miércoles, 22 de diciembre de 2010

A la sombra


Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol. Así hablaba padre mientras hoyaba la tierra árida que rodea nuestra casa. Tras varios años de trabajo y paciencia, sólo consiguió ver brotar un pequeño jardín de rastrojos agostados.

Una mañana, encontré a padre sentado a pleno sol.

-Entre en casa –le dije-. No ve que hace demasiado bochorno.

-Ven. Siéntate. Aquí es donde dará sombra nuestro árbol.

No quise llevarle la contraria y me acomodé a su lado. Al momento, sentí el frescor del lugar. Se estaba realmente bien.

Sí, pensé, será justo aquí.

NiñoCactus

9 comentarios:

Juanlu (Luiyi) dijo...

Entrañable.

Un abrazo!

Unknown dijo...

Jo... qué bonito...

Elchiado dijo...

siempre lo hace tan fácil... que al final hasta lo imposible parece factible.

Un abrazo sin corazas, encantado de leerle siempre!

Mónica dijo...

Encantada de volver, y encontrar momentos como el que leo con banda sonora. Un abrazo y muchas cosas buenas para ti en el nuevo año. Gracias por este regalo.

Anónimo dijo...

....……(¯`O´¯)..........
…..……*./ | \ .*..........*♥♫ Que el 2011 * *♫♫
......…...*♫•*....................................................
………...*•♥•*...............**♫ esté repleto...♫**
…….....*♥♫♥*'................♫ de risas....♫
… ....*♥•♦♫••♥* .............♥ emociones...♥
........*♥☺♥☺♥* ........ ♫♥....y....♫♠
......*♥•♥#♠♥#♥•* '............................................
.....*♥♫♥♥♫♥♥♫♥* '........♫♥ momentos inolvidables.....!!♥♫
...*♥♥☺♥♫♥♫♥☺♥*'...........................................
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'*♥♥♣♥♫♥♥♫♥♥♫ ♥♥*'..... ♫♥ ¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!♥♫
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anis dijo...

dicen que aunque estés en el desierto, si consigues imaginar que estás en el polo norte, no tienes tanto calor
:)

Tom dijo...

Tu optimismo, amigo, aun para los más pesimistas, es muy contagioso

Anónimo dijo...

El hombre es el unico ser vivo que tropieza dos veces en la misma piedra

11 - marzo de 2011

Puri dijo...

Aquella vieja cómoda, me traía por la calle de amargura. Qué manía tienen los mayores de no permitir que un niño fisgonee en los cajones de los muebles, ¡solemne tontería!
Al mayor despiste de mi tía yo estaba colada en la sala donde descansaba plácidamente el mueble. Subida en una silla, ¡cómo gozaba! Abriendo cajitas para ver su contenido, poniéndome aquel collar de ámbar de hace tantísimos años o mirando fotografías de algún señor vestido con trajes muy raros, tan sumamente raros que parecían ser usados para montar a caballo. Aquella ropa, según oí comentar, la tenían que usar una vez cruzado el charco, dirección a Ceuta o Melilla (por aquel entonces casi todos los chicos iban allí),habrían de ponérsela todo el tiempo que durara la mili.
Tan ensimismada estaba en esa ardua tarea, de pronto, escucho pasos que se acercan, intento bajarme a la velocidad de un rayo de la silla y…¡qué mala pata! El collar de ámbar quedó enganchado en una pequeña e inoportuna punta clavada en la madera. Las bolas salieron disparadas rodando y saltando a su antojo sin poder hacer nada para recuperar la forma primitiva del collar. Vamos...el daño estaba hecho y sin solución.
A partir de esa travesura, la prohibición de mirar cajones quedó en mi mente tan grabada que para la mayoría de edad levantada la prohibición, había perdido interés por aquella vieja cómoda.