sábado, 24 de febrero de 2007

Me he quedado sin ideas.
Podría intentar escribir la historia de una veleta que quiere ser brújula y señalar siempre al sur. O la de una brújula que quiere ser veleta y dejarse acariciar por el aire. O la de una gallina que, enamorada del gallo de la veleta, sólo pone huevos cuando sopla el viento del noroeste...
No sé. Voy a salir a caminar. Tal vez se me ocurra algo y me indique hacia dónde ir y deje de dar vueltas.

Niñocactus
He estado haciendo tiempo. Me quedó diferente al de mi madre. Tengo que llamarla. Creo que se me olvidó ponerle cebolla y me pasé con la sal.

Niñocactus

lunes, 19 de febrero de 2007


Como cada día, en cuanto el sol asomó perezoso por encima del edificio, comenzó a avanzar hacia él. Se deslizaba por la calle empedrada centímetro a centímetro, sin hacer el más mínimo ruido. Tan lenta era su progresión que ningún viandante notó su movimiento.

Sin embargo, como todos los días, a una hora cercana a las doce y veinticinco, estaba por fin a su lado. Con los brazos completamente extendidos. Invitándolo a fundirse con ella en un abrazo.

Sabía que era casi imposible, pero soñaba con que un día él abandonaría su actitud de indiferencia y aceptaría, por fin, su amor.

Ning1

viernes, 16 de febrero de 2007

RECETA

Yo soy él y él lo sabe. Desde este punto de vista me encuentro incapaz de entender mis sentimientos o, mejor dicho, los suyos. Ni siquiera comprendo las palabras que escribe con mi mano. Se las entrego. Asiente callado y, con la misma letra, realiza anotaciones.
Su tranquilidad oxida las vigas de mi inquietud. Camino descalzo con pasos de extraño.
Ayer se lo confesé: “Sé que me amas”. No dijo nada. Me subió el haloperidol.

Niñocactus

miércoles, 14 de febrero de 2007

He ido al cajero automático pero no tenía dinero. Me ha dado pena. Le dejé lo suelto que tenía.

Niñocactus

martes, 13 de febrero de 2007

Decidió suicidarse. No soportaba la visión de la sangre y vivía en un pueblecito llano, sin grandes edificios y ninguna montaña en los alrededores. La poca agua de la zona no permitía, siquiera, un puente de cierta altura.

Sonrió pensando en que tendría que tirarse unas cinco veces para hacerse un poco de daño.

Ante las dificultades orográficas optó por tomarse un cóctel de medicamentos. Cuando se quedó solo en la casa fue al baño y cogió todos los botes que encontró a mano. Sólo dejo el de las pastillas verdes. Por aquello de no tentar a la suerte.

Ning1

jueves, 8 de febrero de 2007

Circenses

El día menos esperado los leones se comieron a los trapecistas. Adujeron que se aburrían de saltar siempre a través de los aros llenos de fuego al sonido del látigo de tres colas. El director del circo, algo molesto con el pronto de las fieras, habló al día siguiente con ellos. Al final entendió sus razones y los perdonó. Para que el espectáculo no se resintiese les pidió que, además de su número, también realizaran cabriolas por el alambre. Como si hubiera hablado un buen Salomón, la solución acabó también con el hastío de los animales.

Ahora el público acude a raudales ante el reclamo del único circo del mundo con leones trapecistas. Ninguna boca consigue mantenerse cerrada cuando sus largas melenas y su digno porte se pasean, sobre un casi invisible hilo, a docenas de metros del suelo. Todos están encantados con el cambio. Menos los payasos. Tienen miedo. En la última actuación les pareció que en uno de los felinos contenía un bostezo.

Ning1

lunes, 5 de febrero de 2007

Me cuesta ser hombre y creo que no lo hago muy bien así que voy a probar a ser árbol que parece más fácil. De momento no he encontrado ningún libro que explique cómo hacerlo. Lo estoy intentando por mi cuenta. Ayer me salió una costra que parecía corteza; me parece que me rocé al bajar del autobús.

Niñocactus

sábado, 3 de febrero de 2007

Todo ocurrió el día que el Tiempo llegó tarde. Allí estaban los dos sentados, esperando. Sus miradas se cruzaron pero no era el momento. Y todo porque el Tiempo se había retrasado.

Niñocactus

viernes, 2 de febrero de 2007

PROFETAS

El profeta Mahoma se había hecho mayor y no era ya capaz de moverse. Los habitantes de la montaña, mareados de que su lugar de residencia cambiara tanto de lugar, decidieron irse al mar y hacerse pescadores.