jueves, 25 de junio de 2009

Un Mismo Cielo


A pesar de los kilómetros de caminos, océanos y desiertos que los separaban, Óscar y Javier estaban más cerca de lo que nadie había estado nunca.

Se conocieron por uno de tantos errores que suceden a diario, para que la vida pueda seguir su curso sin que nosotros podamos impedírselo. Una mañana, apareció una carta en el buzón de Óscar. Alguien había dibujado una ciruela como única dirección, y el cartero, sin saber muy bien qué hacer con aquel sobre, decidió dejarlo en la frutería.

Tres hojas arrancadas de un cuaderno y escritas por los dos lados, eran su único contenido. Óscar comenzó a leer despacio, sin más prisa que la de ir comprendiendo cada frase. Cuando terminó, sus ojos brillaban como dos cerezas de Burlat recién cogidas del árbol. Allí, en aquella carta, entre aquellas palabras, sin poder explicar muy bien cómo, se encontraba el cielo, tan azul y limpio como él siempre lo había imaginado. Y lo que alguien, firmando Javier, había escrito, no era más que unas simples instrucciones de vuelo. Una bandada de letras que iba trepando por el aire.

Quince minutos más tarde, Óscar comenzó a garabatear todos sus pensamientos en una cuartilla amarillenta. Después, con una sonrisa, metió en el sobre una hoja fresca de menta y dos flores de jazmín, lo cerró, dibujó un pájaro en él y, a la mañana siguiente, se lo entregó al cartero.

Nadie sabe adónde iban las cartas, ni tampoco de dónde venían. A veces llegaban con olor a mar y restos de algas, como si hubiesen cruzado el océano. Otras traían pequeños granos de arena, o hielo aún por deshacer, o el rastro de una tormenta... Lo único cierto es que nunca faltaron a su cita.

Así, a pesar de los kilómetros de caminos, océanos y desiertos que los separaban, Óscar y Javier compartían el mismo cielo. Ése, al que ambos habían aprendido a llegar volando.



NiñoCactus

Dibujo de Citlalinushka

miércoles, 17 de junio de 2009

Los Colonizadores de Nubes


Un Colonizador de Nubes le dice al Sol que se despierte,

Ya es hora de llenarlo todo de Luz.


Para los Colonizadores de Nubes, el Viento

Es un portador de palabras.

A él le cuentan los Versos olvidados.


Cuando llueve,

Hay un Colonizador de Nubes regando el Cielo,

Y añade gotas de perfume y Vida

Para los que se dejan mojar.


Un Colonizador de Nubes sostiene un globo blanco

Al que llaman Luna.

Y cuando, noche tras noche,

Acaba perdiendo su aire,

Vuelve a hincharlo de Sueños nuevos.


Las Estrellas son pequeñas lámparas de aceite,

Que los Colonizadores de Nubes encienden de Deseos.


NiñoCactus

(Desde aquí mandamos este pequeño texto y dibujo
para un gran proyecto lleno de corazón.
Gracias a los organizadores.)


Hasta la última gota

Crecí terminándolo todo...
-Hasta que no termines el plato de guisantes no se te ocurra levantarte de la mesa.
-Termina de recoger tu habitación o no bajas a jugar al patio.
-Si no termina las cuentas, Martín, se quedará castigado después de clase.
-Termine este informe para mañana, y no olvide que la reunión es a las ocho.
...y lo único que, en realidad, nunca acabé...
-Hemos terminado.
...me hizo apurar la botella de vino hasta la última gota, que nunca llegó.


NiñoCactus

viernes, 12 de junio de 2009

Lluvias


Llovía afuera y yo sin paraguas.
Llovía adentro y yo sin ti.


NiñoCactus


Dibujo de Citlalinushka
(Maga de la imaginación)

jueves, 11 de junio de 2009

La Canción de Aleksandar

El día que el abuelo Rodion me regaló su trompeta me dijo que no había nada que fuese imposible.

- No lo olvides, Aleksandar: si lo deseas con fuerza, podrás, incluso, cambiar el mundo.

Yo no sabía qué hacer con una trompeta que no podía tocar. Y tampoco por qué tenía que desear que el mundo fuera diferente. Así que decidí aprender música.

Tenía tantas ganas de arrancar una canción al viejo instrumento, como de hacerme mayor. Pero mi impaciencia se vio contenida por la tranquilidad del profesor Kilar, que andaba, hablaba y pensaba con la velocidad de una tortuga milenaria.

Lo primero que hizo, cuando nos conocimos, fue sonreír. Luego, me midió los dedos comparándolos con los suyos ya arrugados. Y, por último, me hizo una señal para que lo siguiese, y caminó hacia la sala de estudio.

-Todo en ti es ritmo, Aleksandar: los latidos de tu corazón, tu forma de caminar, cada bocanada de aire que tomas al respirar... Llevas una canción dentro de ti. Tienes que encontrarla y dejar que brote.

Al principio, pensé que era yo el que estaba desafinado, y apretaba los dientes al escuchar los chirridos que producía.

-Sólo quiero tocar una nota bien -pedía cada noche al acostarme-, sólo una.

Una mañana salieron tres de golpe. La música comenzaba a nacer.

En ese momento comprendí lo que me dijo mi abuelo: que no había nada que no pudiese alcanzar. Pero, por desgracia, también descubrí que, a veces, a uno le gustaría que el mundo fuese distinto. Una tarde, dos chicos del barrio me robaron y me dieron una paliza. Toda mi rabia se ahogó entre mis lágrimas. Sentí vergüenza por no haber podido defenderme.

Algo se me rompió por dentro, y no me dejaba dormir por las noches. Me daba pánico la oscuridad. Fue la música la que, poco a poco, fue actuando como un bálsamo. Las notas me envolvían como un abrazo, y me hacían olvidar lo sucedido. El mundo, mi pequeño mundo, volvía a ser como antes.

El problema era que el mundo, el grande, había empezado a volverse loco. Un día estalló la guerra, y todo cambió.

El ruido llenaba la ciudad, y de no haber sabido cómo eran las cosas antes de aquellos días, habría pensado que no se podía hacer nada.

En medio de aquel alboroto encontré la canción que se escondía dentro de mí. Mi canción era una música más fuerte que el ruido de la guerra. Una canción que creía que no había nada inalcanzable y que otro mundo era posible.

Empecé a tocar para las personas que estaban sufriendo a mi alrededor. Sólo quería aliviar su tristeza. Gracias a mi trompeta sonreían de nuevo, y yo sentía que ganaba una batalla. Y luego otra, y otra más...

Ésta es la historia chiquita de mi canción. Ésa que me regaló mi abuelo el mismo día que me entregó su vieja trompeta.


NiñoCactus