Le había prometido la luna, así que construyó una enorme escalera de palabras para subir hasta el cielo. Y allí estaba ella: blanca, redonda, gigante; tanto, que apenas podía abarcarla con sus bracitos. Ya no estarás sola, le susurró. La niña comenzó el descenso y el largo camino que la separaba de su pequeño príncipe. Durante el viaje, la luna se fue haciendo cada vez más pequeña, de modo que, el día que llegó ante él, ya no quedaba nada. Los ojos de la niña lloraron dos lágrimas que el principito secó con un beso. Después, puso sus manos entre las de ella llenando aquel hueco vacío. Noches más tarde, entre los dedos de príncipe, comenzó a crecer un trocito de luna...
Niñocactus