La gota que colmó el vaso se sentía pequeña e insignificante mientras caía.
Niñocactus
miércoles, 31 de enero de 2007
lunes, 29 de enero de 2007
Nada más verla supo que era el amor de su vida. No pudo dejar de ser consecuente con sus sentimientos, así que se precipitó detrás de ella. Fue una decisión difícil. Había conseguido llegar a lo más alto y tomarla suponía arrojarse a un abismo cuyo final era imposible de vislumbrar.
Para su desdicha jamás consiguió tocarla, fuerzas que parecían guiarlos siempre lo impidieron. Sin embargo nunca desistió. Fielmente recorrió toda su vida al lado de ella.
Su anhelo se vio cumplido en el momento de su muerte; cuando por fin, dos mil ciento cuarenta y tres metros después de haber nacido, ambas gotas de lluvia se fundieron en un mismo charco.
Ning1
Para su desdicha jamás consiguió tocarla, fuerzas que parecían guiarlos siempre lo impidieron. Sin embargo nunca desistió. Fielmente recorrió toda su vida al lado de ella.
Su anhelo se vio cumplido en el momento de su muerte; cuando por fin, dos mil ciento cuarenta y tres metros después de haber nacido, ambas gotas de lluvia se fundieron en un mismo charco.
Ning1
domingo, 28 de enero de 2007
Siempre me quedaba a mano derecha, no importa que fuese o viniese. Jamás pasé por ella. Tampoco recuerdo haber visto a ninguna persona deambular por sus aceras. En todo momento la conocí vacía. Faltaba la luz de varias farolas pero el Ayuntamiento no se había molestado en cambiar las bombillas. Hoy amaneció tapiada. Alguien había dibujado con tiza una puerta sobre los ladrillos.
Niñocactus
Niñocactus
jueves, 25 de enero de 2007
Reflexiones
Me encontraba delante del espejo del cuarto de baño. Podía verme en él. Pero allí dentro no había nada. Estaba solo. Una imagen no puede ver al resto de las imágenes. Comencé a andar por el eterno vacío que me rodeaba. Ser el eco visible de una figura no es divertido, os lo aseguro. De pronto un murmullo. ¿Agua? Pensé que no existía absolutamente nada a este lado, pero allí (suena raro un adverbio de lugar en el vacío) había un río deslizándose. Al acercarme pude ver mi reflejo entre las aguas. No sé si aquello era mi yo primario o simplemente la imagen de mi imagen. De nuevo ocurrió, me encontré preso en la corriente alejándome de aquello que fui una vez. Al principio no podía respirar, sentía que me ahogaba, sin embargo de di cuenta de que para mi nueva esencia no era necesario lo mismo que para las anteriores. No sé cuánto tiempo pasó antes de que cambiase el movimiento; poco a poco se convirtió en un arrullo que me mecía en su seno. Sentí la arena contra mi piel (si es que la imagen de una imagen puede llegar a sentir algo físico como aquello) y el agua que se iba y volvía hasta que ya no volvió. Quedé tumbado sobre la arena mirando la estrella de fuego. Me hacia daño, pero mis ojos no se podían apartar de ella. Cada vez estaba más y más cerca. Paró justo delante de mí y, como si de aire se tratase, la inhalé. Todo mi interior se abrasó al instante y quedé ligero como un gas, hueco y argénteo. Ahora era yo quien reflejaba. Me sentía feliz aunque no sabía si aquél era yo, mi imagen o la imagen de mi imagen...
Niñocactus
Niñocactus
lunes, 22 de enero de 2007
domingo, 21 de enero de 2007
viernes, 19 de enero de 2007
Avances de la ciencia
Se había pasado los últimos quince años de su vida intentando resolver una casi indescifrable ecuación matemática. La resolución se alargaba ya por más de cien folios. Todos con multitud de explicaciones e incisos en los márgenes. Por fin, un veintinueve de Mayo, a las tres de la madrugada, encontró la solución.
Se levantó de un salto. Se arrancó la bata y arrojó, lejos, el lápiz. Por fin lo había conseguido. La alegría, sin embargo, sólo le duró nueve minutos. El tiempo que tardó en sentirse vacío. Empezó a dar vueltas por el laboratorio, ¿Y ahora qué? Se preguntaba mientras miraba, asombrado, la solución.
Sólo tardo otros cinco minutos en encontrar la respuesta. Miró hacia los lados. La habitación estaba vacía. Nadie había visto su explosión de alegría. Cogió los últimos veinte folios y los metió en la trituradora. Mientras la máquina hacía su trabajo con un ruido mecánico, él se ponía otra vez la bata mimando un botón casi roto. Después recogió el lápiz y se preparó, con una sonrisa en el rostro, para enfrentarse a otra noche de arduos cálculos.
Ning1
Se levantó de un salto. Se arrancó la bata y arrojó, lejos, el lápiz. Por fin lo había conseguido. La alegría, sin embargo, sólo le duró nueve minutos. El tiempo que tardó en sentirse vacío. Empezó a dar vueltas por el laboratorio, ¿Y ahora qué? Se preguntaba mientras miraba, asombrado, la solución.
Sólo tardo otros cinco minutos en encontrar la respuesta. Miró hacia los lados. La habitación estaba vacía. Nadie había visto su explosión de alegría. Cogió los últimos veinte folios y los metió en la trituradora. Mientras la máquina hacía su trabajo con un ruido mecánico, él se ponía otra vez la bata mimando un botón casi roto. Después recogió el lápiz y se preparó, con una sonrisa en el rostro, para enfrentarse a otra noche de arduos cálculos.
Ning1
miércoles, 17 de enero de 2007
martes, 16 de enero de 2007
lunes, 15 de enero de 2007
domingo, 14 de enero de 2007
Habían forzado la puerta. La casa estaba desordenada. Recorrí las habitaciones inquieto buscando algo que echar en falta. Pero estaba todo, no se habían llevado nada. Me senté paladeando el sabor de las lágrimas secas. ¡No se habían llevado nada! Al día siguiente me mudé. Sólo me llevé lo puesto.
Niñocactus
Niñocactus
viernes, 12 de enero de 2007
He salido a correr y me he dado cuenta de que se me caen menos los auriculares que en verano, será por la dilatación de las orejas, creo yo. Iba tan absorto en la música que no le hice caso a un perro que me ladraba así que arremetió contra una viejina con bolsas de la compra. Como estaba sorda también pasó de él. Desde que me compré las zapatillas sin cordones no se me desatan.
Niñocactus
Niñocactus
miércoles, 10 de enero de 2007
Descubrimientos
La situación había llegado a ser desesperada. Sus ropas estaban cubiertas de sudor y de salitre, acumulados durante semanas de dura navegación. Sus cuerpos, tanto tiempo expuestos al sol, mostraban una piel morena y arrugada. Habían pasado frío y hambre, e incluso, era un secreto a voces, había existido un intento de motín. Pero ahora por fin, setenta días después de partir, las tres carabelas habían llegado a tierra.
Toda la tripulación había bajado a la playa a celebrarlo. Se abrazaban y reían. Había quienes cantaban y quienes explicaban cómo iban a contar, a su vuelta, todo lo que estaban viendo. En el centro de un corrillo, el vigía explicaba lo que había sentido al otear tierra. Todos disfrutaban de la ya casi olvidada sensación de pisar tierra firme y de haber sido los primeros en llegar hasta allí.
Con aquel descubrimiento, la tierra quedaba definitivamente redondeada. Quedaba demostrado que no había una gigantesca catarata al final del mundo por la que caían las aguas de todos los océanos. Solo, en el barco, el comandante de la expedición, lloraba decepcionado.
Ning1
Toda la tripulación había bajado a la playa a celebrarlo. Se abrazaban y reían. Había quienes cantaban y quienes explicaban cómo iban a contar, a su vuelta, todo lo que estaban viendo. En el centro de un corrillo, el vigía explicaba lo que había sentido al otear tierra. Todos disfrutaban de la ya casi olvidada sensación de pisar tierra firme y de haber sido los primeros en llegar hasta allí.
Con aquel descubrimiento, la tierra quedaba definitivamente redondeada. Quedaba demostrado que no había una gigantesca catarata al final del mundo por la que caían las aguas de todos los océanos. Solo, en el barco, el comandante de la expedición, lloraba decepcionado.
Ning1
martes, 9 de enero de 2007
lunes, 8 de enero de 2007
sábado, 6 de enero de 2007
La princesa vio al sapo y supo que detrás de la piel escamosa y los ojos saltones, se escondía su príncipe azul. Corrió hacia él tan rápido como se lo permitieron sus molestas enaguas y la falda de largo vuelo azul.
Al llegar lo recogió del suelo y cerró los ojos mientras acercaba sus rostros. Intentaba esquivar así, el asco que le suponía juntar sus aterciopelados labios con las verrugas del animal.
Lamentablemente, con tantos escrúpulos, su gesto fue demasiado lento y el batracio besó primero. Ahora croan los dos.Ning1
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