Y dio otro bocado a la manzana mientras aquella vieja harapienta observaba expectante.
-Está deliciosa –dijo la joven.
-¿¡Cómo!? –gritó la anciana arrancando la fruta de sus manos y pegándole un mordisco.
No había pasado ni un minuto, y la terrible madrastra yacía en el suelo con espumarajos en la boca.
Blancanieves escupió los dos trozos que ocultaba en sus carrillos y se sentó a esperar al príncipe azul, que nunca llegó.
NiñoCactus