martes, 28 de julio de 2015

AL OTRO LADO

Existe una Feria del Libro diferente e inesperada al otro lado de las casetas. Una Feria que te lleva a la carrera al igual que el conejo de Alicia. Una Feria llena de encuentros, de sorpresas y, sí, de alguna Reina de Corazones.
Éste ha sido mi primer año al otro lado. He tenido la suerte de poder compartir la experiencia con compañeros fabulosos. La trastienda de la Feria es lugar de reunión: autores, ilustradores, editores… Por fin se materializan los abrazos que llevaban esperando meses tras innumerables mails. Es un momento para confraternizar, para celebrar y hacer contactos. Y en medio de todo ese intercambio de experiencias, de sonrisas, de conversaciones pendientes, están las firmas, las librerías y los lectores.
Una misma caseta puede ser tan inmensa o tan estrecha como te lo haga sentir el librero o la librera de turno. Puedes estar mirando el reloj mientras adviertes que estorbas, o hallarte tan a gusto que no te importaría pasar allí toda la tarde. Yo lo he sentido así. Sin ninguna duda para las librerías se trata de un negocio, y su objetivo es vender. Cuanto más, mejor. Aunque al final ganen la partida los libros más mediáticos y televisivos, que son los que primero les entran a los niños por los ojos. Libros de «corchopán». Pero si, aun así, las librerías ofrecen su espacio para que los lectores puedan conocer a quienes escribieron e ilustraron los libros, es porque ellas también disfrutan y son cómplices del encuentro.
La primera librería en la que firmé sólo había llevado cinco ejemplares de mi libro El secreto de Sofía. El último, Comino, ni se molestaron en pedirlo al distribuidor. No me presentaron en ningún momento, ni me dejaron espacio para firmar (tenía que hacerlo encima del mar de volúmenes que poblaban su puesto). En todo instante tuve la sensación de que les debía un favor. Por suerte, en media hora se vendieron todos.
En la segunda librería me recibieron con una sonrisa. Mis libros formaban dos montañas bien visibles, disponía de un hueco en la mesa para poder firmar y una zona donde dejar mis cosas. Si quien pedía consejo para comprar no tenía una idea clara de lo que buscaba, las libreras recomendaban inmediatamente mis libros como lo mejor que podrían leer. Luego llegaba mi turno: presentar las historias, contar alguno de sus secretos… Saber venderse es una asignatura pendiente. Pero si tu libro te apasiona, si lo demuestras cuando hablas de él, pocos padres y niños se resisten a comprarlo.
La Feria deja un buen sabor de boca. Sin duda, es una experiencia y una suerte poder vivirla de los dos lados.