Mis padres sólo beben vino cuando
hay alguna celebración. Como el sacacorchos conoce las fechas de las fiestas,
se esconde para no trabajar. Es un auténtico vago. Siempre acabamos pidiendo
uno prestado a los vecinos. La última vez nos lo quisieron regalar, y mi padre
volvió rojo como un tomate.
En una ocasión pillamos al
sacacorchos desprevenido. Os aseguro que no nos habíamos puesto de acuerdo,
pero mi padre trajo flores del mercado, mi madre compró vino al salir de la
oficina, y la abuela se presentó con una bandeja llena de pasteles (los había
hecho en su taller de repostería monacal). Decidimos inventarnos la comida de «Quiero celebrar», y cada uno dijo por lo
que deseaba hacer el brindis. Lo pasamos tan bien que, desde entonces, el
sacacorchos no ha vuelto a perderse ninguna fiesta.
Celebramos los ocho años de blog junto a «El Secreto de Sofía», mi primer libro de cuentos. Gracias a La Guarida por hacer este sueño realidad.
El relato del sacacorchos formaba parte del libro pero tuvo que esperar porque ya no cabía.
Gracias por seguir pasando por aquí. ¡Feliz Cuento Nuevo!