lunes, 22 de octubre de 2012

La desnudez de los árboles

Descubrí que el frío, guarecido durante el verano entre las hojas de los árboles, migra en otoño hasta el interior de los hombres.
Dónde acabe ese jirón helado depende del azar. Si se clava en la garganta, las palabras saldrán cortantes, por mucho calor que les insuflemos. Y si se esconde bajo los párpados, lloraremos ventiscas. Puede refugiarse entre los dedos, llenando de escarcha cada caricia; o en los pies, haciendo resbaladizo cualquier paso a dar.
Pero, por mucho que se prolongue el invierno, siempre habrá una primavera llena de hojas para acoger de nuevo al frío.

NiñoCactus

jueves, 18 de octubre de 2012

Semen

La solución de la tercera horizontal era facilísima, pero me daba vergüenza decirla con mi padre delante. Hasta se había saltado la definición adrede. Y nada, ahí seguíamos los dos disimulando con la “Operación crucigrama”, sabiendo que resultaba imposible continuar. Ninguno podía pensar ya en otra cosa, y la palabra provocaba el blanqueo de las demás casillas. Por suerte, llegó mi hermana al rescate.
—¡Vaya rollo! —exclamó—. ¿Por que no jugamos todos al Tabú?

NiñoCactus

sábado, 13 de octubre de 2012

La trampa del espejo de doble vista

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, mi vecina reiteraba, cada día, los mismos pasos de manera milimétrica. Realizaba su cotidiana rutina de manera completamente automatizada.
Esto la convirtió en blanco fácil para amenizar mi aburrida existencia. De este modo, comencé a colocar distintos obstáculos en su monótono trayecto. Con paciencia infinita, conseguía resolver cualquier traba, sin embargo ello le hacía acumular un pequeño desfase horario, que aumentaba con cada jornada.
Cuando, finalmente, le fue imposible continuar con su vida aprendida, comenzó a improvisar. A veces se sorprendía tanto a sí misma que explotaba en estridentes carcajadas. Mientras, yo, desde mi ventana, continuaba mi iterativo quehacer.
NiñoCactus

viernes, 12 de octubre de 2012

La imposibilidad de la anarquía

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, indagaba la forma de transgredir cualquiera de sus leyes. Así rastreaba pequeños indicios que desvelasen una leve excepción pasada por alto, ese mínimo error no tenido en cuenta en la fórmula de sus proposiciones.
Aquel día la comida había sido copiosa, y me fue imposible conciliar el sueño durante mi hora de la siesta. Fue entonces cuando lo descubrí: la realidad también se evadía durante ese lapso de tiempo, exactamente cuatro minutos y quince segundos. Lo suficiente para pasar desapercibida.
            De ese modo, me hice adicto al caos, hasta que descubrí que también tiene sus propios códigos.

NiñoCactus