jueves, 20 de diciembre de 2012

El fin del mundo

Jugando a ser Dios, destruyeron el mundo en seis días y, al séptimo, descansamos todos.

NiñoCactus

Y si...

Al pensar en el refranero, una inquietud me invade el estómago. Aquí estoy, preparando mi tercer fin del mundo como si tal cosa. En realidad no hay nada mejor que normalizar lo insólito. Bueno sí: maravillar lo ordinario. 
Mi primer fin el mundo tuvo lugar con el cambio de milenio. Nostradamus poseía un buen curriculum de profecías, y no era fácil bromear con ello. Recuerdo que lo pasé con Isabel, mi pareja de entonces. Estábamos locamente enamorados, y convencidos hasta el tuétano de querer pasar juntos toda la eternidad. De hecho, nos aterraba la idea de morir separados y no conseguir encontrarnos en el más allá. Pero la vida siguió, y nuestra eternidad duró exactamente dos años y ciento ochenta y tres días más. Incluso me atrevería a asegurar que, al final, se nos hizo un poco larga.
Mi segundo fin del mundo fue menos serio. Lo auguró Esteban, el portero del edificio, y carecía de las distinciones del astrólogo francés. Según sus cálculos, el 6 de junio de 2006 se produciría la llegada del anticristo. Nos llenaba los buzones de cartas apocalípticas, y el último día nos prohibió usar el ascensor porque era la puerta de entrada al averno. 
Natalia, mi pareja en ese momento, también estaba convencida de querer pasar el resto de su vida, o de su muerte, a mi lado. Por supuesto, no ocurrió ninguna catástrofe en la fecha en cuestión. Aunque he de reconocer que no hay nada mejor que amarse como si fuese la última vez. 
En esta ocasión, toda la vida también tuvo fecha de caducidad provocada por una beca de investigación en los Estados Unidos, y un jefe de laboratorio muy entregado a la ciencia. 
Y hoy, mientras enciendo las velas y me pregunto si el fin del mundo no estará esperando a que yo encuentre a la mujer de mi vida, pienso en Ángela y siento que es la definitiva. Sí, no hay duda, ella es mi alma gemela. Entonces me acuerdo del refranero y me entra de nuevo el hormiguillo. Bueno, todavía me quedan unos minutos para encontrarle alguna pega a la chica perfecta.
NiñoCactus

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sin prisas

Mientras aguardaba, en aquella inmensa hilera de almas, mi turno para entrar en el más allá, comprendí que las decisiones más importantes de mi vida las había tomado haciendo cola. 
Por ejemplo, descubrí mi verdadera vocación laboral esperando en la oficina del paro. Un mes más tarde, fundaba mi propia empresa de helados no derretibles. Y fue de pie, en otra larga fila, donde descifré mis sentimientos hacia la vecina de al lado. Juntos derribamos el tabique que nos separaba. 
Todas esas dilaciones frenaron la urgencia del día a día, y me concedieron algo de tiempo para pensar. 
En ese momento, fui consciente de que, tal vez, mi muerte había sido demasiado precipitada. Dicen que me salvó el segundo chispazo. No lo sé. Yo creo que fue meditarlo con calma.
 NiñoCactus

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El vals del tiempo - Cienmanos

Locura y creatividad contagiosa. Un proyecto salido de la ilusión y el trabajo de personas estupendas. Gracias a todas ellas por esta micronovela.
Aprovecho para recomendar el interesantísimo blog de nuestra correctora, Manuela Mangas, Con propósito de enmienda.
Y tampoco os perdáis el rincón de la brujita que nos reunió a todos.
Besos, abrazos y sonrisas.
NiñoCactus

lunes, 26 de noviembre de 2012

Problemas de género

Además, el pollo rebozado siempre humea demasiado concluye a modo de sentencia incuestionable.
¿Humea? ¿Cómo que humea? Mírame y jura que esto no tiene nada que ver con llenar la casa de ajos, o con aislar la habitación con placas de aluminio, o con buscar por internet zapatos bicolores, o con la propuesta en la junta de vecinos de construir un búnker en la segunda planta del garaje... Mírame y jura que no te has enganchado ahora a ningún ciclo de películas del oeste, por favor...

NiñoCactus

domingo, 11 de noviembre de 2012

Los siete cabritillos



Se había quedado viuda demasiado joven y, con siete pequeños a su cargo, todo se hacía cuesta arriba. Llevaba varios meses sin fuerzas para salir de la cama. Ya no soportaba aquel griterío, los llantos, las peleas... «¡Ojalá viniera el lobo y os comiese a todos!».
Poco a poco se obsesionó con aquella idea. Ni siquiera fue consciente de la metamorfosis: la rabia, el acecho, el hambre... Hasta que, finalmente, se convirtió en su anhelado depredador. Cuando volvió en sí y vio lo que había hecho, llenó su barriga de pastillas, y se ahogó en una botella de alcohol.
NiñoCactus

Para el "Tratado de Griminología" de la Triple C 
Gracias a Juanlu por su sobrecogedora imagen.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La mirada miope del hombre tranquilo

De la rutina insípida de su oficina pasa al tedio monocromo de su hogar. Y, sin embargo, se siente feliz. Incluso aplaude las bondades de una existencia ordenada y tranquila.
— Papá, ha llamado tu oftalmólogo. Dice que te has saltado las cuatro últimas revisiones.
Él se coloca las gafas de cerca y ojea el correo. Solo hay facturas.
— Papá, ¿me escuchas?
Pero no contesta. Sigue a lo suyo, con ese temor a ver bien de lejos, a mirarse un día desde fuera y observar nítidamente la escena borrosa con que siempre se topa.

NiñoCactus

lunes, 5 de noviembre de 2012

Efectos colaterales

Mi vecino de enfrente adereza sus guisos cantando. Y lo hace fenomenal. Solo hay una pequeña pega: ahora las arias de Verdi me estriñen, y Turandot me produce gases.

lunes, 22 de octubre de 2012

La desnudez de los árboles

Descubrí que el frío, guarecido durante el verano entre las hojas de los árboles, migra en otoño hasta el interior de los hombres.
Dónde acabe ese jirón helado depende del azar. Si se clava en la garganta, las palabras saldrán cortantes, por mucho calor que les insuflemos. Y si se esconde bajo los párpados, lloraremos ventiscas. Puede refugiarse entre los dedos, llenando de escarcha cada caricia; o en los pies, haciendo resbaladizo cualquier paso a dar.
Pero, por mucho que se prolongue el invierno, siempre habrá una primavera llena de hojas para acoger de nuevo al frío.

NiñoCactus

jueves, 18 de octubre de 2012

Semen

La solución de la tercera horizontal era facilísima, pero me daba vergüenza decirla con mi padre delante. Hasta se había saltado la definición adrede. Y nada, ahí seguíamos los dos disimulando con la “Operación crucigrama”, sabiendo que resultaba imposible continuar. Ninguno podía pensar ya en otra cosa, y la palabra provocaba el blanqueo de las demás casillas. Por suerte, llegó mi hermana al rescate.
—¡Vaya rollo! —exclamó—. ¿Por que no jugamos todos al Tabú?

NiñoCactus

sábado, 13 de octubre de 2012

La trampa del espejo de doble vista

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, mi vecina reiteraba, cada día, los mismos pasos de manera milimétrica. Realizaba su cotidiana rutina de manera completamente automatizada.
Esto la convirtió en blanco fácil para amenizar mi aburrida existencia. De este modo, comencé a colocar distintos obstáculos en su monótono trayecto. Con paciencia infinita, conseguía resolver cualquier traba, sin embargo ello le hacía acumular un pequeño desfase horario, que aumentaba con cada jornada.
Cuando, finalmente, le fue imposible continuar con su vida aprendida, comenzó a improvisar. A veces se sorprendía tanto a sí misma que explotaba en estridentes carcajadas. Mientras, yo, desde mi ventana, continuaba mi iterativo quehacer.
NiñoCactus

viernes, 12 de octubre de 2012

La imposibilidad de la anarquía

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, indagaba la forma de transgredir cualquiera de sus leyes. Así rastreaba pequeños indicios que desvelasen una leve excepción pasada por alto, ese mínimo error no tenido en cuenta en la fórmula de sus proposiciones.
Aquel día la comida había sido copiosa, y me fue imposible conciliar el sueño durante mi hora de la siesta. Fue entonces cuando lo descubrí: la realidad también se evadía durante ese lapso de tiempo, exactamente cuatro minutos y quince segundos. Lo suficiente para pasar desapercibida.
            De ese modo, me hice adicto al caos, hasta que descubrí que también tiene sus propios códigos.

NiñoCactus

sábado, 29 de septiembre de 2012

Las manos vacías

Hasta chocarse contra una pila de maderos donde interrumpía mi recuerdo. Al otro lado, se iba oscureciendo todo lo que quedaba de padre: la huida al monte a medianoche; las manos de madre agarrando por última vez las suyas, y apretando tan fuerte que podía oírse un grito ahogado entre los dedos; el último beso, casi voraz; el silencio que ocuparía su hueco en casa. 
Desde entonces, cada día, madre cierra los puños asiendo todavía aquel calor con tanta intensidad que las uñas se clavan en sus palmas. Últimamente ha cambiado, ahora sus yemas rozan la piel como una caricia.

NiñoCactus

jueves, 20 de septiembre de 2012

La madre Muerte

Se oye un rítmico puf puf de fantasmas paridos, mientras los huesos de la mujer se estremecen con cada nueva contracción. Su esqueleto se arquea por los dolores de parto, pero no hay tregua: van llegando uno detrás de otro.
Con un gesto mecánico, dos individuos, vestidos completamente de sombras, recogen al nuevo ser y le limpian cualquier resto de luz que pudiera quedar en su cuerpo. Lo más importante es no olvidarse de los párpados, casi siempre persiste algún residuo debajo. Después, ya puede empezar a moverse solo.
Los tiempos cambian, se dicen. Antes morían todos llorando y, ahora, parecen albergar un soplo de esperanza.

NiñoCactus

jueves, 13 de septiembre de 2012

Anhelo

NiñoCactus sigue poniendo toda su ilusión cuando infla un globo, aún sabiendo la pena que le produce ver cómo explota al rozar sus pinchos.

NiñoCactus

jueves, 6 de septiembre de 2012

Cinco lágrimas - Dulce Promesa

A Isabel


Texto:  Cinco lágrimas
Música:  Dulce Promesa
Autor:  NiñoCactus
Arreglos:  Isabel Vélez
Intérpretes:  Daniel González y Sergio de Pedro (clarinete);   Sergio Gutiérrez (piano)
Montaje:  Sol González

Gracias a todos por este regalo

domingo, 29 de julio de 2012

Zambullirse con los ojos bien abiertos

            Jaime tenía miedo al agua. Incluso cuando bebía, lo hacía a sorbitos, para así evitar ahogarse. Tal era su pavor que ni siquiera se atrevía a sollozar. Si se ponía triste, se le encogía el corazón, pero no derramaba ni una sola lágrima porque no sabía cuánto llanto podía caber en sus ojos: ¿un charco?, ¿un río?, ¿un mar?...
            Debido a eso, todos se extrañaron el día en que Jaime pidió de regalo un traje de baño.
            –También te hará falta un flotador, o unos manguitos –le dijeron sus padres.
            –No ­–siguió tranquilamente el muchacho­–, solo necesito un par de alas.

NiñoCactus

viernes, 20 de julio de 2012

Alumbrar lo cotidiano



            Martín tiene ojos de estrella porque se pasa las noches mirando al cielo.
            En el pueblo, todos hablan de él.
            –¿Cuándo sentará la cabeza este muchacho? –se preguntan. Pero al cruzarse con Martín, nadie es capaz de decírselo. Se quedan mudos, perdidos en su mirada, llena de instantáneas luminosas. Y cada cual encuentra una imagen especial para sí.
            En los ojos del joven, la maestra se ve montada en una motocicleta, recorriendo a toda velocidad carreteras llenas de curvas entre montañas escarpadas. El panadero demuele edificios inútiles y los convierte en jardines llenos de naranjos y margaritas indecisas. La mujer del lechero toca las campanas de la iglesia, componiendo sinfonías con su repique melodioso. Y el posadero se descubre como avezado constructor de ascensores para subir a las nubes.
            Martín es hacedor de sueños y no quiere guardárselos para él.
            Por eso, en el pueblo, la maestra vuela con su bicicleta camino de la escuela; el panadero añade un poco de agua de azahar a la masa de los molletes; la mujer del lechero hace tintinear las botellas durante los repartos; y el posadero pone doble de espuma al servir la cerveza.
            Allí, todos los vecinos poseen un pedacito de estrella, aunque la mayoría ni se lo imagina.

NiñoCactus

Gracias a Clara Varela por permitirme participar en su proyecto,

miércoles, 11 de julio de 2012

La Mina


El abuelo Tomás decía que cuando uno respira el polvo del carbón durante un año, se le queda la mina adentro para siempre.
–La sangre se te vuelve negra –aseguraba–, pero no todos son capaces de verlo. –Por eso quería que yo trabajase en otra cosa, que pudiese elegir mi destino.
El abuelo Tomás me contaba las verdades sin tapujos.
–Los niños saben entender las cosas como son. –Y se enfadaba cuando le hacían callar aludiendo a mi presencia.
Al abuelo Tomás le gustaba la oscuridad, y sabía ver a través de la negrura de la noche. Luego, durante el desayuno, me desvelaba las historias que allí ocurrían.
Nunca me mintió, de eso estoy seguro, pero sí se calló alguna verdad. Como cuando mi madre se cortó mientras cocinaba, y de la herida brotó un líquido negro, brillante.
Yo le interrogué con los ojos, sin embargo él no dijo nada. Tan solo arrugó la frente al confirmar que yo llevaba el pozo ya dentro.

NiñoCactus

domingo, 24 de junio de 2012

Rayo de luna atravesando una lágrima al caer


También la noche tiene sus arcoíris.

NiñoCactus

miércoles, 13 de junio de 2012

Terrores diurnos


Muchas noches, Rapuncel soñaba que su torre se hundía como un castillo de naipes. Sin embargo, al despertar, continuaba igual de sólida que siempre.

NiñoCactus

Ponerse en marcha


Ese maravilloso viaje que le habían prometido estaba tardando demasiado en llegar. Así pues, Emilo Valverde, se sentó en una silla hasta que llegase el momento de partir, y así estar suficientemente descansado.
Pasaron muchos años, y una mañana se le acercó un niño para preguntarle qué hacía siempre allí sentado.
–Espero un viaje extraordinario que me han prometido –respondió el anciano.
–¿Y cuál es?
–La vida.

NiñoCactus

domingo, 3 de junio de 2012

Una certeza para días nublados

Cuando, como cada tarde, regrese su padre, Tomás se hallará en la ventana calculando si el sol desciende más rápido que de costumbre, exhausto de su lucha contra la noche. Últimamente le nota más cansado. Al escuchar el forcejeo de la cerradura sale corriendo para abrazar a su padre. Toca cosquillas y contagiarle su risa.
 –¿Hubo suerte? –pregunta madre.
 –Hoy tampoco.
Silencio.
Tomás sabe que las cosas no van bien, aunque no se lo cuenten, pero se duerme seguro de que su padre volverá a levantarse con energía suficiente para salir a la calle. Del sol no lo tiene tan claro.

NiñoCactus

miércoles, 23 de mayo de 2012

Las natillas de mi abuela


 Y al otro lado de la ventana, nada de nada, la vida permanecía inmóvil desde que mi abuela escondió al tiempo en el reloj de la cocina. Lo encontró el jueves, acurrucado, mientras podaba los rosales. Le daba miedo continuar su curso...
–Voy a ser el peor tiempo de la Historia –repetía­–. Menuda responsabilidad.
Y mi abuela tan tranquila, venga a cocinarle platos de abuela y a cantarle canciones antiguas.
Una mañana se levantó temprano y comenzó a preparar sus natillas especiales. La casa olía tan bien que hasta el tiempo metió prisa al segundero para enfriarlas más rápido.
Esa tarde me sorprendí al escuchar de nuevo el ruido de la ciudad. Todo volvía a ser como antes, sí, pero con un ligero toque de vainilla y canela.

NiñoCactus

martes, 15 de mayo de 2012

El primero de la clase


Se entrenaban para estar muertos los sábados por la tarde. La idea salió de mi tía Matilde, que era una perfeccionista, y todos se apuntaron para no contrariarla. Además, el tío Argimiro refrendó la propuesta con vehemencia, y se moría el primero entre estertorosos ronquidos. Una tarde, Carlitos lo hizo tan bien que no despertaba. Al final tuvieron que llamar al médico, y explicarle lo ocurrido. Tras examinar al pequeño, su cara de estupefacción se tornó grave.
–Siempre fue un muchacho muy aplicado –sentenció la abuela.
Y nadie dijo nada más.

NiñoCactus

domingo, 6 de mayo de 2012

Una mamá perfecta



            Como todos los niños, Camilo pensaba que su madre era la mejor del mundo. Y así lo decía:
–Mi mamá es la mejor. –Después hacía una pequeña pausa para terminar añadiendo–. Si fuese de chocolate, sería perfecta.
Pero eso tampoco le preocupaba demasiado, porque no conocía ninguna mamá de chocolate, ni de gominola, ni siquiera de natillas con galleta. Así pues, su madre seguía siendo la mejor del mundo.
Un tarde se paró frente al escaparate de la pastelería más increíble de toda la ciudad. Allí, entre todos los pasteles, tartas y caramelos, había un anuncio donde se leía: “Hacemos de chocolate lo que usted quiera”. Camilo abrió los ojos como platos. Miró el cartel, luego miró a su madre, luego el cartel otra vez, luego los donuts de colores, y por último la puerta de la tienda.
            –¿Entramos? ¡Por favor, por favor, por favor! –le pidió a su madre tirándole del vestido.
            Dentro olía de maravilla. Tanto que Camilo casi se olvida de por qué estaban allí. Lo recordó en seguida al ver las cajas de trufas sobre el mostrador.
            –Me gustaría hacer a mi mamá de chocolate –dijo carraspeando un poco.
            –Por supuesto –le respondió un viejecillo–, pero tardaré al menos dos horas. ¿Te importaría esperar?
            Y a Camilo no le importó.
            De vuelta a casa, el niño recorrió todo el camino abrazado a su madre. Daba gusto estar cerquita de aquel aroma tan delicioso. Y, además, todavía guardaba un poco el calor. No se separaría nunca de ella, se dijo Camilo. Pero su padre pensaba de otra manera, y esa misma noche le mandó a dormir a su cuarto.
            –Ya eres demasiado mayor para dormir en la cama con nosotros.
            Y cuando su padre decía algo, era mejor no hacérselo repetir.
            Camilo estaba tan contento con su mamá de chocolate que iba con ella a todas partes. Paseaban por la plaza, daban vueltas por el parque, patinaban por el carril bici... Y sonreía al ver al resto de niños mirarle con cara de envidia.  
            Sin embargo, existía un inconveniente terrible que Camilo no tuvo en cuenta al principio. Pronto le entraron ganas de darle un muerdecito a su madre para ver cómo sabía. Y claro, eso no podía hacerlo.
            Cada día le entraba más hambre, y sus tripas rugían sin parar. Hacían tanto ruido que no le dejaban ni ver la tele. Hasta necesitaba dormir con tapones del escándalo que montaban.
            –Por mordisquearle una uña no pasará nada –pensó una mañana.
            Y ese fue su error. Porque después de la uña siguió con el dedo, y no paró hasta terminar con todo. Si le preguntasen, diría ese que era el chocolate más delicioso del mundo.
            Pero como había comido demasiado, al rato comenzó a dolerle la barriga. Y lo peor era que, por glotón, ya no podía llamar a su mamá para que le curase.

NiñoCactus

Cuidado con la ilustración de Luis Rincón:
se les hará la boca agua.

viernes, 4 de mayo de 2012

El guisante sin princesa

 –¿Pero cómo vas a querer tú una princesa? Si eres un guisante –le dijo su madre al pequeño Gonzalo cuando salió de la vaina donde dormía.
­–Pues la quiero –respondió. Y se fue a desayunar sin dar más explicaciones.
Como era fin de semana, y no tenía colegio, Gonzalo se pasó dos días enteros leyendo libros de hadas. Necesitaba saber qué le gusta a una princesa, pues ese es el primer paso para enamorar a una chica. Pero lo que encontró no sabía si le gustaba a él.  
Por un lado, las princesas esperaban a un príncipe azul y él, como todos los guisantes, era bastante verde. Sin embargo, si aguantaba mucho la respiración, pero mucho, mucho, lograba un color violáceo tirando a azul. Y, para no correr el riesgo de asfixiarse, siempre le quedaba la opción de usar un tinte, o buscar a una princesa daltónica.
Por otro lado, y esto era un problema, las princesas andaban siempre metiéndose en líos: que si las secuestra un dragón, que si las hechiza una bruja malvada, que si se caen a un pozo, que si las envían a la otra punta del mundo... En definitiva, ya podía olvidarse de una vida tranquila y apacible. Un rollo.
Además, toda princesa que se precie tiene una laaaarga fila de pretendientes, a cada cual más apuesto y osado. Él era muy mono, su abuela se lo decía cuando iba de visita, pero no sabía si tanto como para sobresalir entre todos aquellos príncipes montados a caballo. Aunque él estaba aprendiendo a domar saltamontes y, con un enorme salto, podía pasar por encima de los demás.
Tampoco podía olvidarse del padre de la princesa. Y es que los reyes siempre andan poniendo condiciones absurdas y pruebas imposibles para evitar casar a sus hijas. Al menos en eso tenía alguna opción, porque siempre vencía quien menos se esperaba. Y, ¿alguien pensaría que un guisante lograría realizar aquellas proezas? Nadie.
El caso es que cada vez le convencía menos encontrar a una princesa remilgada y cursi. Solo encontraba pegas. Muchas. Y no estaba nada, nada seguro.
–Mamá –le dijo el domingo por la noche­ antes de ir a la cama–, tenías razón con eso de las princesas...
–Si ya te lo decía yo... ¿Cuándo me vas a hacer caso?
–Yo lo que quiero es una giganta. Es mil veces mejor. ¡Dónde va a parar!

NiñoCactus

Se inaugura un blog lleno de guisantes y papeles.
¡No se lo pierdan!
Gracias Luis por confiarme el primer cuento.

domingo, 29 de abril de 2012

Vida Postmortem


Lo curioso es que él mismo era una rosa cuando quería. No necesitaba regalarme un ramo pues él se transformaba en flor. Podía sentir sus caricias como pétalos frescos. Su aroma. No recuerdo bien el momento, pero comenzó a marchitarse. Tal vez debí haberlo cuidado con más mimo.
Entonces se convirtió en piedra. Y de la misma manera que nunca hizo falta que me entregase flores, no fue necesario que arremetiera con un arma para sufrir sus golpes. A veces roca, a veces cuchillo, a veces pistola... ¿Lo entiende?... Y ahora me acaba de matar. Se lo aseguro: estoy muerta.

NiñoCactus

...Y eso a alguien no le gustó


En un pueblo que se llamaba Visavis, los habitantes tenían prohibido hablar en grupos de más de dos personas. Resultó complejo organizarlo, pero enseguida se acostumbraron a la normativa. Las clases se impartían a un único alumno, quien luego explicaba la lección a otro, y este a otro más. La tienda tenía turnos de diez minutos por familia. Y en el bar se dispusieron reservados para cumplir la ley. Solo los mayores recordaban por qué se adoptó aquella medida, sin embargo callaban por miedo. Excepto la abuela de Emilio, que tenía demencia, y contaba cómo una vez todos se pusieron de acuerdo contra sus opresores...

NiñoCactus

jueves, 5 de abril de 2012

Formación Obligatoria

Con nuestro mecánico de confianza empezamos a tener problemas al quedarse en paro. Siguió haciéndonos los arreglos de forma particular. Sin embargo, cuando comenzó con los cursos de formación, las cosas cambiaron.

Primero, tras el taller de repostería monacal, encontrábamos el volante lleno de pegotes de mermelada. Luego hizo otro de interiorismo oriental, y modificó la tapicería para mejorar el feng shui. Pero con el último ha ido demasiado lejos. Ayer se nos apareció Juana de Arco al intentar saltarnos un semáforo en rojo. Y hoy descubrimos un pentáculo bajo la alfombrilla del conductor.

Está decidido: desde mañana, metro.

NiñoCactus


Más

Aquella tarde, papá regresó a la tumba entristecido. ¡Qué sabrán ellos!, repetía, ¡qué sabrán!

Había acudido a la reunión semanal de sabios insignes para exponer sus teorías acerca de otro estado una vez acabada la muerte, después de que la carne se hubiese consumido por completo dejando tan solo un esqueleto sin alma. De nuevo le habían tachado de loco, pero él estaba convencido de la veracidad de sus argumentos.

No quiso cenar nada. Antes de dormir, se acercó al ataúd de mamá, y acarició sus huesos con dulzura.

NiñoCactus

viernes, 24 de febrero de 2012

La puerta de atrás II



En la casa de Julia las puertas juegan a cambiar de lugar.
A la hora de dormir, si el sofá todavía quiere que ella se quede un rato, todos los umbrales conducen al salón. Y por la mañana, cuando olvida lavarse los dientes antes de salir corriendo al trabajo, la entrada le lleva directamente al baño.
Es una suerte tener una casa así, porque si a la prisa se le hace tarde, siempre hay una taza de café esperando en la puerta de atrás.
NiñoCactus

Un honor poder colaborar con Inés Vilpi
¡Entren por la puerta de su blog!
No querrán marcharse, se lo aseguro.

La puerta de atrás

Margarita Chicaiza procedía de una familia noble venida a menos. Al morir el padre, tan sólo le quedaba ya la vieja mansión de la colina, y éste la había dividido entre sus dieciocho hijos.

Al hermano mayor le correspondió el salón de festejos, adornado con lámparas de fino cristal y cuadros de gran valor. Al segundo descendiente le tocó el comedor, con la enorme mesa de caoba y los candelabros de oro. El tercero sonrió cuando supo que había heredado la biblioteca, llena de volúmenes originales de un precio incalculable. Poco a poco se fueron acabando las habitaciones, y cuando le llegó el turno a Margarita, la más pequeña de todos, tan sólo quedaba la puerta de atrás.

–¡Qué suerte he tenido! –pensó ella, mientras el resto discutía sobre aquel reparto injusto–. He recibido la entrada que siempre me condujo a mis juegos.

NiñoCactus

jueves, 23 de febrero de 2012

Pérdidas

Se dibuja una sonrisa mellada que disimula tapándose la boca con la mano. Pero la izquierda, porque en la derecha también le falta un dedo. Por eso la lleva siempre guardada en el bolsillo. Intenta que no se note todo lo que la vida le ha arrebatado, sin embargo son ya demasiadas cosas. La herida de un disparo le gangrenó la pierna izquierda. Una coz le hizo perder el riñón derecho. Tantas cicatrices dibujan el mapa de su historia. Pero sonríe, se tapa la boca con la mano, y sigue entregando su corazón como si no se lo hubiesen arrancado nunca.

NiñoCactus

viernes, 17 de febrero de 2012

La luz


La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él; la que, generación tras generación, había devuelto los marineros a tierra, a los brazos de sus mujeres y amantes... La luz que recordaba dónde hallar el pueblo cuando la noche convertía la mar en un abismo.

Dicen las mujeres que, desde que destruyeron el faro, ningún hombre de la aldea volvió a enamorarse por temor a no encontrar un día el camino de vuelta. Las relaciones se volvieron mecánicas, aprendidas, con el cariño justo para vivir cómodos sin echar de menos... Y nadie se quejaba porque así tenía que ser. Ni siquiera Carmen, que, en silencio, encendía cada noche una tea en su ventana.

NiñoCactus

Maravillosa ilustración de Aurora ¡GRACIAS!
(¡Y nos vamos junticos a Bolonia!)

domingo, 12 de febrero de 2012

Versiones

–Y castiga sin postre al gigante...
–¡Pero así no era el cuento! –protesta la madre.
–Así es ahora –replica el niño, harto ya de interrupciones.
–¡No! Jack tenía que salir corriendo para no ser atrapado...
–Claro, esa era la historia del niño. En ésta es la madre la que sube por la planta de judías. Y si no te gusta, ya verás cuando oigas la versión de Caperucita.

NiñoCactus

miércoles, 8 de febrero de 2012

El del ático

Reconozco que después de ver a Marilyn vestida de blanco me obsesioné con la vecina de arriba. Conocía de memoria su forma de taconear, los gemidos procedentes de su habitación me volvían loco, y cada vez que miraba por la ventana sólo veía su ropa interior secándose al sol. Pero jamás la acosé, ¡lo juro! Y no entiendo por qué me encierran.
NiñoCactus

viernes, 3 de febrero de 2012

Ella

«Joderme», repite Micky saboreando la palabra como el humo de su cigarrillo. Siempre creyó que el tabaco lo mataría antes que su lengua, pobre necio. Cómo odiaba tener razón.
Más de una vez me dijo que desconfiase de las rubias de los calendarios: «Esas mujeres no existen en la realidad, cuando las ves ya sabes que tienes un pie en la tumba».
Aquella tarde, cuando ella entró en local, se supo perdido. Ni siquiera le dio tiempo a desenfundar. Yo estaba a su lado y juro que la vi reflejada en sus ojos, pero en la puerta sólo había uno de los matones de Flatwood.

NiñoCactus

martes, 24 de enero de 2012

La manzana

Al diablo mismo enamoró Daniela con sus enormes ojos negros. Y aquel cuerpo que hacía pecar a todos los hombres cuando la miraban, redimió al mismísimo demonio.

NiñoCactus

Cuentan que...

Al diablo en una ocación le fallaron las fuerzas, y estuvo a punto de vender su alma a un niño a cambio de su inocencia.

NiñoCactus

jueves, 12 de enero de 2012

El café

La última alma humana pidió un café en el bar de siempre. No había nadie más así que se lo sirvió ella misma. Luego se sentó en la mesita del rincón, donde cada tarde se veían antes de ir a trabajar. Una ráfaga de viento entreabrió la puerta a su espalda. No necesitó darse la vuelta para saber que no era él sin embargo le fue imposible evitar que un escalofrío le recorriese el cuerpo. Y tal vez en su imaginación, tal vez no, sintió un beso fugaz en la nuca mientras la cucharilla daba vueltas dentro de la taza.

NiñoCactus

Olvido

La última alma humana olvidó, por un instante, que estaba sola. Quizá fue el olor a azaleas colándose desde el jardín, o la luz del sol al entrar cálida por la ventana, o simplemente el deseo. Uno que, de puro intenso, se hizo real durante unos segundos. Lo suficiente para soportar seguir existiendo en aquella completa soledad.

NiñoCactus

viernes, 6 de enero de 2012

Cinco Lágrimas

Antonia nació sin llanto una mañana cuajada de rocío. Sus padres, preocupados, consultaron a diferentes doctores: Cómo iban a saber que le pasaba algo a su bebé si no podía llorar. Pese a las palabras tranquilizadoras dadas por unos y otros, decidieron acudir a un curandero, el cual entregó cinco lágrimas a la pequeña.
Antonia creció sabiendo que sólo poseía cinco gotas de agua salada en sus ojos. Le parecían tan importantes que no debía malgastarlas. Así pues decidió reservarlas para momentos realmente necesarios, y encaró la vida con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando llegó al final de sus días aún no había derramado ninguna lágrima. Su última voluntad fue ir al mar. Una vez allí cerró los ojos para devolverle su valioso préstamo, el mismo que le había hecho vivir con tanta alegría.


NiñoCactus

Cumplimos cinco añitos y soplamos las velas con Aurora.
Gracias a todos por seguir pasando por aquí.

miércoles, 4 de enero de 2012

Nublado

La última alma humana permanecía detrás del cristal viendo llover.

–¡Vaya! –se dijo­–. Hace días que la ciudad amanece gris como si supiese que ya no estás.

Y las gotas de agua salpicaban la ventana desde dentro.

NiñoCactus

Adaptación

La última alma humana se inventaba amigas con quienes jugar. Como no le gustaba perder, resultaba complicado conservarlas. Por eso decidió que hacer trampas no era tan malo. Aunque las hacía de forma disimulada para que no se diesen cuenta.

NiñoCactus