Esta es la ilustración y luego sigo con el relato...
Se acercó a la bañera con paso lento aunque seguro.
Abrió el grifo izquierdo, dejando que el líquido residual de las cañerías se vertiera por el sumidero. Cuando comenzó a salir vapor de agua giró el pomo derecho, dejando que el agua fría se mezclara con el caliente. A los pocos segundos metió la mano debajo del chorro y jugó con los mandos hasta que la temperatura le pareció adecuada.
La temperatura del agua es muy importante. Si el líquido tiene la temperatura adecuada, la sangre, al salir del cuerpo, no causa dolor.
Después puso el tapón en el desagüe cortando la huida del agua. Aprisionándolo y obligándolo a existir en el corto espacio de la bañera.
Se sentó sobre la tapa del inodoro a esperar. Relajada. Paciente.
Fijó su mirada en el grifo abierto de la bañera y fue observando cómo, centímetro a centímetro, el nivel de agua subía progresivamente. Comprobando como el líquido, al ir ascendiendo, cambiaba su percepción del blanco del falso mármol.
Finalmente el líquido subió todo lo que se podía subir y se desbordó. Primero cayó un breve chorro, derramado a modo de leve advertencia sobre lo que podía pasar a continuación. El aviso no fue oído y con el segundo chorro ya nunca dejó de caer agua sobre el piso.
Observó el agua en el suelo, espiando su franca huída sobre los verdes azulejos. Libre ya de las ataduras del recipiente que lo había atenazado.
Pocos minutos después salió del baño. Mojándose los pies descalzos en un agua tibia. No cerró el grifo al marcharse.
Tampoco recogió sus cosas ni dejó una nota escrita explicando su ausencia.
Simplemente, se marchó para no volver jamás.
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