El día menos esperado los leones se comieron a los trapecistas. Adujeron que se aburrían de saltar siempre a través de los aros llenos de fuego al sonido del látigo de tres colas. El director del circo, algo molesto con el pronto de las fieras, habló al día siguiente con ellos. Al final entendió sus razones y los perdonó. Para que el espectáculo no se resintiese les pidió que, además de su número, también realizaran cabriolas por el alambre. Como si hubiera hablado un buen Salomón, la solución acabó también con el hastío de los animales.
Ahora el público acude a raudales ante el reclamo del único circo del mundo con leones trapecistas. Ninguna boca consigue mantenerse cerrada cuando sus largas melenas y su digno porte se pasean, sobre un casi invisible hilo, a docenas de metros del suelo. Todos están encantados con el cambio. Menos los payasos. Tienen miedo. En la última actuación les pareció que en uno de los felinos contenía un bostezo.
Ning1
3 comentarios:
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