En plena batalla, el dragón se supo perdido cuando el niño dudó de su existencia.
NiñoCactus
En plena batalla, el dragón se supo perdido cuando el niño dudó de su existencia.
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No te entretengas y vuelve directo a casa, dice madre.
No importa. Ya buscaré una excusa. Siempre las hay. Si no, la miro en silencio, sin parpadear, y espero. En seguida da media vuelta y sigue con sus faenas. Le incomodan mis ojos callados. Quizás le recuerdan a los de padre.
Lo veo al salir de la tienda. Es diferente a los demás. No sé muy bien por qué me fijo en ese hombre pero lo hago, y comienzo a seguirle. Me atrae su paso tranquilo, el gesto risueño. Me gusta su pelo alborotado. Quizás es esa extraña familiaridad la que me invita a acercarme.
De pronto, el viento cambia de dirección empujando el humo de su pipa hacia mi cara. Es un aroma acre con un toque de cerezas negras. Se me humedecen los ojos. Es por el aire, me digo.
Llego tarde pero no pregunta, está muy callada, demasiado. Yo tampoco tengo ganas de hablar. Dejo la bolsa en la cocina y me voy a mi cuarto. Escalo por la estantería hasta alcanzar una vieja caja de latón. Juego con ella entre mis manos y, finalmente, la abro. Allí guardo sus cosas, restos del naufragio de un barco que nunca conocí. Cojo el pañuelo..., un toque de cerezas negras... Mis ojos vuelven a humedecerse, pero esta vez no hay aire.
NiñoCactus