Existe una Feria del Libro diferente e inesperada al otro
lado de las casetas. Una Feria que te lleva a la carrera al igual que el conejo
de Alicia. Una Feria llena de encuentros, de sorpresas y, sí, de alguna Reina
de Corazones.
Éste ha sido mi primer año al otro lado. He tenido la suerte
de poder compartir la experiencia con compañeros fabulosos. La trastienda de la
Feria es lugar de reunión: autores, ilustradores, editores… Por fin se
materializan los abrazos que llevaban esperando meses tras innumerables mails.
Es un momento para confraternizar, para celebrar y hacer contactos. Y en medio
de todo ese intercambio de experiencias, de sonrisas, de conversaciones
pendientes, están las firmas, las librerías y los lectores.
Una misma caseta puede ser tan inmensa o tan estrecha como
te lo haga sentir el librero o la librera de turno. Puedes estar mirando el
reloj mientras adviertes que estorbas, o hallarte tan a gusto que no te
importaría pasar allí toda la tarde. Yo lo he sentido así. Sin ninguna duda
para las librerías se trata de un negocio, y su objetivo es vender. Cuanto más,
mejor. Aunque al final ganen la partida los libros más mediáticos y
televisivos, que son los que primero les entran a los niños por los ojos.
Libros de «corchopán». Pero si, aun así, las librerías ofrecen su espacio para
que los lectores puedan conocer a quienes escribieron e ilustraron los libros,
es porque ellas también disfrutan y son cómplices del encuentro.
La primera librería en la que firmé sólo había llevado cinco
ejemplares de mi libro El secreto de
Sofía. El último, Comino, ni se
molestaron en pedirlo al distribuidor. No me presentaron en ningún momento, ni
me dejaron espacio para firmar (tenía que hacerlo encima del mar de volúmenes
que poblaban su puesto). En todo instante tuve la sensación de que les debía un
favor. Por suerte, en media hora se vendieron todos.
En la segunda librería me recibieron con una sonrisa. Mis
libros formaban dos montañas bien visibles, disponía de un hueco en la mesa
para poder firmar y una zona donde dejar mis cosas. Si quien pedía consejo para
comprar no tenía una idea clara de lo que buscaba, las libreras recomendaban
inmediatamente mis libros como lo mejor que podrían leer. Luego llegaba mi
turno: presentar las historias, contar alguno de sus secretos… Saber venderse
es una asignatura pendiente. Pero si tu libro te apasiona, si lo demuestras
cuando hablas de él, pocos padres y niños se resisten a comprarlo.
La Feria deja un buen sabor de boca. Sin duda, es una
experiencia y una suerte poder vivirla de los dos lados.
1 comentario:
que bonita experiencia, Niño Cactus, sé de lo que estás hablando. Y tienes razón, hay librerías y LIBRERIAS, que miman a los autores porque aman los libros. Un abrazo y a seguir disfrutando de tus libros. ¡besos de chocolate!
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