Nunca recordaba lo que no se debía contar. Por ello Marta enmudeció, para escaparse de las regañinas de su madre. Al principio le costó un esfuerzo enorme, incluso tenía que morderse la lengua para evitar decir algo indebido; pero, con el tiempo, de tanto callar, hasta se olvidó de cómo se hablaba.
Marta comenzó a recortar palabras del periódico. Las guardaba en una cajita de madera lacada, y las repartía para expresar sus sentimientos. A fuerza de no usarlas, a veces confundía su significado. A mí me regaló “ráfaga” y “escalera”. Y un día, después de mucho rebuscar, hizo llover todos aquellos papelitos sobre mi cabeza
NiñoCactus
3 comentarios:
Una historia preciosa, con moraleja.
Saltos y brincos
Maravillosa, simplemente.
Besos desde el aire
Qué bonito!!!
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