lunes, 10 de septiembre de 2007

El Autómata

Me siento inútil. Sucede siempre que estoy con alguien demasiado decidido. Entonces me hundo entre mis hombros como si hubiese un pozo profundo y oigo latir al corazón justo al lado de mi oreja izquierda.
Todas mis habilidades se vuelven torpes, toscas… Quedo preso por un azar de encantamiento que paraliza lo que soy. Así, inmóvil, veo cómo un autómata ocupa mi cuerpo realizando movimientos descoordinados y utilizando palabras incoherentes.
En ese momento me entran ganas de matar al fantoche, de salir del cautiverio, de este castigo de dioses arcanos que me obliga a observarme tropezando una y otra vez.
Y comienza la lucha porque el autómata se defiende. Golpea porque al final el dolorido seré yo, sea cual sea el resultado de la batalla. A mí no me importan estas heridas. Sé que amaré aquello que me duela conseguir.
Venzo. Con una sonrisa y los huesos entumecidos sigo caminando a la espera de un nuevo duelo.
Niñocactus

2 comentarios:

Andrea dijo...

Me ha gustado... Cada cuento es una nueva reflexión para los que leemos...
Saludos!

Anónimo dijo...

Interesante cuento. Da en qué pensar.