comenzó a contarle su historia… Toda su vida había viajado sin encontrar. Siempre buscando. Tan sólo estaba seguro de lo inmediato, con la ausencia de un camino que se borraba y dibujaba en cada jornada. Llegó un momento en que sus fuerzas se debilitaron. Sus pies, antes ligeros, se agarraban ahora a la tierra sin querer soltarla. Así que decidió buscar un lugar donde instalar un faro. Un faro para buscadores. Repitió las últimas palabras…

El joven se despidió. Bajó las escaleras encontrando las dudas y el miedo que antes se habían escondido en la sombra. Salió a la calle.

Pasó el tiempo y la luz de la ventana acabó por consumirse. Supo entonces que el viejo, por fin, había encontrado su camino. Ahora le tocaba a él encontrar el suyo. Cerró los ojos para sentir el letargo de los edificios, la quietud de las farolas.

Niñocactus

miércoles, 23 de mayo de 2007

coladas

Se levantó inusualmente triste. Su mirada, incapaz de remontar el vuelo, no se levantaba del suelo, que era, más o menos, la altura a la que se encontraba su alma.

Como siempre hacía en estas situaciones desesperadas, organizó una colada de emergencia. Cogió todas sus penas y las metió, una a una, en la lavadora. Ajustó la ruedecilla hasta llegar al programa más largo de todos y seleccionó la máxima temperatura que el aparato permitía.

Paciente, mientras sus penas encogían, se sentó a leer las noticias del día. No comenzó ni por la portada ni por la última página. Congruente con su estado de ánimo empezó a leer por la sección de las esquelas. Una vez leídas todas, con media lágrima en los ojos, retrocedió sesenta y tres páginas hasta llegar a las noticias internacionales. Acabadas éstas, se plantó en la tercera página donde se informó convenientemente de la triste política. Desde allí avanzó diecisiete hasta las regionales, luego retrocedió sólo siete.

Con este peculiar método, conforme sus penas iban menguando en el interior de la lavadora, fue avanzando desde las partes más tristes de la realidad del día hacia las más felices. Para cuando el programa llegó al centrifugado ya se estaba desternillando con los chistes de la última página.

lunes, 21 de mayo de 2007

He visto a un taxista leyendo el Código de Circulación. Ya no cruzo los pasos de cebra sin mirar.

Niñocactus

viernes, 18 de mayo de 2007

Aquella noche Ícaro llegó a la luna sin que sus alas se derritiesen.

Niñocactus

jueves, 17 de mayo de 2007

Pólvora

El olor a pólvora impregnaba aún toda la habitación. Él, ya habituado, no lo percibía. Sólo dos cuerpos llenaban el espacio entre las cuatro paredes. El suyo y el otro. El que todavía vivía y el que ahora yacía inerte. Ése que durante tantos años le había hecho la vida imposible había quedado reducido a una masa tendida en el suelo. Ya casi ni siquiera sangraba.

¿Realmente le había hecho la vida imposible? ¿O estaba equivocado? No lo recordaba con claridad. La verdad es que ya nada estaba claro. Era por el humo del disparo. Se había introducido por su nariz hasta su cerebro y ahora lo nublaba todo. Por eso no recordaba nada. Por el humo del revólver.

En cualquier caso ya no era algo de lo que debiera preocuparse. En realidad nada tenía importancia a partir de este momento. Cuando matas a alguien de algún modo te haces inmortal.

Este pensamiento le hizo reír. Lo hizo en voz alta. Al oírse le sorprendió el tono de su voz. Sonaba diferente. Como si él sólo hubiera abierto la boca y hubiera sido un ventrílocuo el que hubiera emitido el sonido. Una risa alejada de sí mismo. Calló de nuevo.

Entonces fue el revólver quién volvió a hablar. Ya no utilizaba un tono amenazador. No eran órdenes lo que escuchaba, pero su voz sonó igual de clara. Sabía que no estaba loco. De eso estaba seguro. Si hubiera perdido la razón jamás habría encontrado el arma. Su padre nunca le había contado donde la guardaba. Ese hecho le bastaba, le demostraba su cordura. Había sido el revólver el que le había guiado. Él solo nunca lo habría logrado.

Esta vez el revólver no le ordenaba nada, sólo le pedía un favor. La voz ahora era diferente. Tenía un tono suave que le envolvía como una melodía, dándole una paz que no recordaba haber sentido antes. La sensación de placidez era tan grande que no pudo negarse. Levantó el arma y disparó una segunda y última vez.

El olor a pólvora se hizo más intenso. Tampoco lo percibió. En esta ocasión el haberse habituado al aroma no fue la causa. Ahora eran dos figuras las que yacían, inertes, sobre el suelo. Una de ellas aún sangraba.

Ning1

miércoles, 16 de mayo de 2007

Alamgaleem


(...)
- Entonces, ¿Sol y Luna jamás volvieron a encontrarse?
- Sí. Un instante, apenas unos segundos cada mucho tiempo, Sol y Luna de nuevo están juntos.
- ¿Y qué se dicen en ese momento?
- Nada. Simplemente aprovechan para amarse.

Niñocactus
(Se recomienda leerlo escuchando El cisne de Camille Saint-Saëns)

lunes, 14 de mayo de 2007

Titeremundi

Uno a uno fue cortando los hilos hasta que el títere quedó contra el suelo como un muñeco inmóvil, desarticulado.
Durante la última función una de las cuerdas se había roto sin que el público se diese cuenta. La marioneta ejecutó con exactitud cada una de las acciones que ya tenía completamente memorizadas.
Ahora títere y titiritero se mueven con mayor libertad.

Niñocactus

miércoles, 9 de mayo de 2007

Cuento a punto de acabar...

Hemos empezado a hacer cajas en la escalera 2, segundo A. No encontramos el modo de embalar los recuerdos por miedo a que se rompan, o a que se pierdan, o a qué se yo. Esta noche Darwin me dijo que no importa cómo lo hagamos, que al final sólo los más fuertes sobreviven. A mí, que debo ser la excepción junto al Pez-plátano y el Lambanana.
Si tuviese una empresa de mudanzas la llamaría "Colorín colorado".

Niñocactus

Super Lambanana en Liverpool

Dialéctica


Los dos pensaban igual pero con diferentes palabras, diferentes matices, diferentes ojos. Hasta tal punto eran distintas sus maneras de expresarse que sentían, en lo más hondo, que nunca estaban de acuerdo. Discutían acaloradamente con idénticos argumentos, para ellos tan dispares. Y, finalmente, se retractaban en un abrazo; de modo que, sin darse cuenta, se daban la razón a sí mismos.

Niñocactus

Ilustración de Bakar

lunes, 7 de mayo de 2007

Lunas

Estaba asomado en su balcón dejando que la noche pasara, aburrido de jugar con el ordenador, sin ganas de leer, mirando simplemente al cielo, cuando sucedió. La luna le guiñó el ojo. Ocurrió poco a poco, pero sucedió. La lentitud del gesto era lógica, pensó. Los planetas y otros objetos celestiales llevan millones de años vivos, por lo que todos sus movimientos tienen que ocurrir a cámara lenta. Aún así no pudo evitar sonrojarse, no todos los días ese satélite de granos adolescentes se fija en uno para dedicarle una mueca… Cuando el guiño hubo acabado, lanzó un beso al cielo y se metió en la cama.

Quizás por este suceso o quizás por otras cosas, aquel niño acabó haciéndose profesor de astronomía. Tanto tiempo después, tantas veces dada la misma clase, todavía no ha conseguido evitar que surja ese cosquilleo cuando llega el momento de explicar el mecanismo que rige el comportamiento de los eclipses.

Ning 1
Estaba tan metido en sus pensamientos que, cuando le sacaron de golpe, se le cayeron dos. Uno lo encontró bajo un banco y el otro fue a parar a la fuente donde bebe mi perro. Hace unos días que no ladra.

Niñocactus

viernes, 4 de mayo de 2007

Todos esperando la señal inmóviles. Agrupados en línea. Con la meta en la mirada. Cada uno aguardando a que el otro diese el primer paso. Nadie se movió. El semáforo volvió a ponerse en rojo.

Niñocactus

jueves, 3 de mayo de 2007

Vida paralela

Las luces de la calle Retuerta se encendieron tres horas antes que de costumbre. Eran exactamente las cinco menos cuarto de la tarde.

En el número 12, primero izquierda, se escuchaba música en el cuarto de baño. Sobre el lavabo, uno a uno, caían mechones de pelo negro. Inés se miró en el espejo y apenas pudo ver su imagen, borrosa por las lágrimas. Se había acabado la niña buena. Siempre callando lo que pensaba. Y él... Respiró hondo pero enseguida comenzó a llorar de nuevo. La luz del aplique se reflejó en las tijeras cortándose justo en el filo.

Dos edificios más allá, en la escalera primera del número 8 segundo A, Luis veía la tele mientras su madre cosía en el sillón de al lado. Estaban echando una película de dibujos. Él no entendía porqué el príncipe se enfrentaba con su padre, el rey, para poder casarse con aquella doncella. Todo era demasiado ñoño. Pero no le importaba porque luego vendrían las peleas de espadas. Eso sí que estaba bien.

Unos minutos más tarde Alfredo abría la puerta del apartamento situado en el ático del número 5. Sentada en la cama le esperaba su mujer con una caja entre las manos. “Hijo de puta”, le gritó mientras se la lanzaba a la cara. La caja se abrió al caer contra el suelo y, entre muchas otras cosas, apareció una carta. Él no dijo nada. Se dirigió al armario y comenzó a sacar su ropa.

Había luz en el bajo B del número 19. La habitación daba a un patio interior y apenas llegaba claridad. Lenta, pausadamente, Julio acercó la última carta a su castillo de naipes. Aguantando la respiración y con las manos sudorosas sonreía por su éxito. La propia emoción, en el último momento, traicionó su pulso y con un pequeño temblor se desmoronó todo de golpe.

Justo en ese momento en la portería del Edificio Europa, el número 2, María se cortó al intentar abrir una lata de aceitunas. La sangre oscura comenzó a brotar de la herida. Perdió el conocimiento.

Las luces de la calle Retuerta se encendieron tres horas antes que de costumbre. Cuarenta y cinco minutos después una de ellas se apagó. Eran exactamente las cinco y media de la tarde.

Niñocactus

miércoles, 2 de mayo de 2007

Buscando pareja

Tan harto estaba de no encontrar pareja, que se juró, por todo aquello a lo más quería, que se asomaría al balcón y se enamoraría de la primera mujer que bajó él pasara.

Arrancó una flor del jarrón de la entrada, reblandeció su corazón hasta dejarlo preparado para caer rendido y, totalmente decidido, dejó que fuera el azar la celestina de su futuro.

La idea más romántica de toda su vida fue también la que más desgracias le trajo. Años después, mientras el psicólogo le preguntaba por Edipo, él sólo respondía “Es una cuestión de principios”.

Ning 1



lunes, 30 de abril de 2007

Proyectos

Tengo tantas cosas atrasadas por hacer que me voy a comprar una agenda del 2004 para empezar a apuntarlas.

Niñocactus

jueves, 26 de abril de 2007

Amor Cotidiano

Quererte es escurrir el trapo de la cocina, regar las macetas secas, dejar que se acumulen las pelusas, centrifugar sin haber aclarado...
Y, a veces, es quedarse inmóvil, sin pestañear, conteniendo la respiración, deslatiendo sístoles y diástoles. Casi sin existir. Para que, si no amas a nadie, me ames a mí.

Niñocactus

¿Has sido malo?

Duermete mi bien. Sueña con el sol. Que al amanecer, ya se irá el temor.

Un pequeño cuento oscuro en el que sólo pincelo la música.

Niñocactus



miércoles, 25 de abril de 2007

El cantante mudo

Había sido el mejor cantante de los últimos años. Pero para su desgracia y la de todos sus seguidores, un día una misteriosa enfermedad se llevó, para siempre, su voz.

Aunque ningún sonido salía ya de su garganta, su pasión por el escenario era tal, que decidió seguir dando conciertos. Conciertos mudos en los que ningún sonido era emitido. Este extraño arte tenía, claro está, un público muy reducido. Sólo acudían oyentes sordos.

Así, siempre en pequeños teatros, a lo largo de toda Europa, se organizaron actuaciones en las que un artista sin voz cantaba a un público sin oído. Nadie ajeno a estas extrañas expresiones artísticas logró nunca entender su finalidad. Ningún crítico fue capaz de escribir un solo párrafo con algo de sentido explicando por qué los espectadores de tan singular espectáculo salían siempre emocionados.

Un día, al finalizar un concierto, un transeúnte curioso se acercó a uno de los espectadores y, papel en mano, le preguntó por qué acudía a estas representaciones. La respuesta, escrita, decía lo siguiente:

“Nunca he visto a nadie que al cantar, amara tanto la música”

Ning1

lunes, 23 de abril de 2007

Pequeña gran historia de amor

Pablo mide dos metros y diez centímetros. Cuando era pequeño su madre guardaba el bote de caramelos encima del armario de la alacena; y él, a base de mil intentos para alcanzarlo, se fue dando de sí. Ahora el bote descansa sobre la mesita del salón.
A Carolina no le explicaron bien las reglas del escondite, o tal vez no las entendió. El caso es que la encontraron siete meses más tarde al sacar los adornos de Navidad. Así fue como adquirió la costumbre de pasar largos ratos acurrucada en lugares pequeños. Los médicos le dijeron que esa era la razón de su reducida estatura.
Ella se enamoró de puntillas y él con la espalda flexionada. Ahora tiene joroba y se lo pasan en grande jugando a los dromedarios.

Niñocactus

Comprobado (para días grises)

He tenido que hacer un viaje en avión. El cielo estaba completamente nublado. Al subir por encima de las nubes, doy fe, allí estaba el sol brillando como siempre.

Niñocactus

viernes, 20 de abril de 2007

A la pregunta "¿Qué quieres ser de mayor?", el niño siempre contestó que bombero. Veinte años más tarde cuando más ardía su amor, le echó agua.

Niñocactus

miércoles, 18 de abril de 2007

Reposo

No estaba entendiendo nada de la conversación. Se sentía hablando con un extraño, como si le faltasen esas dos palabras que puestas en el orden correcto descifrasen un código ancestral. Sus ojos cada vez más tristes y cansados, y su interlocutor cada vez más lejano. LLegado el silencio se separaron. El sueño fue intranquilo. A cada despertar las estrellas del techo brillaban cada vez más tenues. Cuando las primeras luces entraron por la ventana descubrió sobre la almohada, entre restos de cera, algunas letras que se habían quedado pegadas a ella. Tras probar distintas combinaciones su corazón, por fin, comprendió.

Niñocactus

martes, 17 de abril de 2007

¡Extra, extra!

El CED (Comité de Erradicación de Dudas) concluyó ayer con éxito su proyecto, de cinco años de duración, dando respuesta a la última pregunta de la Humanidad. Mañana, en un acto oficial, se eliminará el signo de interrogación. Hoy es el último día para cuestionarse todo. ¿¿¿???

Niñocactus

domingo, 15 de abril de 2007

Debí confundirme en algún giro y en vez de ver a Inma llegué a casa de una tal Ana de Málaga. Como ella no cree en las casualidades y sí en las equivocaciones, vuelvo despacio sobre mis pasos.

Niñocactus

jueves, 12 de abril de 2007

Excepciones

Los médicos son culpables hasta que se demuestre lo contrario.

Niñocactus

miércoles, 11 de abril de 2007

Hoy he cenado sopa de letras. Hice trampas y en la última cucharada podía leerse fin.

Niñocactus

El lenguaje del abanico

Desacompasado el abanico en manos de la doncella, mostraba a cada batida una mueca de repugnancia.
Quedaba escondida bajo su tela la tímida sonrisa mostrada.

Niñocactus

Matequilla y mermelada


El cuento se torció nada más empezar. En el día más trascendental de su vida, mientras desayunaba, a Caperucita se le resbaló la tostada de entre las manos y se manchó de mantequilla y mermelada su único vestido de terciopelo rojo.

No dejándose arrastrar por el desánimo, decidió seguir adelante con el recado de su madre y llevar, pese a todo, la cestita con comida a casa de su abuela. Resolvió, sin embargo, que no podía salir a la calle de esa guisa y quedar reflejada, para siempre, en las ilustraciones de los libros infantiles con un lamparón de semejante calibre. Por eso, ni corta ni perezosa se puso su ropa favorita, la de los Sábados por la noche: Minifalda negra, medias de rejilla sobre zapatos de tacón y una chaqueta, torera con ombligo al aire, que dejaba entrever un atrevido escote.

Y ocurrió la desgracia. El cazador, hombre aguerrido y de buen corazón donde los haya, ante la visión de esta sexy y descocada protagonista, sufrió un ataque de locura pasajera. Así, no pudiendo esperar a su turno al final de cuento para salir a escena, raptó, sin plantearse demasiados conflictos morales, a la pobre Caperucita. Tanto le latía el pulso, que no la dejó ni llegar a la linde del bosque.

Mientras el lobo feroz languidecía escondido en una curva del camino, la guardia civil movilizó a todos sus efectivos. Dos mil trescientos hombres con un ridículo tricornio negro, al mando del bigotudo capitán Peláez, removieron suelo y tierra buscando a la rubia adolescente. El dispositivo tuvo éxito, tan sólo dos días después el hombre de camisa a cuadros fue detenido cuando intentaba coger un avión con destino a Cancún.

Caperucita, visiblemente emocionada, protestó bastante la detención.

Lamentablemente este fenomenal despliegue de fuerzas fue aprovechado por el lobo feroz que, aburrido de mirar al reloj y coger frío agazapado entre los arbustos, se lanzó a una orgía de matanzas, devorando a todo personaje del cuento que quedaba por ahí. Así, la abuela, la madre y cuarto y mitad de una butifarra de la cestita de la protagonista de este cuento fueron engullidos sin piedad.


Finalmente, ante semejante despropósito de cuento, al desconsolado escritor del mismo no le quedó más remedio que dejar a un lado el libro que podría haberle dado fama eterna y conformarse con publicar su historia en un modesto blog.

Todo por una tostada de mantequilla y mermelada.



Ning1

miércoles, 4 de abril de 2007

Le entusiasmaba cantar pero estaba completa y chirriantemente desafinado. Es por un pequeño defecto en el lóbulo temporal del cerebro, le dijeron. La nueva microcirugía láser podría solucionarlo. Finalmente accedió a la intervención. Cuentan que el resultado fue asombroso. Y él.., él se pasa la mayor parte del tiempo callado.

Niñocactus
El autobús iba lleno. Las conversaciones se mezclaban en el aire. Ella se sonrojó al oírle decir: "Te quiero". Era la primera vez en los últimos diez años de casados. Detrás los dos jóvenes aprovechaban su silencio para amarse.

Niñocactus

martes, 20 de marzo de 2007

Quería el niño, de lejos, poder abrazar al sol
y lo esperó por la noche sentado sobre el colchón.
Mientras el alba llegaba, la luna al niño acunó;
así se quedó dormido y su sueño lo alcanzó.

Niñocactus

lunes, 19 de marzo de 2007


Cuando llegó tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre el cansancio, arrebujado en forma de almohada. Durante un instante lo miró y descalzo, susurrando unas palabras, lo abrazó. Al despertar, el joven supo que su sueño le había encontrado.
Niñocactus

lunes, 12 de marzo de 2007

Católica desde la infancia, cuando quiso acabar con su existencia, tuvo el mayor problema moral de toda su vida. Lo resolvió comenzando a trabajar en el circo. Como blanco humano del lanzador de cuchillos. Sabía que él, avejentado y con tendencia al alcohol, era el peor de todo su gremio. Sin embargo, durante la primera gira que hicieron juntos, sólo una vez sufrió un pequeño rasguño. En esa herida él lo pasó peor que ella y supo así que se había enamorado.

Tenerla enfrente como diana, le hizo volver a ser el de antes. Su pulso ya no temblaba y siempre sonreía, seguro, antes de lanzar sus proyectiles. El público lo volvió a adorar. La plenitud del lanzador contrastaba con la imagen desgarrada de ella, a quién el renacimiento de esta habilidad la alejaba de su deseada muerte.

Fue justo el último día de una gira por Europa cuando por fin, llevado por la compasión, decidió liberarla de sus sufrimientos. Cuando ella levantó la vista y vio que una lágrima resbalaba por su mejilla, comprendió, al instante, que ese sería el último lanzamiento. Justo antes de que el cuchillo atravesara ambos corazones, ella supo que se había enamorado también.

Ning1

sábado, 10 de marzo de 2007

Toda mi vida la había pasado encerrado entre aquellas paredes. Cuando al fin me decidí a huir, no encontré camino que me llevase hacia la ansiada libertad. No importaba la dirección que tomasen mis pasos, siempre encontraba un obstáculo que me impedía seguir avanzando. Derrotado en un rincón y consumido el cuerpo, mi alma comenzó su ascenso. Desde el aire pude contemplar allá, abajo, el laberinto.

Niñocactus

miércoles, 7 de marzo de 2007

Era buscador de imperdibles. Sin embargo jamás rechistó por esa inútil profesión heredada. Alguno de sus tatarabuelos debía aburrirse de no hacer nada. Fue al devolver la sonrisa a aquella joven cuando supo que continuaría con la tradición.

Niñocactus

sábado, 3 de marzo de 2007

Dicen que la Eternidad se enamoró del Tiempo cuando aún era fugaz. Llevaba un vestido blanco y andaba descalza por la playa. Desde entonces deshoja los días y sonríe.

Niñocactus

viernes, 2 de marzo de 2007

Receta (2)


Para el insomnio le recetaron somníferos. Los tomaba antes de acostarse con un vasito de agua, pero soñaba en blanco y negro. Se solucionó cuando el médico, sabio, le cambió el agua por zumo de frutas.

Ning1

sábado, 24 de febrero de 2007

Me he quedado sin ideas.
Podría intentar escribir la historia de una veleta que quiere ser brújula y señalar siempre al sur. O la de una brújula que quiere ser veleta y dejarse acariciar por el aire. O la de una gallina que, enamorada del gallo de la veleta, sólo pone huevos cuando sopla el viento del noroeste...
No sé. Voy a salir a caminar. Tal vez se me ocurra algo y me indique hacia dónde ir y deje de dar vueltas.

Niñocactus
He estado haciendo tiempo. Me quedó diferente al de mi madre. Tengo que llamarla. Creo que se me olvidó ponerle cebolla y me pasé con la sal.

Niñocactus

lunes, 19 de febrero de 2007


Como cada día, en cuanto el sol asomó perezoso por encima del edificio, comenzó a avanzar hacia él. Se deslizaba por la calle empedrada centímetro a centímetro, sin hacer el más mínimo ruido. Tan lenta era su progresión que ningún viandante notó su movimiento.

Sin embargo, como todos los días, a una hora cercana a las doce y veinticinco, estaba por fin a su lado. Con los brazos completamente extendidos. Invitándolo a fundirse con ella en un abrazo.

Sabía que era casi imposible, pero soñaba con que un día él abandonaría su actitud de indiferencia y aceptaría, por fin, su amor.

Ning1

viernes, 16 de febrero de 2007

RECETA

Yo soy él y él lo sabe. Desde este punto de vista me encuentro incapaz de entender mis sentimientos o, mejor dicho, los suyos. Ni siquiera comprendo las palabras que escribe con mi mano. Se las entrego. Asiente callado y, con la misma letra, realiza anotaciones.
Su tranquilidad oxida las vigas de mi inquietud. Camino descalzo con pasos de extraño.
Ayer se lo confesé: “Sé que me amas”. No dijo nada. Me subió el haloperidol.

Niñocactus

miércoles, 14 de febrero de 2007

He ido al cajero automático pero no tenía dinero. Me ha dado pena. Le dejé lo suelto que tenía.

Niñocactus

martes, 13 de febrero de 2007

Decidió suicidarse. No soportaba la visión de la sangre y vivía en un pueblecito llano, sin grandes edificios y ninguna montaña en los alrededores. La poca agua de la zona no permitía, siquiera, un puente de cierta altura.

Sonrió pensando en que tendría que tirarse unas cinco veces para hacerse un poco de daño.

Ante las dificultades orográficas optó por tomarse un cóctel de medicamentos. Cuando se quedó solo en la casa fue al baño y cogió todos los botes que encontró a mano. Sólo dejo el de las pastillas verdes. Por aquello de no tentar a la suerte.

Ning1

jueves, 8 de febrero de 2007

Circenses

El día menos esperado los leones se comieron a los trapecistas. Adujeron que se aburrían de saltar siempre a través de los aros llenos de fuego al sonido del látigo de tres colas. El director del circo, algo molesto con el pronto de las fieras, habló al día siguiente con ellos. Al final entendió sus razones y los perdonó. Para que el espectáculo no se resintiese les pidió que, además de su número, también realizaran cabriolas por el alambre. Como si hubiera hablado un buen Salomón, la solución acabó también con el hastío de los animales.

Ahora el público acude a raudales ante el reclamo del único circo del mundo con leones trapecistas. Ninguna boca consigue mantenerse cerrada cuando sus largas melenas y su digno porte se pasean, sobre un casi invisible hilo, a docenas de metros del suelo. Todos están encantados con el cambio. Menos los payasos. Tienen miedo. En la última actuación les pareció que en uno de los felinos contenía un bostezo.

Ning1

lunes, 5 de febrero de 2007

Me cuesta ser hombre y creo que no lo hago muy bien así que voy a probar a ser árbol que parece más fácil. De momento no he encontrado ningún libro que explique cómo hacerlo. Lo estoy intentando por mi cuenta. Ayer me salió una costra que parecía corteza; me parece que me rocé al bajar del autobús.

Niñocactus

sábado, 3 de febrero de 2007

Todo ocurrió el día que el Tiempo llegó tarde. Allí estaban los dos sentados, esperando. Sus miradas se cruzaron pero no era el momento. Y todo porque el Tiempo se había retrasado.

Niñocactus

viernes, 2 de febrero de 2007

PROFETAS

El profeta Mahoma se había hecho mayor y no era ya capaz de moverse. Los habitantes de la montaña, mareados de que su lugar de residencia cambiara tanto de lugar, decidieron irse al mar y hacerse pescadores.

miércoles, 31 de enero de 2007

La gota que colmó el vaso se sentía pequeña e insignificante mientras caía.

Niñocactus

lunes, 29 de enero de 2007

Nada más verla supo que era el amor de su vida. No pudo dejar de ser consecuente con sus sentimientos, así que se precipitó detrás de ella. Fue una decisión difícil. Había conseguido llegar a lo más alto y tomarla suponía arrojarse a un abismo cuyo final era imposible de vislumbrar.

Para su desdicha jamás consiguió tocarla, fuerzas que parecían guiarlos siempre lo impidieron. Sin embargo nunca desistió. Fielmente recorrió toda su vida al lado de ella.

Su anhelo se vio cumplido en el momento de su muerte; cuando por fin, dos mil ciento cuarenta y tres metros después de haber nacido, ambas gotas de lluvia se fundieron en un mismo charco.

Ning1

domingo, 28 de enero de 2007

Siempre me quedaba a mano derecha, no importa que fuese o viniese. Jamás pasé por ella. Tampoco recuerdo haber visto a ninguna persona deambular por sus aceras. En todo momento la conocí vacía. Faltaba la luz de varias farolas pero el Ayuntamiento no se había molestado en cambiar las bombillas. Hoy amaneció tapiada. Alguien había dibujado con tiza una puerta sobre los ladrillos.

Niñocactus

jueves, 25 de enero de 2007

Reflexiones

Me encontraba delante del espejo del cuarto de baño. Podía verme en él. Pero allí dentro no había nada. Estaba solo. Una imagen no puede ver al resto de las imágenes. Comencé a andar por el eterno vacío que me rodeaba. Ser el eco visible de una figura no es divertido, os lo aseguro. De pronto un murmullo. ¿Agua? Pensé que no existía absolutamente nada a este lado, pero allí (suena raro un adverbio de lugar en el vacío) había un río deslizándose. Al acercarme pude ver mi reflejo entre las aguas. No sé si aquello era mi yo primario o simplemente la imagen de mi imagen. De nuevo ocurrió, me encontré preso en la corriente alejándome de aquello que fui una vez. Al principio no podía respirar, sentía que me ahogaba, sin embargo de di cuenta de que para mi nueva esencia no era necesario lo mismo que para las anteriores. No sé cuánto tiempo pasó antes de que cambiase el movimiento; poco a poco se convirtió en un arrullo que me mecía en su seno. Sentí la arena contra mi piel (si es que la imagen de una imagen puede llegar a sentir algo físico como aquello) y el agua que se iba y volvía hasta que ya no volvió. Quedé tumbado sobre la arena mirando la estrella de fuego. Me hacia daño, pero mis ojos no se podían apartar de ella. Cada vez estaba más y más cerca. Paró justo delante de mí y, como si de aire se tratase, la inhalé. Todo mi interior se abrasó al instante y quedé ligero como un gas, hueco y argénteo. Ahora era yo quien reflejaba. Me sentía feliz aunque no sabía si aquél era yo, mi imagen o la imagen de mi imagen...

Niñocactus

lunes, 22 de enero de 2007

Encontró su número de móvil apuntado en una servilleta. Habían pasado semanas. El destino, pensó. Llamó. El teléfono estaba dado de baja.

Niñocactus
Cuando le llegó la hora de declarar, el político subió al estrado, posó su mano derecha sobre la biblia y, adoptando una postura digna, pronunció con voz segura:

"Juro decir mi verdad, toda mi verdad y nada más que mi verdad"

Ning1

domingo, 21 de enero de 2007

El camino era circular, pero tuvo que andarlo para saber que el punto de partida era la meta.

Niñocactus
Me encanta saborear el fracaso de mi sombra a medianoche. Luego enciendo la luz y nos reconciliamos junto al ficus.

Niñocactus

viernes, 19 de enero de 2007

Avances de la ciencia

Se había pasado los últimos quince años de su vida intentando resolver una casi indescifrable ecuación matemática. La resolución se alargaba ya por más de cien folios. Todos con multitud de explicaciones e incisos en los márgenes. Por fin, un veintinueve de Mayo, a las tres de la madrugada, encontró la solución.

Se levantó de un salto. Se arrancó la bata y arrojó, lejos, el lápiz. Por fin lo había conseguido. La alegría, sin embargo, sólo le duró nueve minutos. El tiempo que tardó en sentirse vacío. Empezó a dar vueltas por el laboratorio, ¿Y ahora qué? Se preguntaba mientras miraba, asombrado, la solución.

Sólo tardo otros cinco minutos en encontrar la respuesta. Miró hacia los lados. La habitación estaba vacía. Nadie había visto su explosión de alegría. Cogió los últimos veinte folios y los metió en la trituradora. Mientras la máquina hacía su trabajo con un ruido mecánico, él se ponía otra vez la bata mimando un botón casi roto. Después recogió el lápiz y se preparó, con una sonrisa en el rostro, para enfrentarse a otra noche de arduos cálculos.

Ning1

miércoles, 17 de enero de 2007

La calle llevaba tres semanas cortada por obras. Cambio de tuberías o algo así. Cuando encendieron de nuevo el semáforo encontraron al hombrecito rojo durmiendo en el hueco de abajo.

Niñocactus

martes, 16 de enero de 2007

En mi patio hay una escalera que no lleva a ningún sitio. Hace dos días que un amigo subió por ella. Ha desaparecido.

Niñocactus
El culturista nunca encontraba pareja. Un día leyó que la belleza estaba en el interior. Le atendieron en el hospital dos días después. Se había intentado tragar las pesas.


Ning1

lunes, 15 de enero de 2007

La mujer barbuda está enamorada. Picas, le dijo. Desde entonces anda buscando trabajo.

Niñocactus
Como cada veinticuatro horas, cuando el día hubo acabado, la noche cayó. Lo había hecho más de cien mil veces. Pero por primera vez cayó mal. Se rompió la luna y hubo que escayolarla. Los gatos, desorientados, maullaban a las farolas.


Ning1

domingo, 14 de enero de 2007

Habían forzado la puerta. La casa estaba desordenada. Recorrí las habitaciones inquieto buscando algo que echar en falta. Pero estaba todo, no se habían llevado nada. Me senté paladeando el sabor de las lágrimas secas. ¡No se habían llevado nada! Al día siguiente me mudé. Sólo me llevé lo puesto.

Niñocactus

viernes, 12 de enero de 2007

En un rincón del jardín el niño excavaba con su palita. Iba haciendo pequeños montones con arena de distinto color. De pronto se quedó paralizado. La tierra se había vuelto rojiza. Salió corriendo a buscar alcohol y algodones. Ya está, ya está, le susurró. Ahora pisa con suavidad.

Niñocactus
He salido a correr y me he dado cuenta de que se me caen menos los auriculares que en verano, será por la dilatación de las orejas, creo yo. Iba tan absorto en la música que no le hice caso a un perro que me ladraba así que arremetió contra una viejina con bolsas de la compra. Como estaba sorda también pasó de él. Desde que me compré las zapatillas sin cordones no se me desatan.

Niñocactus

miércoles, 10 de enero de 2007

Descubrimientos

La situación había llegado a ser desesperada. Sus ropas estaban cubiertas de sudor y de salitre, acumulados durante semanas de dura navegación. Sus cuerpos, tanto tiempo expuestos al sol, mostraban una piel morena y arrugada. Habían pasado frío y hambre, e incluso, era un secreto a voces, había existido un intento de motín. Pero ahora por fin, setenta días después de partir, las tres carabelas habían llegado a tierra.

Toda la tripulación había bajado a la playa a celebrarlo. Se abrazaban y reían. Había quienes cantaban y quienes explicaban cómo iban a contar, a su vuelta, todo lo que estaban viendo. En el centro de un corrillo, el vigía explicaba lo que había sentido al otear tierra. Todos disfrutaban de la ya casi olvidada sensación de pisar tierra firme y de haber sido los primeros en llegar hasta allí.

Con aquel descubrimiento, la tierra quedaba definitivamente redondeada. Quedaba demostrado que no había una gigantesca catarata al final del mundo por la que caían las aguas de todos los océanos. Solo, en el barco, el comandante de la expedición, lloraba decepcionado.


Ning1
Se miraron entre líneas. Ella vestía impersonal, como se amuebla un piso en el que no se vive. A él le vestía su madre. Se alejaron para acabar juntos. Años después, hilvanando abrazos, se dieron cuenta de que el texto también era importante.

Niñocactus

martes, 9 de enero de 2007

Salió corriendo en dirección contraria a donde quería ir. Cuando su corazón no pudo bombear más rápido y su respiración agotó el aire que le rodeaba, sus piernas se doblaron y cayó al suelo. Con el sudor escociéndole en los ojos levantó la mirada para ver si había llegado.

Niñocactus
A niñocactus nunca le invitaron a un cumpleaños porque explotaba los globos. Hoy le ha salido una flor.

Niñocactus

lunes, 8 de enero de 2007

Releía, cada noche, todas sus cartas de la primera a la última. Al final siempre acababa llorando.
Un día se equivocó y las leyó al revés. Se acostó con una sonrisa en la almohada.

Niñocactus

sábado, 6 de enero de 2007

La princesa vio al sapo y supo que detrás de la piel escamosa y los ojos saltones, se escondía su príncipe azul. Corrió hacia él tan rápido como se lo permitieron sus molestas enaguas y la falda de largo vuelo azul.

Al llegar lo recogió del suelo y cerró los ojos mientras acercaba sus rostros. Intentaba esquivar así, el asco que le suponía juntar sus aterciopelados labios con las verrugas del animal.

Lamentablemente, con tantos escrúpulos, su gesto fue demasiado lento y el batracio besó primero. Ahora croan los dos.



Ning1