domingo, 29 de abril de 2012

Vida Postmortem


Lo curioso es que él mismo era una rosa cuando quería. No necesitaba regalarme un ramo pues él se transformaba en flor. Podía sentir sus caricias como pétalos frescos. Su aroma. No recuerdo bien el momento, pero comenzó a marchitarse. Tal vez debí haberlo cuidado con más mimo.
Entonces se convirtió en piedra. Y de la misma manera que nunca hizo falta que me entregase flores, no fue necesario que arremetiera con un arma para sufrir sus golpes. A veces roca, a veces cuchillo, a veces pistola... ¿Lo entiende?... Y ahora me acaba de matar. Se lo aseguro: estoy muerta.

NiñoCactus

...Y eso a alguien no le gustó


En un pueblo que se llamaba Visavis, los habitantes tenían prohibido hablar en grupos de más de dos personas. Resultó complejo organizarlo, pero enseguida se acostumbraron a la normativa. Las clases se impartían a un único alumno, quien luego explicaba la lección a otro, y este a otro más. La tienda tenía turnos de diez minutos por familia. Y en el bar se dispusieron reservados para cumplir la ley. Solo los mayores recordaban por qué se adoptó aquella medida, sin embargo callaban por miedo. Excepto la abuela de Emilio, que tenía demencia, y contaba cómo una vez todos se pusieron de acuerdo contra sus opresores...

NiñoCactus

jueves, 5 de abril de 2012

Formación Obligatoria

Con nuestro mecánico de confianza empezamos a tener problemas al quedarse en paro. Siguió haciéndonos los arreglos de forma particular. Sin embargo, cuando comenzó con los cursos de formación, las cosas cambiaron.

Primero, tras el taller de repostería monacal, encontrábamos el volante lleno de pegotes de mermelada. Luego hizo otro de interiorismo oriental, y modificó la tapicería para mejorar el feng shui. Pero con el último ha ido demasiado lejos. Ayer se nos apareció Juana de Arco al intentar saltarnos un semáforo en rojo. Y hoy descubrimos un pentáculo bajo la alfombrilla del conductor.

Está decidido: desde mañana, metro.

NiñoCactus


Más

Aquella tarde, papá regresó a la tumba entristecido. ¡Qué sabrán ellos!, repetía, ¡qué sabrán!

Había acudido a la reunión semanal de sabios insignes para exponer sus teorías acerca de otro estado una vez acabada la muerte, después de que la carne se hubiese consumido por completo dejando tan solo un esqueleto sin alma. De nuevo le habían tachado de loco, pero él estaba convencido de la veracidad de sus argumentos.

No quiso cenar nada. Antes de dormir, se acercó al ataúd de mamá, y acarició sus huesos con dulzura.

NiñoCactus