“Vecinos de la pedanía de El Rebolledo asisten atónitos a una lluvia de ranas diminutas
El extraño fenómeno meteorológico se produjo el pasado jueves tras las intensas lluvias”
Decía mi abuelo que la explicación para las preguntas sin respuesta está en los cuentos. Al leer esta mañana el periódico recordé una de las historias que me contaba antes de ir a dormir. Hablaba de una rana, Puck, que miraba con desaliento el humedal donde su extensa familia vivía apelotonada, y observaba anhelante el cielo vasto y limpio allá arriba. Soñaba cómo sería nadar en aquel enorme estanque de agua, sin la necesidad de pedir perdón cada vez que chocaba con alguna de sus hermanas.
Pasó meses y meses imaginando mil formas de llegar a lo alto. Pensó que quizás podría alcanzarlo al saltar desde la última rama del árbol más grande; o tal vez pidiéndole al águila que la llevase entre sus alas; o a lo mejor aprovechando un día de vendaval... Probó cada una de sus ocurrencias y nada, sólo obtuvo un fracaso tras otro.
Una noche, mientras croaban juntas a la luna, ideó un plan casi infalible. Así pues, convocó una reunión general y expuso su proyecto. Si todas las ranas se subiesen unas encima de otras, construyendo una torre; al brincar primero la de abajo y luego, en el aire, saltasen las siguientes sucesivamente; conseguirían sumar su energía y tocar el firmamento.
La operación no se hizo esperar. Rápidamente comenzaron a colocarse según las indicaciones de Puck, dejándole a ella el puesto de la cima.
-¡Ahora! –gritó cuando estuvo preparada. Y una a una fueron ejerciendo con sus patas toda la fuerza de la que eran capaces.
Puck subió y subió y subió atravesando las nubes hasta perderse de vista. El resto de su familia se congregó en la orilla a la espera de su inminente descenso con los ojos puestos en el cielo. Sin embargo esto nunca ocurrió. Pasaron varios días así, hasta que comenzó a dolerles el cuello, y decidieron volver a su rutinaria vida.
Habrá caído en otro lugar, decían algunas. Estará nadando donde siempre quiso, pensaban otras.
Yo ahora sé cuáles tenían razón.
NiñoCactus