miércoles, 7 de abril de 2010

Fragmentos

No te entretengas y vuelve directo a casa, dice madre.

No importa. Ya buscaré una excusa. Siempre las hay. Si no, la miro en silencio, sin parpadear, y espero. En seguida da media vuelta y sigue con sus faenas. Le incomodan mis ojos callados. Quizás le recuerdan a los de padre.

Lo veo al salir de la tienda. Es diferente a los demás. No sé muy bien por qué me fijo en ese hombre pero lo hago, y comienzo a seguirle. Me atrae su paso tranquilo, el gesto risueño. Me gusta su pelo alborotado. Quizás es esa extraña familiaridad la que me invita a acercarme.

De pronto, el viento cambia de dirección empujando el humo de su pipa hacia mi cara. Es un aroma acre con un toque de cerezas negras. Se me humedecen los ojos. Es por el aire, me digo.

Llego tarde pero no pregunta, está muy callada, demasiado. Yo tampoco tengo ganas de hablar. Dejo la bolsa en la cocina y me voy a mi cuarto. Escalo por la estantería hasta alcanzar una vieja caja de latón. Juego con ella entre mis manos y, finalmente, la abro. Allí guardo sus cosas, restos del naufragio de un barco que nunca conocí. Cojo el pañuelo..., un toque de cerezas negras... Mis ojos vuelven a humedecerse, pero esta vez no hay aire.


NiñoCactus

6 comentarios:

Mónica dijo...

Conmovedor, imagino de inmediato las escenas de tu relato. Gracias por todo lo que acabo de sentir. Un abrazo

David Moreno dijo...

Me gustó y la frase "restos del naufragio de un barco que nunca conocí" suficientemente aclaratoria rodeándote con un halo de tristeza.

Un saludo indio

Gonzalo dijo...

Ya te lo he dicho en alguna otra ocasión, pero lo bueno me gusta repetirlo y sé que también gusta escucharlo; es una gozada entrar en tu Blog y leer estos textos -riquísimos!- con la música de fondo
(coincidímos mucho en los temas elegidos)
Un abrazo.

anis dijo...

no era el aire
era el humo del tabaco
kk

Der Kleine Zürcher dijo...

¡Guau! ¡Es usted increíble! Lo que puede hacer sentir con tan pocas palabras... Y ese halo de misterio... ¡Me encanta!

Un abrazo

Anonima Mente dijo...

Precioso relato, es increible los recuerdos que pueden caber en una caja de latón, en un aroma, en un soplo de viento.
Un saludo