lunes, 30 de octubre de 2017

La vuelta al parque

Vuelve a pedirme que le empuje, no le basta sólo con el impulso de sus piernas.  
—Más alto —exclama. 
Poco a poco coge velocidad y ríe ruidosamente. Yo sigo empujando con más fuerza, contagiado por su emoción. 
—¡Yuju! —. No sé si lo dice él o yo, o el aire, que se divierte por primera vez en mucho tiempo. 
Con el último envión, sale despedido y a mí me entra el pánico. 
 —¿Está bien, don Antonio? —le pregunto mientras vuelvo a colocarlo en la mecedora, con la esperanza de que el resto de residentes no se haya dado cuenta de nada.

martes, 24 de octubre de 2017

La biblioteca privada

Horacio, el alcaide, no aceptaba a cualquier prisionero. Le gustaban los crímenes aviesos, descarnados. En su despacho, paladeaba los truculentos testimonios detallados por los asesinos, mientras dejaba que el humo de su cigarrillo ambientase la escena.
Cada celda un volumen decía.
Las historias policíacas le sedujeron desde pequeño, pero ni quiso ni supo conformarse con la ficción.

lunes, 23 de octubre de 2017

Hasta donde el deseo alcance

Vuelve a pedirme que le empuje y el columpio se eleva enérgico.
—¡Más fuerte! —grita—. Quiero llegar más arriba.
Así lo hago. Impulso su cuerpecillo con todas mis fuerzas, y el niño sube alejándose del suelo. Por un instante le pierdo de vista. El sol me ha cegado al mirar a lo alto. Después, va perdiendo velocidad hasta que se detiene.
Cuando baja, estoy seguro de que ha tocado el cielo, lleva el azul en sus ojos.

jueves, 19 de octubre de 2017

La ilógica de la esperanza

«Que todo vuelva a ser como antes», deseaba casi con pánico cuando acontecía la mínima transformación a su alrededor. 
Seguía vistiendo como hacía tres décadas, su peinado permanecía inalterable y, por supuesto, había renunciado a cualquier innovación tecnológica. Incluso sus hábitos mermaron para evitar adaptarse al cambio: dejó de comprar su marca de leche cuando renovaron el envase; evitaba las calles con construcciones nuevas; y hacía años que la radio enmudeció en su casa. 
—Si todo sigue igual, es más fácil que regrese —decía—. Así encontrará el camino de vuelta… Si todo permanece como lo dejó.

lunes, 9 de octubre de 2017

Vivir en apnea

La ciudad del amor tiene tantos mapas del tesoro como habitantes. Sus mares de asfalto se iluminan de noche y esconden laberínticas rutas entre islas desconocidas. Enamorarse es navegar. Eso lo saben todos los náufragos. La mayoría aguardan el momento para lanzarse de nuevo contra el oleaje sobre una balsa improvisada. Otros, los que se ahogaron, renunciaron siquiera a mojar sus pies en la orilla. Día a día prorrogan la ausencia de aire porque olvidaron que enamorarse no sólo es navegar, sino volver a respirar.

jueves, 5 de octubre de 2017

La pequeña historia de la señora Buenaventura

La señora Buenaventura era tan chiquitita que no usaba tacones para que no se le notase. Y así pasaba: cuando alguien la veía por la calle, la confundía con una niña. Nadie pensaba: «¡Vaya mujer más diminuta!» 
Si bien esto resultaba reconfortante para su complejo de estatura, también implicaba un grave problema, pues ningún hombre se fijaba en ella como posible esposa. Ni siquiera el señor Merino, propietario de una tienda de antigüedades, frente a la cual, la señora Buenaventura pasaba horas enteras observando cómo aquel hombre limpiaba con delicadeza los juguetes de latón del escaparate. Casi parecía que los acariciaba. 
Una mañana, la señora Buenaventura decidió cambiar su suerte. Para ello pidió hora en la peluquería. Al salir, sus cabellos relucían como el oro, y perfectos tirabuzones bailoteaban con cada paso. Acto seguido, marchó a su casa, para engalanarse con un delicado vestido de tul, unos zapatitos de charol y un sombrero con una gran cinta rosa. Nadie más volvió a confundirla con una niña. Tampoco el señor Merino. Ahora todos piensan que es una muñeca, a quien el anticuario mima como la pieza más preciada de su tienda.