domingo, 24 de junio de 2012

Rayo de luna atravesando una lágrima al caer


También la noche tiene sus arcoíris.

NiñoCactus

miércoles, 13 de junio de 2012

Terrores diurnos


Muchas noches, Rapuncel soñaba que su torre se hundía como un castillo de naipes. Sin embargo, al despertar, continuaba igual de sólida que siempre.

NiñoCactus

Ponerse en marcha


Ese maravilloso viaje que le habían prometido estaba tardando demasiado en llegar. Así pues, Emilo Valverde, se sentó en una silla hasta que llegase el momento de partir, y así estar suficientemente descansado.
Pasaron muchos años, y una mañana se le acercó un niño para preguntarle qué hacía siempre allí sentado.
–Espero un viaje extraordinario que me han prometido –respondió el anciano.
–¿Y cuál es?
–La vida.

NiñoCactus

domingo, 3 de junio de 2012

Una certeza para días nublados

Cuando, como cada tarde, regrese su padre, Tomás se hallará en la ventana calculando si el sol desciende más rápido que de costumbre, exhausto de su lucha contra la noche. Últimamente le nota más cansado. Al escuchar el forcejeo de la cerradura sale corriendo para abrazar a su padre. Toca cosquillas y contagiarle su risa.
 –¿Hubo suerte? –pregunta madre.
 –Hoy tampoco.
Silencio.
Tomás sabe que las cosas no van bien, aunque no se lo cuenten, pero se duerme seguro de que su padre volverá a levantarse con energía suficiente para salir a la calle. Del sol no lo tiene tan claro.

NiñoCactus

miércoles, 23 de mayo de 2012

Las natillas de mi abuela


 Y al otro lado de la ventana, nada de nada, la vida permanecía inmóvil desde que mi abuela escondió al tiempo en el reloj de la cocina. Lo encontró el jueves, acurrucado, mientras podaba los rosales. Le daba miedo continuar su curso...
–Voy a ser el peor tiempo de la Historia –repetía­–. Menuda responsabilidad.
Y mi abuela tan tranquila, venga a cocinarle platos de abuela y a cantarle canciones antiguas.
Una mañana se levantó temprano y comenzó a preparar sus natillas especiales. La casa olía tan bien que hasta el tiempo metió prisa al segundero para enfriarlas más rápido.
Esa tarde me sorprendí al escuchar de nuevo el ruido de la ciudad. Todo volvía a ser como antes, sí, pero con un ligero toque de vainilla y canela.

NiñoCactus

martes, 15 de mayo de 2012

El primero de la clase


Se entrenaban para estar muertos los sábados por la tarde. La idea salió de mi tía Matilde, que era una perfeccionista, y todos se apuntaron para no contrariarla. Además, el tío Argimiro refrendó la propuesta con vehemencia, y se moría el primero entre estertorosos ronquidos. Una tarde, Carlitos lo hizo tan bien que no despertaba. Al final tuvieron que llamar al médico, y explicarle lo ocurrido. Tras examinar al pequeño, su cara de estupefacción se tornó grave.
–Siempre fue un muchacho muy aplicado –sentenció la abuela.
Y nadie dijo nada más.

NiñoCactus

domingo, 6 de mayo de 2012

Una mamá perfecta



            Como todos los niños, Camilo pensaba que su madre era la mejor del mundo. Y así lo decía:
–Mi mamá es la mejor. –Después hacía una pequeña pausa para terminar añadiendo–. Si fuese de chocolate, sería perfecta.
Pero eso tampoco le preocupaba demasiado, porque no conocía ninguna mamá de chocolate, ni de gominola, ni siquiera de natillas con galleta. Así pues, su madre seguía siendo la mejor del mundo.
Un tarde se paró frente al escaparate de la pastelería más increíble de toda la ciudad. Allí, entre todos los pasteles, tartas y caramelos, había un anuncio donde se leía: “Hacemos de chocolate lo que usted quiera”. Camilo abrió los ojos como platos. Miró el cartel, luego miró a su madre, luego el cartel otra vez, luego los donuts de colores, y por último la puerta de la tienda.
            –¿Entramos? ¡Por favor, por favor, por favor! –le pidió a su madre tirándole del vestido.
            Dentro olía de maravilla. Tanto que Camilo casi se olvida de por qué estaban allí. Lo recordó en seguida al ver las cajas de trufas sobre el mostrador.
            –Me gustaría hacer a mi mamá de chocolate –dijo carraspeando un poco.
            –Por supuesto –le respondió un viejecillo–, pero tardaré al menos dos horas. ¿Te importaría esperar?
            Y a Camilo no le importó.
            De vuelta a casa, el niño recorrió todo el camino abrazado a su madre. Daba gusto estar cerquita de aquel aroma tan delicioso. Y, además, todavía guardaba un poco el calor. No se separaría nunca de ella, se dijo Camilo. Pero su padre pensaba de otra manera, y esa misma noche le mandó a dormir a su cuarto.
            –Ya eres demasiado mayor para dormir en la cama con nosotros.
            Y cuando su padre decía algo, era mejor no hacérselo repetir.
            Camilo estaba tan contento con su mamá de chocolate que iba con ella a todas partes. Paseaban por la plaza, daban vueltas por el parque, patinaban por el carril bici... Y sonreía al ver al resto de niños mirarle con cara de envidia.  
            Sin embargo, existía un inconveniente terrible que Camilo no tuvo en cuenta al principio. Pronto le entraron ganas de darle un muerdecito a su madre para ver cómo sabía. Y claro, eso no podía hacerlo.
            Cada día le entraba más hambre, y sus tripas rugían sin parar. Hacían tanto ruido que no le dejaban ni ver la tele. Hasta necesitaba dormir con tapones del escándalo que montaban.
            –Por mordisquearle una uña no pasará nada –pensó una mañana.
            Y ese fue su error. Porque después de la uña siguió con el dedo, y no paró hasta terminar con todo. Si le preguntasen, diría ese que era el chocolate más delicioso del mundo.
            Pero como había comido demasiado, al rato comenzó a dolerle la barriga. Y lo peor era que, por glotón, ya no podía llamar a su mamá para que le curase.

NiñoCactus

Cuidado con la ilustración de Luis Rincón:
se les hará la boca agua.

viernes, 4 de mayo de 2012

El guisante sin princesa

 –¿Pero cómo vas a querer tú una princesa? Si eres un guisante –le dijo su madre al pequeño Gonzalo cuando salió de la vaina donde dormía.
­–Pues la quiero –respondió. Y se fue a desayunar sin dar más explicaciones.
Como era fin de semana, y no tenía colegio, Gonzalo se pasó dos días enteros leyendo libros de hadas. Necesitaba saber qué le gusta a una princesa, pues ese es el primer paso para enamorar a una chica. Pero lo que encontró no sabía si le gustaba a él.  
Por un lado, las princesas esperaban a un príncipe azul y él, como todos los guisantes, era bastante verde. Sin embargo, si aguantaba mucho la respiración, pero mucho, mucho, lograba un color violáceo tirando a azul. Y, para no correr el riesgo de asfixiarse, siempre le quedaba la opción de usar un tinte, o buscar a una princesa daltónica.
Por otro lado, y esto era un problema, las princesas andaban siempre metiéndose en líos: que si las secuestra un dragón, que si las hechiza una bruja malvada, que si se caen a un pozo, que si las envían a la otra punta del mundo... En definitiva, ya podía olvidarse de una vida tranquila y apacible. Un rollo.
Además, toda princesa que se precie tiene una laaaarga fila de pretendientes, a cada cual más apuesto y osado. Él era muy mono, su abuela se lo decía cuando iba de visita, pero no sabía si tanto como para sobresalir entre todos aquellos príncipes montados a caballo. Aunque él estaba aprendiendo a domar saltamontes y, con un enorme salto, podía pasar por encima de los demás.
Tampoco podía olvidarse del padre de la princesa. Y es que los reyes siempre andan poniendo condiciones absurdas y pruebas imposibles para evitar casar a sus hijas. Al menos en eso tenía alguna opción, porque siempre vencía quien menos se esperaba. Y, ¿alguien pensaría que un guisante lograría realizar aquellas proezas? Nadie.
El caso es que cada vez le convencía menos encontrar a una princesa remilgada y cursi. Solo encontraba pegas. Muchas. Y no estaba nada, nada seguro.
–Mamá –le dijo el domingo por la noche­ antes de ir a la cama–, tenías razón con eso de las princesas...
–Si ya te lo decía yo... ¿Cuándo me vas a hacer caso?
–Yo lo que quiero es una giganta. Es mil veces mejor. ¡Dónde va a parar!

NiñoCactus

Se inaugura un blog lleno de guisantes y papeles.
¡No se lo pierdan!
Gracias Luis por confiarme el primer cuento.

domingo, 29 de abril de 2012

Vida Postmortem


Lo curioso es que él mismo era una rosa cuando quería. No necesitaba regalarme un ramo pues él se transformaba en flor. Podía sentir sus caricias como pétalos frescos. Su aroma. No recuerdo bien el momento, pero comenzó a marchitarse. Tal vez debí haberlo cuidado con más mimo.
Entonces se convirtió en piedra. Y de la misma manera que nunca hizo falta que me entregase flores, no fue necesario que arremetiera con un arma para sufrir sus golpes. A veces roca, a veces cuchillo, a veces pistola... ¿Lo entiende?... Y ahora me acaba de matar. Se lo aseguro: estoy muerta.

NiñoCactus

...Y eso a alguien no le gustó


En un pueblo que se llamaba Visavis, los habitantes tenían prohibido hablar en grupos de más de dos personas. Resultó complejo organizarlo, pero enseguida se acostumbraron a la normativa. Las clases se impartían a un único alumno, quien luego explicaba la lección a otro, y este a otro más. La tienda tenía turnos de diez minutos por familia. Y en el bar se dispusieron reservados para cumplir la ley. Solo los mayores recordaban por qué se adoptó aquella medida, sin embargo callaban por miedo. Excepto la abuela de Emilio, que tenía demencia, y contaba cómo una vez todos se pusieron de acuerdo contra sus opresores...

NiñoCactus

jueves, 5 de abril de 2012

Formación Obligatoria

Con nuestro mecánico de confianza empezamos a tener problemas al quedarse en paro. Siguió haciéndonos los arreglos de forma particular. Sin embargo, cuando comenzó con los cursos de formación, las cosas cambiaron.

Primero, tras el taller de repostería monacal, encontrábamos el volante lleno de pegotes de mermelada. Luego hizo otro de interiorismo oriental, y modificó la tapicería para mejorar el feng shui. Pero con el último ha ido demasiado lejos. Ayer se nos apareció Juana de Arco al intentar saltarnos un semáforo en rojo. Y hoy descubrimos un pentáculo bajo la alfombrilla del conductor.

Está decidido: desde mañana, metro.

NiñoCactus


Más

Aquella tarde, papá regresó a la tumba entristecido. ¡Qué sabrán ellos!, repetía, ¡qué sabrán!

Había acudido a la reunión semanal de sabios insignes para exponer sus teorías acerca de otro estado una vez acabada la muerte, después de que la carne se hubiese consumido por completo dejando tan solo un esqueleto sin alma. De nuevo le habían tachado de loco, pero él estaba convencido de la veracidad de sus argumentos.

No quiso cenar nada. Antes de dormir, se acercó al ataúd de mamá, y acarició sus huesos con dulzura.

NiñoCactus

viernes, 24 de febrero de 2012

La puerta de atrás II



En la casa de Julia las puertas juegan a cambiar de lugar.
A la hora de dormir, si el sofá todavía quiere que ella se quede un rato, todos los umbrales conducen al salón. Y por la mañana, cuando olvida lavarse los dientes antes de salir corriendo al trabajo, la entrada le lleva directamente al baño.
Es una suerte tener una casa así, porque si a la prisa se le hace tarde, siempre hay una taza de café esperando en la puerta de atrás.
NiñoCactus

Un honor poder colaborar con Inés Vilpi
¡Entren por la puerta de su blog!
No querrán marcharse, se lo aseguro.

La puerta de atrás

Margarita Chicaiza procedía de una familia noble venida a menos. Al morir el padre, tan sólo le quedaba ya la vieja mansión de la colina, y éste la había dividido entre sus dieciocho hijos.

Al hermano mayor le correspondió el salón de festejos, adornado con lámparas de fino cristal y cuadros de gran valor. Al segundo descendiente le tocó el comedor, con la enorme mesa de caoba y los candelabros de oro. El tercero sonrió cuando supo que había heredado la biblioteca, llena de volúmenes originales de un precio incalculable. Poco a poco se fueron acabando las habitaciones, y cuando le llegó el turno a Margarita, la más pequeña de todos, tan sólo quedaba la puerta de atrás.

–¡Qué suerte he tenido! –pensó ella, mientras el resto discutía sobre aquel reparto injusto–. He recibido la entrada que siempre me condujo a mis juegos.

NiñoCactus

jueves, 23 de febrero de 2012

Pérdidas

Se dibuja una sonrisa mellada que disimula tapándose la boca con la mano. Pero la izquierda, porque en la derecha también le falta un dedo. Por eso la lleva siempre guardada en el bolsillo. Intenta que no se note todo lo que la vida le ha arrebatado, sin embargo son ya demasiadas cosas. La herida de un disparo le gangrenó la pierna izquierda. Una coz le hizo perder el riñón derecho. Tantas cicatrices dibujan el mapa de su historia. Pero sonríe, se tapa la boca con la mano, y sigue entregando su corazón como si no se lo hubiesen arrancado nunca.

NiñoCactus