lunes, 23 de abril de 2007

Pequeña gran historia de amor

Pablo mide dos metros y diez centímetros. Cuando era pequeño su madre guardaba el bote de caramelos encima del armario de la alacena; y él, a base de mil intentos para alcanzarlo, se fue dando de sí. Ahora el bote descansa sobre la mesita del salón.
A Carolina no le explicaron bien las reglas del escondite, o tal vez no las entendió. El caso es que la encontraron siete meses más tarde al sacar los adornos de Navidad. Así fue como adquirió la costumbre de pasar largos ratos acurrucada en lugares pequeños. Los médicos le dijeron que esa era la razón de su reducida estatura.
Ella se enamoró de puntillas y él con la espalda flexionada. Ahora tiene joroba y se lo pasan en grande jugando a los dromedarios.

Niñocactus

5 comentarios:

M dijo...

que cuento más bonito, la verdad... muy tierno. tienes una forma muy particular de escribir, como si las palabras se deslizaran...
yo siempre que me he enamorado, me he enamorado isofacto, para así no tener que poner en duda nada, y tener claro que estaba ya maldito para los restos... pasara, pasara... pasara lo que pasara.

NiñoCactus dijo...

Pues yo siempre me enamoro sentado. Creo que es la única forma en la que el amor no cuaja, al menos no en mí. La próxima vez quedaré a tomar café en cuclillas.
(Milmuchísimas gracias por tus comentarios)
Niñocactus

Anónimo dijo...

nunca os habéis enamorado a destiempo??? En fin!!

Unknown dijo...

Me encantó este cuente. Lo leí el otro día en una guardia cuando por fin tuve el gran placer de sentarme un instante. Gracias Al. Te quiero mucho.

si no cierras bien los ojos... dijo...

Acabo de descubrir la página, una amiga me la recomendó y la verdad es que ha sido todo un acierto. Me encanta como escribes, y este cuento..decir tanto con tan poquitas palabras. Yo me enamoro siempre.. de lejos.