Ella siempre lleva el pelo suelto, por eso los vientos se enredan entre sus cabellos y quedan cautivos. Más tarde, cuando llega a casa completamente despeluzada, la peino con cuidado. Los vientos se van soltando uno a uno; forman remolinos, arrullos, tempestades.
Un día la estuve esperando, y al siguiente, y al siguiente también. Pero ella nunca volvió. Quizás se prendió a su larga cabellera un viento de cambio, o tal vez no necesitó peinarse nunca más.
1 comentario:
¡Me emocionó mucho!
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