-Escapista como mi padre –responde Esteban si le preguntan qué le gustaría ser de mayor.
Entonces comienzan las miradas de grandes ojos abiertos, y los interrogantes silenciados antes de tomar forma en los labios. Pobre chiquillo, murmuran. Pero a él no le importa. Hace tres meses, su padre consiguió vencer los barrotes de la prisión.
-Será nuestro secreto –susurró al guardar el pañuelo lleno de lágrimas y mocos que acompañaban a cada visita-. Todas las noches, cuando los guardias duerman, yo me escaparé para darte un beso.
No se hizo esperar. A la mañana siguiente, el niño descubrió un papel doblado sobre su almohada: “Nadie podrá separarme de ti. Te quiero. Papá.”
Escondida tras la puerta su madre llora. Gracias, repite una y otra vez, gracias. Y sus palabras las dirige a aquel a quien ya no reza para pedirle que Esteban nunca reconozca su letra en aquellas cartas.
NiñoCactus