El destino había querido que él, y no otro, fuera el primer humano mutante de la historia. Una portentosa conexión de casualidades cósmicas habían modificado su estructura genética, dotándole con el poder de desplazarse a una velocidad imposible para cualquier otro ser humano.
Al otro lado de un pasillo a oscuras, Amanda, su amada, le esperaba vacilante. Para salvar su vida tendría que correr a una velocidad como nunca antes lo había hecho. Tendría que superar la velocidad de la luz.
Patricio se concentró. Tomó aire en sus pulmones y dejó que su mente quedara en blanco. Las enseñanzas de Antonio, su maestro, resonaron en su mente como en las películas que ponían en la tele antes del toque de queda.
“ Visualiza lo que quieres conseguir, hazlo tangible en tu mente, y nada te resultará imposible”.
Patricio visualizó la carrera en su mente, desde la primera zancada hasta el salto final que lo llevaría a salvar la vida de Amanda. Cuando estuvo preparado levantó la mano accionando el interruptor. En ese mismo instante sus piernas empezaron a moverse.
Fue en su tercera zancada cuando las luces de neón del pasillo comenzaron a parpadear. El significado de aquella señal era innegable: La luz se aproximaba. Inmutable ante el riesgo que se cernía sobre ellos, Patricio siguió corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitían, lamentando no tener unas piernas más grandes, quizás como las de su tiránico padre, para acortar más rápidamente la distancia que lo separaba de su amor.
El pasillo se fue acortando, ¡cada vez era menor la distancia que lo separaba de Amanda! Sin embargo, al mismo tiempo el neón seguía parpadeando, cada vez con intervalos más cortos, anunciando la inminente llegada de la luz. El tiempo se acababa y Patricio lo sabía perfectamente.
En un titánico último esfuerzo saltó. Sabía que el momento de la llegada de la luz era inminente y que aquella era su última oportunidad: necesitaba acortar la distancia que lo separaba de Amanda inmediatamente o las fuerzas del mal se apoderarían para siempre de su amada.
Contuvo la respiración y el suelo comenzó a alejarse paulatinamente de sus pies. La intensidad del salto realizado, sin embargo, le forzó a cruzar en el aire sus piernas. En el mismo instante en que su pierna derecha se clavó en la izquierda, supo que había fracasado. Su inestable equilibrio quedó hecho añicos y cayó al suelo, un metro por detrás de la posición de Amanda. En el mismo instante en que su cara chocaba contra el suelo, la bombilla, con un último click, se encendió definitivamente, iluminando completamente el pasillo.
Patricio notó un reguero de sangre cayéndole desde la nariz. El dolor físico quedó, sin embargo, relegado a un segundo lugar, cuando Amanda se levantó del suelo y, mirándole a los ojos, le dijo sin titubear:
“Eres un mentiroso”.
Patricio vio desde el suelo como Amanda se alejaba. Supo que había contado todo lo ocurrido cuando su madre apareció corriendo y gritando por el pasillo. A sus ocho años sintió por primera vez la hiel del fracaso. Con la cara ensangrentada, intentando contener las lágrimas que el dolor quería sacar fuera, Patricio maldecía a Antonio, su profesor de gimnasia y a sus estúpidas ideas sobre la fuerza de voluntad.
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Nota del autor: Si te ha gustado el relato, te aconsejamos leerlo de nuevo pulsando antes en el video siguiente para acompañarlo de música. ¡La primera parte se vive mucho más! jejeje
6 comentarios:
Corren malos tiempos para ser un superhéroe... ;-)
Encantado de redescubrirle :-)
Por cierto, con música se vive mucho más intensamente :-)
Un saludo
ay la infacia.
precioso
Me ha parecido la leche, ¡qué divertido! Aunque lo siento por Patricio ya que los primeros saltos hasta las chicas que se cruzan en el camino, pueden acabar así de estrellados. :)
Besos
a mis 8 años,
estaba convencida de que a pura intención modificaría la realidad
tuve largos años de escepticismo
hoy tengo 8 años otra vez.
¡¡NIÑAS!! (Jeje)
¡Qué bien volver a leerte por aquí! Echaba de menos tus cuentecillos (siempre me arrancas una sonrisa).
Un besote con capa
SuperNiñoCactus
genial!
yo vuelo.
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