Descubrí que el frío,
guarecido durante el verano entre las hojas de los árboles, migra en otoño
hasta el interior de los hombres.
Dónde acabe ese jirón helado depende del azar. Si se clava
en la garganta, las palabras saldrán cortantes, por mucho calor que les
insuflemos. Y si se esconde bajo los párpados, lloraremos ventiscas. Puede
refugiarse entre los dedos, llenando de escarcha cada caricia; o en los pies,
haciendo resbaladizo cualquier paso a dar.
Pero, por mucho que se prolongue el invierno, siempre habrá
una primavera llena de hojas para acoger de nuevo al frío.
NiñoCactus