Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol. Así hablaba padre mientras hoyaba la tierra árida que rodea nuestra casa. Tras varios años de trabajo y paciencia, sólo consiguió ver brotar un pequeño jardín de rastrojos agostados.
Una mañana, encontré a padre sentado a pleno sol.
-Entre en casa –le dije-. No ve que hace demasiado bochorno.
-Ven. Siéntate. Aquí es donde dará sombra nuestro árbol.
No quise llevarle la contraria y me acomodé a su lado. Al momento, sentí el frescor del lugar. Se estaba realmente bien.
Sí, pensé, será justo aquí.