Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, siento como el último hálito de vida se escapa de mi cuerpo. Toda mi existencia perdida por nada: la búsqueda de la flor de araisai, las negociaciones con aquel gurú para conseguir el frasco de los vientos, el asalto a la fortaleza del sultán de Atsael, donde se custodiaba el cuerno del primer unicornio... Mi gran esperanza arruinada por el maldito gato que tuvo que volcar el caldero justo antes de que estuviese lista la pócima de la eterna juventud. Si ya lo decía mi madre: “Da igual que seas bruja, los gatos negros siempre han traído mala suerte”.
NiñoCactus