domingo, 24 de junio de 2012
miércoles, 13 de junio de 2012
Terrores diurnos
Ponerse en marcha
domingo, 3 de junio de 2012
Una certeza para días nublados
–¿Hubo suerte? –pregunta madre.
–Hoy tampoco.
Silencio.
Tomás sabe que las cosas no van bien, aunque no se lo cuenten, pero se duerme seguro de que su padre volverá a levantarse con energía suficiente para salir a la calle. Del sol no lo tiene tan claro.
NiñoCactus
miércoles, 23 de mayo de 2012
Las natillas de mi abuela
martes, 15 de mayo de 2012
El primero de la clase
domingo, 6 de mayo de 2012
Una mamá perfecta
viernes, 4 de mayo de 2012
El guisante sin princesa
domingo, 29 de abril de 2012
Vida Postmortem
...Y eso a alguien no le gustó
NiñoCactus
jueves, 5 de abril de 2012
Formación Obligatoria
Con nuestro mecánico de confianza empezamos a tener problemas al quedarse en paro. Siguió haciéndonos los arreglos de forma particular. Sin embargo, cuando comenzó con los cursos de formación, las cosas cambiaron.
Primero, tras el taller de repostería monacal, encontrábamos el volante lleno de pegotes de mermelada. Luego hizo otro de interiorismo oriental, y modificó la tapicería para mejorar el feng shui. Pero con el último ha ido demasiado lejos. Ayer se nos apareció Juana de Arco al intentar saltarnos un semáforo en rojo. Y hoy descubrimos un pentáculo bajo la alfombrilla del conductor.
Está decidido: desde mañana, metro.
NiñoCactus
Más
Aquella tarde, papá regresó a la tumba entristecido. ¡Qué sabrán ellos!, repetía, ¡qué sabrán!
Había acudido a la reunión semanal de sabios insignes para exponer sus teorías acerca de otro estado una vez acabada la muerte, después de que la carne se hubiese consumido por completo dejando tan solo un esqueleto sin alma. De nuevo le habían tachado de loco, pero él estaba convencido de la veracidad de sus argumentos.
No quiso cenar nada. Antes de dormir, se acercó al ataúd de mamá, y acarició sus huesos con dulzura.
NiñoCactus
viernes, 24 de febrero de 2012
La puerta de atrás II

Un honor poder colaborar con Inés Vilpi
La puerta de atrás
Margarita Chicaiza procedía de una familia noble venida a menos. Al morir el padre, tan sólo le quedaba ya la vieja mansión de la colina, y éste la había dividido entre sus dieciocho hijos.
Al hermano mayor le correspondió el salón de festejos, adornado con lámparas de fino cristal y cuadros de gran valor. Al segundo descendiente le tocó el comedor, con la enorme mesa de caoba y los candelabros de oro. El tercero sonrió cuando supo que había heredado la biblioteca, llena de volúmenes originales de un precio incalculable. Poco a poco se fueron acabando las habitaciones, y cuando le llegó el turno a Margarita, la más pequeña de todos, tan sólo quedaba la puerta de atrás.
–¡Qué suerte he tenido! –pensó ella, mientras el resto discutía sobre aquel reparto injusto–. He recibido la entrada que siempre me condujo a mis juegos.
NiñoCactus
jueves, 23 de febrero de 2012
Pérdidas
NiñoCactus