Su padre le dejaba también conducir la furgoneta. Era mecánico y trucaba el motor para que no pasase de 20 km/h, pero nosotros sentíamos la velocidad en los ojos. Con catorce años viajar sin un adulto en un coche ya es volar.
Del accidente nos enteramos en la cena. El padre de Manuel había tenido un percance en medio del campo. Ese día la furgoneta estaba sin manipular, Manuel no podía saberlo, y la curva se le echó encima.
A partir de los catorce años hay un momento en el que uno se hace adulto de golpe. Y, a veces, se deja de volar para siempre.
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