martes, 30 de octubre de 2007

Solución

La mayoría de los laberintos desaparecen cuando uno deja de sentirse perdido.

Niñocactus

El Viaje


Escuché gaviotas y olas y oraciones. Aparecieron creando música. Una nana para el silencio, un arrullo para el sueño. ¡Qué música aquella que esponja el alma y escoge la paz de entre los miedos! Música sin notas, sin colores. Música sin formas, nueva, abierta, encontrada. Música naciendo de la vida a la vida. Sirenas de un arrecife...

Escuché gaviotas y olas y oraciones. Rompiendo la música con el estruendo de un cristal que cae. ¡Qué ruido aquel que despierta y escoge el miedo! Ruidos surgiendo de la tierra. Sirenas de tierra en lengua extranjera.

Niñocactus

jueves, 25 de octubre de 2007

Reflejos

Se miró en el espejo y vio, reflejados, unos rasgos que no eran los suyos. Sin embargo, lo que más le asustó, fue que la cara que veía se apartó, aterrada, mucho antes que él.

martes, 23 de octubre de 2007

Evolución

Siglo tras siglo la lluvia, el viento y las heladas irán erosionando la curva de Gauss hasta que quede completamente plana.

Niñocactus

jueves, 18 de octubre de 2007

Nocturnidad

Ocurrió el martes por la noche. Había dejado de llover y se escuchaba el agua de la fuente. Todos los bancos de la plaza estaban vacíos menos uno en el que un viejo con Alzheimer daba de comer a los pájaros a la hora equivocada. Una paloma con insomnio picoteaba feliz las migas de pan.
Niñocactus

martes, 16 de octubre de 2007

Declaración de principios

Apresura el paso aunque no sabe adónde ir. Sus manos, su frente se cubren de sudor. La boca se le seca y el corazón le late en la garganta con las palabras pronunciadas. Sabe que le descubrirán. Que nada se puede ocultar para siempre. Que tarde o temprano se encuentra al que ha dicho la verdad.

Niñocactus

viernes, 5 de octubre de 2007

Nicolás

Con sus ocho años recién cumplidos Nicolás se caía una vez cada día. Ni una más ni una menos. Todas las mañanas, antes de ir al colegio, acababa con su cuerpo por el suelo.

Por eso, Nicolás, siempre tenía el cuerpo lleno de tiritas y moratones.

Sus padres se preocupaban. Habían recurrido a los mejores especialistas: neurólogos que calibraron su cerebro, traumatólogos que comprobaron la solidez de sus rodillas, otorrinos para valorar su equilibrio… Y ninguno de ellos encontraba la solución.

Buscaban mal. La solución no estaba en su cuerpo. Estaba en su colegio. Y es que, cada vez que llegaba a su clase con una nueva herida y la guapísima profesora, Julia, lo veía, se repetía el mismo ritual.

-¿Ya te has vuelto a caer Nicolás?

- Si seño, al bajar las escaleras

- Ven anda, que te de un beso que lo cura todo.

Y Nicolás sonreía.