—¡Achís! —se escuchó por toda la calle.
El estornudo salió disparado y a punto estuvo de hacer perder el equilibrio a un petirrojo que pasaba volando. Este, un poco ofendido, decidió perseguir a su atacante para darle un escarmiento.
El estornudo se dio a la fuga y descendió en picado en dirección al jardín de la señora Herminia. El pájaro aleteó decidido tras él.
Después de varios quiebros para despistar a su perseguidor, el estornudo se coló por una ventana pintada toda de geranios. Dentro de la casa, hizo girar las manecillas del reloj como si fueran una veleta y terminó por enredarse en el pelo de la señora Herminia, haciéndole cosquillas.
La mujer rio divertida y sus carcajadas escaparon de la casa como un tropel de mariposas. Una ráfaga de aire las transportó hasta la ventana del señor Vicente, por donde entraron para posarse en la alfombra del cuarto.