viernes, 21 de diciembre de 2007

Feliz Navidad

El carpintero, días antes del edicto, construyó una hermosa cuna. Grabó una estrella en la cabecera y un pequeño burro a los pies.
Momentos antes del parto, mientras calzaba el pesebre y lijaba sus ásperos bordes, sonrió al escuchar los rebuznos.
Niñocactus

martes, 18 de diciembre de 2007

No soy moderno

Suelo caminar con las manos en los bolsillos y los ojos directamente clavados en el suelo. La “toma de tierra” que dice mi hermana. Hoy, de reojillo, he comenzado por mirar a los lados y un poco al frente. Me he quedado sorprendido y, con una duda acelerando mis pasos, he salido corriendo hacia casa. Una vez conectado a Internet y tecleando página tras página encontré la respuesta. Estoy descatalogado.

Niñocactus

martes, 4 de diciembre de 2007

Viajes Pendientes

Aquella mañana le sorprendió de nuevo el ruido de la estación. Llevaba diez años viviendo en la misma casa y ya, durante el primero, había dejado de oír los trenes. Bajó las escaleras de dos en dos con la curiosidad despabilándole las legañas. Quería ver a los pasajeros. "¿Quién sabe?", pensó.

Al llegar, el andén estaba vacío; sólo una mujer, arrugada por la edad, permanecía sentada en uno de los bancos de hierro. "El tren de las 8,15 se suprimió hace algo más de tres años", le indicó extrañado el empleado de información. No pudo evitar reírse con ganas mientras salía por la puerta. "La pequeña aventura del día", se dijo.

A la mañana siguiente le despertó de nuevo el traqueteo del ferrocarril. Miró el reloj: las 8,15 h. Compró un café para llevar en la cafetería de la estación y caminó hacia las vías mientras daba pequeños sorbos. En el mismo banco, la misma mujer y la misma postura. Parecía una de esas estatuas de bronce. Se acercó para preguntarle si necesitaba algo. Ella le sonrió y le hizo un ademán para que se sentase a su lado. Cuando lo hizo le explicó que llevaba años yendo cada mañana para coger ese tren. Años pensando en escapar de su vida, de su marido, del alcohol y las palizas. Pero cada día veía cómo se marchaba y, con él, un pedazo de sus sueños e ilusiones.

"Y ahora ya ve, mi marido ha muerto y me gusta venir para recordar el lugar donde dejé marchar mi vida tren tras tren. ¿Quién sabe? Quizás algún día me decida a ir allá donde acabaron mis esperanzas, al otro lado de estos raíles..." Mientras hablaba sacó del bolso un papel amarillento en el que apenas se podía leer ya la tinta. "Una vez hasta me atreví a comprar un pasaje, fíjese. Pero en el último momento..." Él lo cogió entre sus manos. "Tal vez este billete aún le sirva. Quizás aún conserve la fuerza que la movió a comprarlo."

"Tal vez...", respondió.

Esa noche apenas pudo dormir y llegó antes de tiempo a la estación. Compró dos cafés y se dirigió al banco en busca de la mujer. No estaba allí. Se sentó pensativo. Al rato, el chirrido de unos vagones que comenzaban a moverse le sacó de su ensimismamiento. Eran las 8,15 h. Se puso de pie y agitó la mano despidiéndose.


Niñocactus

Sin título

Al caer cada noche, a esa hora en que las estrellas menos tímidas coquetean con los últimos rayos de sol, ella bailaba frente a los escaparates de unos grandes almacenes. Aprovechaba el reflejo que el cristal le regalaba para observarse y disfrutar de la belleza que su cuerpo creaba.

Bailaba con toda su alma y con cada rincón de su cuerpo. Desde sus pies hasta sus párpados. Todo en ella servía para tejer su danza.

Nunca utilizaba música, sólo la que sonaba en su cabeza. Una melodía invisible para todos menos para ella. Quizás por eso nadie se paraba nunca a verla.

Dentro, los maniquíes, dejaban caer las lágrimas.


lunes, 3 de diciembre de 2007

Sed de Besos

Ayer le di un beso a una boca de riego.

Niñocactus