jueves, 22 de mayo de 2008

Sueños III

-Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana.

-No podemos –respondía Andrés. –Pero si es un sueño yo te olvidaré porque nunca los recuerdo al despertar.

Y así ocurría cada noche cuando Ana iba a su encuentro y Andrés se presentaba como si nunca antes la hubiese visto.

Niñocactus

martes, 20 de mayo de 2008

Micro

El agorafóbico sólo tenía una pesadilla: Soñaba que podía volar

Ning1

lunes, 19 de mayo de 2008

Sueños II

-Entonces, ¿cómo podemos saber que no es un sueño? -dice Ana.
Pero la respuesta siempre queda incompleta por el timbre del reloj. Hasta que un día decide no poner la alarma y justo, en el mismo instante de siempre, se despierta.

Niñocactus

Sueños

-Entonces, ¿cómo podemos saber que no es un sueño? -decía Ana mirando fijamente la taza de café.
-Porque en los sueños no existen las dudas. Las cosas son por el mero hecho de ser. No importa lo raras que parezcan. -Andrés estaba totalmente convencido de su discurso y sonreía mientras ella le decía que le amaba.
No le dio tiempo a besarla, el despertador sonó en ese momento. Andrés abrió los ojos preguntándose si Ana realmente le quería o no.

Niñocactus

miércoles, 14 de mayo de 2008

Promesas (III)

El día que la besó por primera vez juró que la amaría hasta el final de sus días.

Años después, firmaba su rendición en una nota de suicidio.

Ning1

lunes, 12 de mayo de 2008

Promesas (II)

Lo sentaron delante del tribunal y le hicieron jurar, ante la biblia, que diría la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Aunque lo intentó en varias ocasiones y con todas sus fuerzas, el acusado de perjurio no pudo dejar de reírse durante todo el juicio.


Ning 1

Promesas

El político ya no recordaba todo lo que había prometido. Llevaba ya dos largos meses de campaña electoral y las promesas se habían ido sucediendo incansablemente. Recordaba vagamente haber prometido a los consumidores que bajarían los precios, a los vendedores que subirían, a los transportistas que subvencionaría el petróleo, a las petroleras que, con él, ganarían más dinero. Recordaba también haber dicho en una comunidad autónoma (aunque no se acordaba exactamente en cuál) que aumentarían sus libertades. Sabía que a la vecina le había asegurado que no habría tratos de favor.

Pero sumaban más de diez mil promesas y de algunas ya no se acordaba. Desde luego era algo normal, él no era una computadora. Era, solamente un político, que vivía de prometer. En su opinión, no se le podía pedir más.

Lo que no tenía muy claro era si su hijo, el día después de su cumpleaños, lo entendería todo tan bien.

Ning 1

jueves, 8 de mayo de 2008

Perdone, para ir a...

Es muy fácil, sólo tiene que seguir por la avenida y torcer en la tercera calle a la derecha, justo donde está la tienda de… Pero él no escucha más, se ha perdido en la curva de sus labios. La mira atentamente.

Ella alarga la explicación todo lo que puede. Se para en los detalles. Busca otra pregunta en su mirada. Sonríe nerviosa.

Finalmente se separan. Ella decide atajar y esperarle allí donde le ha dicho que va. Pero él, como no atendió a las indicaciones, nunca llega.

Niñocactus

El dedo meñique de mi mano izquierda

aMi meñaique se haa enamoarado y atiembla paulsaando , saain qauerer, la taecla aa.


Naiñocaactus

miércoles, 23 de abril de 2008

Carmen

Siempre tiene las ventanas abiertas. No importa que haga sol o que haga lluvia, no importa que el frío duela en las orejas o que el viento cierre las puertas mientras juega. De hecho, esos son sus días preferidos, aquellos en los que el aire lo mueve todo y arranca las hojas muertas de los árboles, y hace bailar las bolsas de plástico, y desordena los papeles de la mesa…

A mi vecina, Carmen, un día se le escaparon todas las risas de golpe. No recuerda si salieron por la puerta sin despedirse o si se las tragó el sumidero de la cocina. El caso es que ahora es mayor y está sola, y ya no se le acumulan alegrías debajo de los radiadores, ni cubriendo los libros del mueble, ya no caen dentro de la sopa ni se pegan en el espejo de la habitación.

Por eso me grita que ventile. Lo grita a través del patio cada nuevo día: Abra las ventanas… Luego se sienta y espera a que un soplo de viento arrastre alguna risa hasta su casa. Una tan sólo, aunque sea pequeñita, que le haga sonreír.

Niñocactus

jueves, 17 de abril de 2008

Foto cuento 2

La piedra del suelo soñaba con ser catedral.

En los días de lluvia era feliz.


martes, 15 de abril de 2008

Foto cuento

Oliendo el olor a costa, con el cuerpo cubierto por el salitre, el niño sonreía al recordar la ignorancia de su profesor, que afirmaba, con total seguridad, que el agua era una sustancia inodora, insípida e….


incolora.


jueves, 10 de abril de 2008

Tiempo III

No funcionó.

Él la amaba tan lentamente que ella no se daba cuenta. Era una adoración silenciosa de miradas en vela y caricias pausadas. Una querencia de tardes de domingo y jirones de delantal...

Por el contrario, ella lo amaba rápido. Tanto, que él apenas percibía un leve rastro con gusto a regaliz. Su querer era intenso, fugaz, y lo cegaba dejando una sombra en la retina que se dibujaba al cerrar los ojos...

En ese cruce de quietud y prisa, los besos nunca se encontraban, las palabras bailaban desacompasadas... Y un amor quedó esperando mientras el otro pasaba veloz.


NiñoCactus

Cuestión de suerte

Una vez se escondió un as en mi manga sin que yo me diese cuenta... Lo supe cuando encontré un trozo de cartón arrugado al sacar la camisa de la lavadora... Sólo un día me pregunté qué habría ocurrido si lo hubiese utilizado, y ninguna respuesta mejoraba lo vivido...
Niñocactus

viernes, 4 de abril de 2008

Palabras sagradas

El escritor amaba las palabras. Por eso nunca borraba ninguna, tampoco lo hacía con las letras. Todas eran sagradas para él, le seducía esa extraña magia que le permitía poner sobre un papel todo lo que pasaba por su mente y por su corazón. Sabía que eran ellas las que configuraban su pensamiento, sus sentimientos. Para él, borrarlas, hubiera supuesto eliminar una parte de lo que era.

Sin embargo a veces se equivocaba eligiéndolas. Otras veces eran sus dedos los que tropezaban con la tecla equivocada. Durante las correcciones finales se veía obligado a cambiar mayúsculas por minúsculas, o unas formas verbales por otras. Fiel a sus sentimientos, en esos casos, en vez de eliminarlas, las cogía, y con todo el cuidado de que era capaz, las depositaba al final de la página. Luego les pedía disculpas por no haberlas sabido encontrar su lugar y les prometía, que en el siguiente cuento, serían las primeras en aparecer.

A ellas, claro, no les quedaba más remedio que esperar.




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