martes, 13 de febrero de 2007

Decidió suicidarse. No soportaba la visión de la sangre y vivía en un pueblecito llano, sin grandes edificios y ninguna montaña en los alrededores. La poca agua de la zona no permitía, siquiera, un puente de cierta altura.

Sonrió pensando en que tendría que tirarse unas cinco veces para hacerse un poco de daño.

Ante las dificultades orográficas optó por tomarse un cóctel de medicamentos. Cuando se quedó solo en la casa fue al baño y cogió todos los botes que encontró a mano. Sólo dejo el de las pastillas verdes. Por aquello de no tentar a la suerte.

Ning1

2 comentarios:

Anónimo dijo...

todos los ahorcados mueren empalmados...
no le parecía muy elegante ¿no?

susana dijo...

Que alegria haber encontrado este rincon cibernético donde recalar en momentos de pobreza espiritual, y leer cosas cortitas, que al fin y al cabo, no da tiempo de más antes de que te pillen el trabajo.

Gracias