El hombre lucía una inquietante sonrisa ligeramente torcida hacia la izquierda que contrastaba con los dos pequeños ojos hundidos en su rostro redondo y blanco. Se abrigaba con un viejo gorro y una bufanda anudada con prisa. Debo confesar que me producía cierta inquietud; como si en cualquier momento fuese a mirarme a mí directamente, en vez de seguir con los ojos perdidos en el otro extremo de la plaza. Pero, ¿y si de pronto girase la cabeza? Entonces lo deseé con todas mis fuerzas, ansié que saliera el sol y derritiese aquel muñeco de nieve.
NiñoCactus
7 comentarios:
Genial!!!
... ya se respiran aires de invierno.
Felicidades por el Relato!
Te dejo una sonrisa de invierno, me gusta leerte. Buena semana y un abrazo
pobre señor dela bufanda!
reconsidere sus sentimientos, niñocactus
y dese una gran vuelta en redondo
y verá que lo mira y le sonríe
y con eso solo, se derrite por usted
(como yo con sus cuentos)
abrazos!
El texto me encanta y me ha vuelto a sorprender, pero usted es un poco cruel, ¿no? ;-)
que bonito...
Si, Der Kleine tiene razón, también me sorprendió. ¿que le hizo ese muñeco a usted?.
Nunca me dejas frío, un abrazo.
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