Mi madre sonríe misteriosa cuando le preguntamos cómo consigue presagiar cada acontecimiento que va a ocurrirnos, pero no dice nada. Hasta hace poco era la última en enterarse de cualquier eventualidad. Siempre despistada, incapaz de interpretar los signos más claros… Por eso nos extraña tanto esta transformación.
El caso es que ahora no deja de adivinar el futuro mientras da rienda suelta a sus nuevas obsesiones: tomarnos constantemente medidas para tejer guantes, revisar la correcta higiene de nuestras manos antes de cada comida, y los relajantes masajes en las palmas que facilitan un mejor descanso.
Hay que reconocer que la abuela ya no tiene insomnio. Y mi madre no deja de repetir: «¡Te lo dije!».
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