jueves, 20 de diciembre de 2012

El fin del mundo

Jugando a ser Dios, destruyeron el mundo en seis días y, al séptimo, descansamos todos.

NiñoCactus

Y si...

Al pensar en el refranero, una inquietud me invade el estómago. Aquí estoy, preparando mi tercer fin del mundo como si tal cosa. En realidad no hay nada mejor que normalizar lo insólito. Bueno sí: maravillar lo ordinario. 
Mi primer fin el mundo tuvo lugar con el cambio de milenio. Nostradamus poseía un buen curriculum de profecías, y no era fácil bromear con ello. Recuerdo que lo pasé con Isabel, mi pareja de entonces. Estábamos locamente enamorados, y convencidos hasta el tuétano de querer pasar juntos toda la eternidad. De hecho, nos aterraba la idea de morir separados y no conseguir encontrarnos en el más allá. Pero la vida siguió, y nuestra eternidad duró exactamente dos años y ciento ochenta y tres días más. Incluso me atrevería a asegurar que, al final, se nos hizo un poco larga.
Mi segundo fin del mundo fue menos serio. Lo auguró Esteban, el portero del edificio, y carecía de las distinciones del astrólogo francés. Según sus cálculos, el 6 de junio de 2006 se produciría la llegada del anticristo. Nos llenaba los buzones de cartas apocalípticas, y el último día nos prohibió usar el ascensor porque era la puerta de entrada al averno. 
Natalia, mi pareja en ese momento, también estaba convencida de querer pasar el resto de su vida, o de su muerte, a mi lado. Por supuesto, no ocurrió ninguna catástrofe en la fecha en cuestión. Aunque he de reconocer que no hay nada mejor que amarse como si fuese la última vez. 
En esta ocasión, toda la vida también tuvo fecha de caducidad provocada por una beca de investigación en los Estados Unidos, y un jefe de laboratorio muy entregado a la ciencia. 
Y hoy, mientras enciendo las velas y me pregunto si el fin del mundo no estará esperando a que yo encuentre a la mujer de mi vida, pienso en Ángela y siento que es la definitiva. Sí, no hay duda, ella es mi alma gemela. Entonces me acuerdo del refranero y me entra de nuevo el hormiguillo. Bueno, todavía me quedan unos minutos para encontrarle alguna pega a la chica perfecta.
NiñoCactus

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sin prisas

Mientras aguardaba, en aquella inmensa hilera de almas, mi turno para entrar en el más allá, comprendí que las decisiones más importantes de mi vida las había tomado haciendo cola. 
Por ejemplo, descubrí mi verdadera vocación laboral esperando en la oficina del paro. Un mes más tarde, fundaba mi propia empresa de helados no derretibles. Y fue de pie, en otra larga fila, donde descifré mis sentimientos hacia la vecina de al lado. Juntos derribamos el tabique que nos separaba. 
Todas esas dilaciones frenaron la urgencia del día a día, y me concedieron algo de tiempo para pensar. 
En ese momento, fui consciente de que, tal vez, mi muerte había sido demasiado precipitada. Dicen que me salvó el segundo chispazo. No lo sé. Yo creo que fue meditarlo con calma.
 NiñoCactus