viernes, 26 de diciembre de 2008

Almohadas

No podía dormir, se me habían desvelado los ojos y las preocupaciones colgaban del techo como un móvil del que no era capaz de apartar la mirada. Empecé a descontar ovejas. Sabía de sobra que aquel desfile de peluches de lana no serviría y cuando llegase a la última estaría igual. Una..., y ninguna. Odio ser tan predecible. Me giré hacia la izquierda y me abracé a la almohada. Esa noche andaba un poco desesperado así que decidí probar suerte.

-Oye..., sé que no hablamos mucho pero..., no sé, dicen que sois buenas consejeras y... -Empecé por ahí y acabé contándole todo lo que me preocupaba. Pero nada, no hubo respuesta.

A la mañana siguiente me dirigí al Departamento de Almohadas del centro comercial.

-Perdone, sí... Mire, hace unas semanas realicé un cuestionario para adquirir una almohada personal y me temo que debe haber algún error con la que me dieron.

-¿Qué ocurre?

-Que no habla.

-No se preocupe, si sólo es eso llévese esta otra.

Esa noche no pude pegar ojo. Era imposible hacerla callar. Que estuviese tranquilo. Que si conocía a un chico que había tenido el mismo problema y al final acabó solucionándolo no sé cómo. Que si conocía otro caso que se había complicado al final, aunque luego resultó que, en el fondo, era lo mejor que podía haber pasado... Yo opté por irme al sofá. Necesitaba descansar un poco. Ella se quedó en la cama cacareando.

-Quiero mi almohada, la que traje ayer.

-¿No le fue bien la nueva? -Mi mirada con los ojos aún hinchados y enrojecidos hizo que el dependiente no terminase la pregunta-. Está bien. No hay ningún inconveniente en cambiársela.

Llegué a casa y me fui directo a la habitación. Necesitaba echarme un rato. Coloqué la almohada y dejé caer mi cabeza sobre ella. Entonces lo noté, un tímido beso en mi mejilla. Sólo recuerdo haber sonreído justo antes de cerrar los ojos. Al despertar ya había tomado una decisión.


Niñocactus

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Leyes Universales

La Alegría ni se crea ni se destruye, sólo Transforma.

Niñocactus

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Eternidad

Poco a poco, sobre el fondo azul del cielo, se fue condensando un pequeña nube blanca que la brisa de la tarde acabó arrastrando tras los edificios de la avenida. Las sombras se alargaron, cubrieron todo el suelo y se transformaron al encenderse las farolas. El aviso del cierre del parque despertó del ensueño a los dos jóvenes quienes, acompasadas las respiraciones, habían permanecido en silencio durante horas. Al mirarse nuevamente a los ojos comprendieron que la eternidad no sería suficiente.
Niñocactus

lunes, 17 de noviembre de 2008

Cerca-Lejos

-¿Ves esas dos estrellas? Son las únicas que brillan esta noche. Disponen de todo el cielo pero han decidido estar juntas, una al lado de la otra. Igual que tú y yo que podríamos hallarnos ahora en cualquier parte de la Tierra y sin embargo estamos aquí los dos sentados en el mismo banco.

-¿Ves esas dos estrellas?, le responde. A pesar de que parecen estar juntas se encuentran a miles de millones de kilómetros de distancia...

Él las mira, se queda pensando y dice bajito: “Pues parece que están juntas”. Pero ni él mismo se escucha porque ya está muy lejos de allí.


Niñocactus

domingo, 16 de noviembre de 2008

Superpoderes

De niño pensaba que tenía poderes y estuvo a punto de romperse la crisma cuando, ataviado con una sombrilla, saltó desde el muro del jardín. No le dolió el golpe sino descubrir que no podía volar. El siguiente chichón se lo hizo al chocar, en plena carrera, contra el tabique de su cuarto. Tampoco era capaz de atravesar paredes. “Este niño no es normal”, dijo su madre mientras le ponía mercromina en la frente. “Claro que no”, pensó él, “soy un superhéroe”. Y tachó de la lista la habilidad de curar.
Creció descartando la eolokinesis, cryokinesis y todas las kinesis de los cómics que leía sin darse por vencido. “¡Telepaqué?”, le preguntó en el recreo su mejor amigo. “Olvídalo”, respondió tras veinte minutos en silencio mirándose con cara de tontos.
Sólo una vez creyó encontrarlo. Aquella tarde el tiempo se paró de pronto. Allí estaban sus ojos, al otro lado del pasillo. Durante unos segundos todo se movió a cámara lenta pero no ocurrió nada. Esa noche lloró la diferencia entre ser y sentirse invisible.
Y hoy sigue, con su capacidad de ilusionarse intacta, buscador de buscadores, sin rendirse jamás... Quizá, un día, alguien le susurre al oído que esos también son superpoderes.

Niñocactus

lunes, 3 de noviembre de 2008

Una palabra

Separados, los dos amantes, sólo podían decirse una palabra cada día.
-Ausencia, dijo. Respondió, Tristeza.
-Lágrimas, lloró. Recibió, Melancolía.
-Muero, gritó. Hubo, Silencio.
Pasaron varios días en que ambos callaron. Llegó el séptimo.
-Amor, susurró. Y volvió a brotar, Amor.

Niñocactus

sábado, 1 de noviembre de 2008

Miedo

Encendí la luz para ahuyentar a la oscuridad pero no se ha marchado.

Niñocactus

domingo, 19 de octubre de 2008

Cuento para regalarte la luna



Le había prometido la luna, así que construyó una enorme escalera de palabras para subir hasta el cielo. Y allí estaba ella: blanca, redonda, gigante; tanto, que apenas podía abarcarla con sus bracitos. Ya no estarás sola, le susurró. La niña comenzó el descenso y el largo camino que la separaba de su pequeño príncipe. Durante el viaje, la luna se fue haciendo cada vez más pequeña, de modo que, el día que llegó ante él, ya no quedaba nada. Los ojos de la niña lloraron dos lágrimas que el principito secó con un beso. Después, puso sus manos entre las de ella llenando aquel hueco vacío. Noches más tarde, entre los dedos de príncipe, comenzó a crecer un trocito de luna...


Niñocactus


El garbanzo (Epílogo)

El resto de la vida de Manuel fue tranquila como la de cualquier persona. Cuando el ritmo de su corazón se unió al del horizonte lo enterraron con su trompeta en el cementerio del pueblo. Al llegar la primavera, y tras un mes de intensas lluvias, comenzó a brotar un pequeño tallo sobre su tumba.

Niñocactus

sábado, 18 de octubre de 2008

El tercer botón (Cuarta parte)

El último botón apareció cuando Marisol enfermó de gravedad a los 40 años. Tuvieron que trasladarla al sanatorio de la capital. Todo comenzó con fiebre y unas manchas oscuras en el pie. En pocas horas comenzaron a ascender por la pierna. “Su mujer se encuentra en una situación muy delicada”, le dijeron los médicos, “no podemos darle demasiadas esperanzas”. En ese momento Manuel, el Gallo, comenzó a vomitar: primero comida, luego bilis y, tras varios minutos, un botón. Tardó otros pocos minutos en ponerse en pie debido a la debilidad que le había quedado. Tembloroso se aproximó hasta la cama a la que le habían prohibido acercarse por riesgo de contagio. Le dio un beso y le puso el botón en la boca. Ella, con una pequeña convulsión, se lo tragó. El sudor fue cesando poco a poco y las manchas pararon en el muslo. Hubo que amputarle la pierna izquierda pero se salvó.

Niñocactus

jueves, 16 de octubre de 2008

El segundo botón (Tercera parte)

A los veinticuatro años, justo después de que naciese su segundo hijo, comenzó a escuchar voces. Siempre por el oído izquierdo y siempre haciendo referencia a su vida. Diagnóstico: esquizofrenia. Dicen que por la enfermedad se sumió en un mutismo apático. Lo cierto es que si se quedaba callado las voces gritaban menos y le dejaban descansar. A veces discutía con ellas, a veces éstas le pedían que tocase la trompeta y a veces, simplemente, le volvían loco. Fue entonces cuando apareció el segundo botón, en ese mismo oído. Poco a poco el silencio volvió a ser silencio y para lograr escuchar algo tenía que girar la cabeza poniendo su mano detrás de la oreja derecha. Diagnóstico: sordera funcional. Esto le trajo alguna complicación más y es que, al caminar, se torcía invariablemente hacia la izquierda, por lo que corregía su paso con un marcado movimiento de cadera como si anduviese bailando un chotis.

Niñocactus

miércoles, 15 de octubre de 2008

El primer botón (Segunda parte)

El primer botón salió doce años más tarde en la planta del pie derecho. Comenzó como un bultillo redondeado, el bultillo se transformó en cojera y la cojera le libró del servicio militar y de una misión humanitaria en la que derribaron al avión de su patrulla. Manuel había estudiado trompeta con la esperanza de ser músico del ejército. Al no poder hacer la instrucción, acabó tocando con sordina en el club de alterne del pueblo. Y fue allí donde conoció a Marisol, una prostituta del norte que apenas sabía leer y escribir. Cada amanecer, después de cerrar el bar, él la acompañaba hasta su casa. Después, bajo su balcón, inventaba cada día una nueva nana. Fue así como le pusieron el mote de “El gallo”.

Niñocactus

martes, 14 de octubre de 2008

Tres botones y un garbanzo (Primera parte)

-“Mamá, ¿qué pasa si te tragas un botón?”

-“Naaaada.”

Manuel acababa de cumplir cuatro años pero nadie había olvidado todavía el día de su nacimiento. Fue el parto más complicado que se recuerda en el pequeño hospital comarcal. Cuando por fin el niño estuvo fuera de peligro su abuela lo cogió en brazos y, murmurando algo entre dientes, le dibujó con el dedo un círculo en la frente, otro en la espalda y otro en el abdomen justo por encima del ombligo. Luego viendo sus enormes ojos verdes sentenció: “No hay duda de que eres nieto de tu abuelo,” y por último en voz más baja, “ahora ya no tendrás nada que temer”.

-“¡Maaaami!”, preguntó por segunda vez “¿y si te tragas dos?”

Ana no esperó más preguntas. “Pero, ¿cuántos te has tragado?” Le gritó mientras le embutía dentro de un anorak y le ponía dos bufandas y un verdugo por el frío. Ella, en bata y zapatillas, condujo como un rayo hacia el Centro de Salud.

El médico que les atendió sonrió con la historia: tres botones y un garbanzo crudo. “Que los botones a mí no me preocupan, doctor, que mire que a ver si el garbanzo le va a florecer en el estómago...” El niño reía mientras la enfermera jugaba con él. “Usted no se preocupe, señora, que los botones saldrán. Y el garbanzo florecerá pero no en su barriga.”


Niñocactus

lunes, 13 de octubre de 2008

Palabra para dos

Al ver que la palabra AMOR le estaba demasiado grande decidió que tenía que crecer. Así se fue haciendo cada vez más alto, pero nada, no había manera de que le quedase bien. Hasta que un día, sin saber exactamente cómo ni por qué, se le metió en la cabeza la idea de que hay palabras que no son para una persona sola. Ahora anda buscando el momento para invitar a un café a la chica del sexto, que le dedica una sonrisa cada vez que él pasa por delante de su ventana.

Niñocactus

jueves, 9 de octubre de 2008

Cuento para improvisarte el sueño

Érase una vez un niño de grandes ojos marrones, como los tuyos, que quería ser pirata. Al principio la idea no le hacía mucha gracia, pero cuando se enteró de que no necesitaba una pata de palo sino sólo saber cojear y que podía llevar un parche en el ojo sin ser tuerto, lo tuvo más claro. Si le preguntaban por qué pirata, engolaba la voz y decía: “Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad...” Después corría hacia la costa y se pasaba horas mirando al infinito. Allí recordaba las palabras de su abuela. Ella le contaba que hay un lugar, allá en el horizonte, en el cual se unen el cielo y el mar, un punto en el que se funden los azules... Y justo ahí es donde quería llegar, estirar su manita y tocar las estrellas...

Y colorín colorado este cuento se acabó con una estrella en tu mano.


(...dulce sueño...)


Niñocactus


Ilustración de Bakar

miércoles, 17 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

Tu Efecto

Te vi y me quedé helado..., y desde entonces evito los hornos de las panaderías, las fraguas y los radiadores para que no desaparezca nunca la impresión que dejaste en mí.

Niñocactus

http://sergiomontal.blogspot.com/

Huelga del Arte

Ayer hubo huelga del arte. El sol se negó a salir y utilizaron terribles tubos fluorescentes como servicios mínimos.

Niñocactus

viernes, 5 de septiembre de 2008

El ladrón de agua

Primero cava un agujero en la arena con la pala y luego, acercándose a la orilla y aprovechando que nadie le mira, roba un poco de agua al mar sin saber que es el océano el que le ayuda a llenar su cubito con una ola.

Niñocactus

martes, 2 de septiembre de 2008

Una rosa

Ella está sentada en una terraza junto a la estación de Sants. Anda ordenando palabras en unos cuantos folios. En la mesa se enfría el café, pero ella tiene la cabeza en otros asuntos. No espera a nadie y, sin embargo, un chico se acerca a la mesa y le deja una rosa. Le sonríe, Que tenga un buen día. Y no dice nada más, sólo se marcha.
La joven se pregunta la razón de aquel obsequio pero no la encuentra. El chico tampoco la tiene. Nunca antes había regalado flores, pero aquella mañana sintió el impulso de comprar una rosa. De qué color, le pregunta, Roja. Luego se da cuenta de que no tiene a nadie a quien dársela.
Aunque fue la chica la sorprendida es él el que no puede dejar de pensar en ella. La habrá tirado, lo mismo no le gustan las flores..., pero..., a quién no le gustan las rosas. Esa noche sueña con ella, la ve sonreír. Él también sonríe. Al día siguiente se levanta, sale a la calle y entra en una tienda. Qué desea, le pregunta el dependiente, Una rosa.

Niñocactus

sábado, 30 de agosto de 2008

Niñoviento

Niñoviento descansaba en las ramas de Viejorroble.
– Quisiera tener la fuerza del huracán y la suavidad de la brisa.
Respondió el árbol. – Sé el grito del amor que es el susurro que acaricia.

Niñocactus

viernes, 22 de agosto de 2008

Hechizos

La casualidad había establecido que aquel día se encontrara en una ciudad completamente nueva. En el centro de la mesa una enorme tarta de cumpleaños enfatizaba su soledad.

Ajeno al vacío de la habitación cumplió paso por paso con todo el ritual: Llenó los platos de aperitivos, los vasos de bebidas con gas y puso servilletas de colores vivos en el centro de la mesa. Para completar el mismo encendió, con lentitud, las treinta velas que adornaban el dulce. Una por cada vez que, desde su nacimiento, la tierra le había visto la espalda al sol.

Con ellas como única iluminación se sentó en la silla que quedaba más cerca del pastel. Cogió aire, cerró los ojos y dejó, sin acuciar a la magia, que su deseo fuera cogiendo fuerzas. Cuando alcanzó la energía suficiente dejó que el fluido escapara de su boca.

Sin abrir los ojos supo que la habitación se hallaba completamente a oscuras.

Recostado dejó que el hechizo cobrara forma, quebrando la soledad, y que, uno por uno, todos sus seres queridos fueran pasando por su memoria, dejándole su regalo. El recuerdo de todas esas sonrisas fue su tesoro aquel año.

Cuando todos hubieron pasado abrió de nuevo los ojos. Guardó la tarta intacta en el frigorífico y con una sonrisa se dirigió hacia la ventana.

Antes de acostarse quería verle la blanca espalda a la luna.

Ning1

jueves, 21 de agosto de 2008

Marga

Marga era más hermosa que todas sus hermanas. Por ese motivo estaba destinada a ser la primera en seguir los pasos de su madre. Llegado el día, Marga moriría por amor.

Siendo consciente de su destino, marcado hacía siglos con el inicio de un absurdo ritual, a Marga sólo una cosa la aliviaba en la espera del día fatal: tener perfectamente planeada su venganza póstuma.

Cuando la muerte, camuflándose bajo la forma del amor, llegara para arrancarla de la tierra, Marga hilaría su venganza bajo la forma de un número par de pétalos.

Ning1

viernes, 15 de agosto de 2008

La sombra, cual humedad, fue ganando espacio al tiempo baldosa a baldosa hasta que se topó con una hoja de plátano amarillenta que le impidió seguir avanzando.

Niñocactus

lunes, 11 de agosto de 2008

Querencia

Lo supo la noche que escuchó el oleaje, había nacido para el mar. A la mañana siguiente se embarcó hacia el inmenso azul. Ahora sonríe de noche mientras sueña, en secreto, la arena bajo sus pies.

Niñocactus

viernes, 1 de agosto de 2008

Repeticiones (variaciones sobre un tema de Niñocactus, jejeje)

Se había torcido la semana. Fue el Jueves. Se dobló 180 grados y al día siguiente, para desconcierto de calendarios y futurólogos, fue, otra vez, Miércoles.

En ese día redundante, mientras los sindicatos salían a la calle con pancartas y en el Vaticano se discutía si en estos casos había que repetir el santo o buscar uno nuevo para evitar agravios comparativos, yo trabajaba con una sonrisa en los labios. Por la noche volvería a cenar con Irene.

Ning1

jueves, 31 de julio de 2008

Soluciones II

Se había torcido la semana. Frunció el ceño. Lo desfrunció. Inclinó la cabeza a la derecha, la cadera hacia atrás y abrió un poco más las piernas. Todo era encontrar el nuevo equilibrio.

Niñocactus

lunes, 21 de julio de 2008

Cuentos menguantes

Pasada la luna llena sólo me quedó un cuento menguante para acercarme a ti cada noche.

Niñocactus

viernes, 18 de julio de 2008

Legados

Coleccionaba sueños.

En pequeños tarritos de cristal.

Los guardaba nada más levantarse, cuando lo soñado aún estaba fresco y era capaz de recordar todos los detalles.

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Los depositaba en el interior con delicados susurros, como si temiera que, de levantar la voz, el sueño pudiera echar a volar.

Cuando había acabado, cerraba el frasco con un tapón de corcho y le ponía una etiqueta con una pequeña descripción del contenido.

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Las pesadillas, las guardaba en frascos opacos.

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Había noches, algunos años después, en que le apetecía revivir alguna ensoñación. Entonces abría el armario en que guardaba su enorme colección, rebuscaba en la balda adecuada y escogía el sueño que quería repetir.

Lo metía debajo de la almohada y así, esa noche, renacía el sueño que había tenido mucho tiempo atrás.

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De pequeño, yo solía escabullirme y meterme entre sus sábanas, lo más pegado posible a él. Así, algunas veces, cuanto el sueño era lo suficientemente intenso llegaba, también, a mi dormir.

El destino quiso que muriera sin grandes riquezas ni posesiones, sin embargo, a sus nietos, nos dejó el mejor de los legados: todos los sueños, intactos, que había tenido a lo largo de su vida.


Ning1

miércoles, 9 de julio de 2008

La llorería

Abrió una llorería.
Para que la gente pudiera llorar.
Lo soñó una noche de Agosto y,
como él nunca había soñado, no dudó en embarcarse en el negocio de las lágrimas.


Creó una sala para cada tipo de llanto. Una en tonos grises para llorar de alegría, otra, en verde, para llorar de pena. En la amarilla se lloraba por desamor, y en la azul por amor. Nadie entendió el patrón de colores, pero él jamás dudó. Lo había soñado así.


Transcurridas un par de semanas el local se convirtió en todo un éxito. Se puso de moda los fines de semana después de misa, que las señoras mayores comentaran en corrillos, en la plaza, frente a la fuente, sus llantos. En el colegio, a los niños más tímidos y reservados, se les llevaba como actividad extraescolar.


A los dos meses, como si de un sex shop se tratará, se abrió una puerta trasera, muy discreta, que llevaba a una sala reservada para los más vergonzosos. En poco tiempo, políticos, boxeadores y camioneros fueron, en secreto, su mejor clientela.

Lloradas todas las lágrimas en el interior de esas paredes, al salir, a la gente no le quedaba más remedio que ser feliz.

Ning1

sábado, 5 de julio de 2008

Toda una Vida

Vivió toda su vida en aquellos tres meses. Cuando acabaron preparó una pequeña maleta con lo imprescindible y marchó a la orilla del mar. Ahora sonríe mientras espera.

Niñocactus

domingo, 22 de junio de 2008

El Escondite

Primero le tocó esconderse al joven. Tenía tantas ganas de ser encontrado que dejó que las huellas y sus risas le guiasen rápido hasta él.
Luego le llegó el turno al Amor..., y el joven aún sigue buscando.

Niñocactus

jueves, 19 de junio de 2008

Palabras

Él no lo sabía pero allí, escondidas en el libro, aguardaban las palabras que le diría la primera vez que la viese. Y después de aquellas, todas las demás, siempre nuevas, a ratos inventadas con guiños y besos... Y él, ingenuo, sin saberlo al comenzar... "¿Encontraría a la Maga?"

Niñocactus

lunes, 16 de junio de 2008

Sin Alas (Relato a una voz)

Perdone, no puedo dejarle ahí tirado. Ya lo siento, ya..., pero, ¿sabe?, tengo que barrer toda la calle y, bueno, sólo me queda este rincón. Si es para dormir le recomiendo el portal del número ocho ahora no vive nadie y estaría más resguardado. Además, allí no entran los perros y no huele a meados... [...]
Claro que le ayudo... A ver, deme la mano. Si quiere le invito a desayunar. Bueno, en cuanto haya terminado con este hueco, pero será cuestión de segundos. Vivo dos calles más allá, ¿sabe?, y no me gusta demasiado lo de tomarme el café solo. Bueno, solo de compañía, se entiende, porque el café cuanto más negro mejor... Como los ojos, ja, ja... [...]
Pero si aún no me he presentado. Menudos modales. Alejo Lantada..., bueno, José Alejo. Pero casi nadie sabe lo de José. Me lo pusieron porque nací el 19 de marzo, ¿sabe? O eso dice mi madre, aunque en le carné pone que el 4 de abril. Lo que pasó es que a mi padre se le olvidó inscribirme en el Registro. Bueno, no se le olvidó, pero celebró tanto el nacimiento de su primer hijo que la borrachera le duró hasta ese día... Y, bueno, ¿usted cómo se llama? [...]
Anda, como el chiquillo del practicante... ¿Sabe?, yo soy barrendero de vocación, y no hay muchos, no se vaya usted a creer... Es aquí, en el segundo. Cuando era niño el hombre que barría mi calle se pasaba el día silbando con una sonrisa en los ojos. Yo quería ser igual que él y, bueno, ya ve. ¿Usted a qué se dedica?, si no es mucho preguntar. [...]
¡Qué ocurrencia! Un ángel... Como si yo no supiese que los ángeles tienen alas y..., bueno, no andan durmiendo por la calle. ¿Azúcar? Aquí está. Yo no le echo, ¿sabe?, le mata el sabor. Y beba hombre, a ver si coge algo de calor que vaya una piel blanca y fría que se le ha quedado. [...]
No, no siempre viví solo. Yo no sé de muchas cosas, ¿sabe?, pero del amor menos. A veces es demasiado complicado, y no por el amor, no se vaya usted a creer, sino por el querer, bueno, por las cosas relacionadas con el querer. La última vez que oí su voz fue por teléfono y ya va para un año que espero otra llamada..., y no dejo de esperarla... ¡Qué casualidad!, seguro que es el Juan para la partida. Pero no se vaya, y póngase otra taza. ¿Está bueno, verdad? De Costa Rica... [...]
No se lo va a creer... ¿Sabe?, es como si hubiesen escuchado mi deseo. Pero, oiga, ¿dónde ha ido? Mira que marchar sin despedirse, ¿y todas estas plumas? Serán de dormir en la calle... Bueno, bueno, ¡qué casualidad!, ha llamado...

Niñocactus

miércoles, 4 de junio de 2008

encuentros

La cucaracha esperó toda la noche agazapada debajo del sofá. Paciente. Seis horas después, como cada mañana, cuando la luz del sol comenzó a iluminar la habitación, el ser humano de pelo moreno, aún adormecido, abrió la puerta y entró en el salón.

Con una precisión matemática, fruto de años de experiencia, el insecto salió corriendo lo más rápido que sus seis pequeñas patitas le permitieron. El cálculo fue perfecto. Justo cuando el gigantesco bípedo dejaba, a su derecha, la mesa con el televisor, el pequeño animal conseguía cruzarse en mitad de su camino.

El encuentro entre el mamífero y el ortóptero produjo exactamente el efecto deseado: El primero, sorprendido por el encuentro, detuvo su paso bruscamente y lanzó un terrible alarido de pánico.

Fue en ese preciso momento, siendo poseedor de toda la atención del humano, cuando el insecto realizó el movimiento final de su ensayada coreografía: un meneo lento pero seguro de sus dos antenitas.

El humano, incapaz de soportar la visión de su minúsculo adversario, hizo lo que su instinto de supervivencia le marcó: correr lo más rápido que sus piernas le permitían, en una rápida retirada hacia la relativa seguridad de su dormitorio.

La cucaracha, sonriendo, miró hacia el pequeño agujero de la pared. Dentro, sus dos hijos, se morían de la risa mientras lo miraban con admiración.

Ning1

lunes, 26 de mayo de 2008

Cuento Clásico

El Bello Insomne sólo necesitaba un beso para quedarse dormido.

Niñocactus

jueves, 22 de mayo de 2008

Sueños III

-Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana.

-No podemos –respondía Andrés. –Pero si es un sueño yo te olvidaré porque nunca los recuerdo al despertar.

Y así ocurría cada noche cuando Ana iba a su encuentro y Andrés se presentaba como si nunca antes la hubiese visto.

Niñocactus

martes, 20 de mayo de 2008

Micro

El agorafóbico sólo tenía una pesadilla: Soñaba que podía volar

Ning1

lunes, 19 de mayo de 2008

Sueños II

-Entonces, ¿cómo podemos saber que no es un sueño? -dice Ana.
Pero la respuesta siempre queda incompleta por el timbre del reloj. Hasta que un día decide no poner la alarma y justo, en el mismo instante de siempre, se despierta.

Niñocactus

Sueños

-Entonces, ¿cómo podemos saber que no es un sueño? -decía Ana mirando fijamente la taza de café.
-Porque en los sueños no existen las dudas. Las cosas son por el mero hecho de ser. No importa lo raras que parezcan. -Andrés estaba totalmente convencido de su discurso y sonreía mientras ella le decía que le amaba.
No le dio tiempo a besarla, el despertador sonó en ese momento. Andrés abrió los ojos preguntándose si Ana realmente le quería o no.

Niñocactus

miércoles, 14 de mayo de 2008

Promesas (III)

El día que la besó por primera vez juró que la amaría hasta el final de sus días.

Años después, firmaba su rendición en una nota de suicidio.

Ning1

lunes, 12 de mayo de 2008

Promesas (II)

Lo sentaron delante del tribunal y le hicieron jurar, ante la biblia, que diría la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Aunque lo intentó en varias ocasiones y con todas sus fuerzas, el acusado de perjurio no pudo dejar de reírse durante todo el juicio.


Ning 1

Promesas

El político ya no recordaba todo lo que había prometido. Llevaba ya dos largos meses de campaña electoral y las promesas se habían ido sucediendo incansablemente. Recordaba vagamente haber prometido a los consumidores que bajarían los precios, a los vendedores que subirían, a los transportistas que subvencionaría el petróleo, a las petroleras que, con él, ganarían más dinero. Recordaba también haber dicho en una comunidad autónoma (aunque no se acordaba exactamente en cuál) que aumentarían sus libertades. Sabía que a la vecina le había asegurado que no habría tratos de favor.

Pero sumaban más de diez mil promesas y de algunas ya no se acordaba. Desde luego era algo normal, él no era una computadora. Era, solamente un político, que vivía de prometer. En su opinión, no se le podía pedir más.

Lo que no tenía muy claro era si su hijo, el día después de su cumpleaños, lo entendería todo tan bien.

Ning 1

jueves, 8 de mayo de 2008

Perdone, para ir a...

Es muy fácil, sólo tiene que seguir por la avenida y torcer en la tercera calle a la derecha, justo donde está la tienda de… Pero él no escucha más, se ha perdido en la curva de sus labios. La mira atentamente.

Ella alarga la explicación todo lo que puede. Se para en los detalles. Busca otra pregunta en su mirada. Sonríe nerviosa.

Finalmente se separan. Ella decide atajar y esperarle allí donde le ha dicho que va. Pero él, como no atendió a las indicaciones, nunca llega.

Niñocactus

El dedo meñique de mi mano izquierda

aMi meñaique se haa enamoarado y atiembla paulsaando , saain qauerer, la taecla aa.


Naiñocaactus

miércoles, 23 de abril de 2008

Carmen

Siempre tiene las ventanas abiertas. No importa que haga sol o que haga lluvia, no importa que el frío duela en las orejas o que el viento cierre las puertas mientras juega. De hecho, esos son sus días preferidos, aquellos en los que el aire lo mueve todo y arranca las hojas muertas de los árboles, y hace bailar las bolsas de plástico, y desordena los papeles de la mesa…

A mi vecina, Carmen, un día se le escaparon todas las risas de golpe. No recuerda si salieron por la puerta sin despedirse o si se las tragó el sumidero de la cocina. El caso es que ahora es mayor y está sola, y ya no se le acumulan alegrías debajo de los radiadores, ni cubriendo los libros del mueble, ya no caen dentro de la sopa ni se pegan en el espejo de la habitación.

Por eso me grita que ventile. Lo grita a través del patio cada nuevo día: Abra las ventanas… Luego se sienta y espera a que un soplo de viento arrastre alguna risa hasta su casa. Una tan sólo, aunque sea pequeñita, que le haga sonreír.

Niñocactus

jueves, 17 de abril de 2008

Foto cuento 2

La piedra del suelo soñaba con ser catedral.

En los días de lluvia era feliz.


martes, 15 de abril de 2008

Foto cuento

Oliendo el olor a costa, con el cuerpo cubierto por el salitre, el niño sonreía al recordar la ignorancia de su profesor, que afirmaba, con total seguridad, que el agua era una sustancia inodora, insípida e….


incolora.


jueves, 10 de abril de 2008

Tiempo III

No funcionó.

Él la amaba tan lentamente que ella no se daba cuenta. Era una adoración silenciosa de miradas en vela y caricias pausadas. Una querencia de tardes de domingo y jirones de delantal...

Por el contrario, ella lo amaba rápido. Tanto, que él apenas percibía un leve rastro con gusto a regaliz. Su querer era intenso, fugaz, y lo cegaba dejando una sombra en la retina que se dibujaba al cerrar los ojos...

En ese cruce de quietud y prisa, los besos nunca se encontraban, las palabras bailaban desacompasadas... Y un amor quedó esperando mientras el otro pasaba veloz.


NiñoCactus

Cuestión de suerte

Una vez se escondió un as en mi manga sin que yo me diese cuenta... Lo supe cuando encontré un trozo de cartón arrugado al sacar la camisa de la lavadora... Sólo un día me pregunté qué habría ocurrido si lo hubiese utilizado, y ninguna respuesta mejoraba lo vivido...
Niñocactus

viernes, 4 de abril de 2008

Palabras sagradas

El escritor amaba las palabras. Por eso nunca borraba ninguna, tampoco lo hacía con las letras. Todas eran sagradas para él, le seducía esa extraña magia que le permitía poner sobre un papel todo lo que pasaba por su mente y por su corazón. Sabía que eran ellas las que configuraban su pensamiento, sus sentimientos. Para él, borrarlas, hubiera supuesto eliminar una parte de lo que era.

Sin embargo a veces se equivocaba eligiéndolas. Otras veces eran sus dedos los que tropezaban con la tecla equivocada. Durante las correcciones finales se veía obligado a cambiar mayúsculas por minúsculas, o unas formas verbales por otras. Fiel a sus sentimientos, en esos casos, en vez de eliminarlas, las cogía, y con todo el cuidado de que era capaz, las depositaba al final de la página. Luego les pedía disculpas por no haberlas sabido encontrar su lugar y les prometía, que en el siguiente cuento, serían las primeras en aparecer.

A ellas, claro, no les quedaba más remedio que esperar.




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lunes, 31 de marzo de 2008

Cambio climático

Al mal tiempo buena cara, le dijo.
Como hacía un sol radiante, el niño siguió llorando sin entender nada.

Niñocactus

miércoles, 26 de marzo de 2008

Paradoja

Nadie prohibe nada.
Pero hay tantos nadies y tantas nadas...

Niñocactus

Con-sentimiento

Afuera todo el invierno, el aire helado...
Cerró los ojos aunque deseaba seguir mirándola. Era incapaz de mantener los párpados abiertos cuando sentía sus manos acariciándole. No le importó que estuviesen frías. Era tan hermosa. Llevaba toda la tarde esperándolo en la habitación..., y sus manos tan frías..., y la piel... Pero no le importó.
De la misma manera que ella no dijo nada cuando él llegó, al besar sus mejillas cálidas mientras desanudaba su bufanda y le quitaba el abrigo...
Afuera todo el invierno...
Niñocactus

jueves, 13 de marzo de 2008

Post operatorio

Una vez que hubo recobrado el conocimiento, el médico se acercó a su cama y le dijo que el trasplante de corazón había sido un éxito. Pero él, aturdido aún por la anestesia y por un lenguaje lleno de sístoles y diástoles, desconfiaba. Él no quería saber si bombeaba bien o mal sangre, no le importaba mucho si el número de pulsaciones era el adecuado… Él necesitaba otra cosa y por eso, temblando, pidió que su esposa entrara en la habitación.

La espera se le hizo eterna. La marcha de la enfermera pareció trascurrir a cámara lenta, el lapso de tiempo hasta que el chirrido de la puerta anunció que su mujer estaba entrando fueron horas.

Sin embargo, al verla y sentir aquella sensación tan agradable y familiar, todos sus sufrimientos se vieron recompensados y, por fin, pudo respirar tranquilo.

Su nuevo corazón amaba igual que el viejo.


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domingo, 9 de marzo de 2008

Enamorarse

Ya iba siendo hora de poner los pies en el cielo...

Niñocactus

lunes, 3 de marzo de 2008

Encantamientos

No pude transformarme en princesa porque el imbécil seguía mirando descaradamente al hada. Se le iban los ojos detrás del culito de esa cursi con alas. Y yo, aunque necesitaba su varita, no tuve más remedio que rompérsela en la cabeza..., por andar provocando.

Niñocactus

Cuento de Hadas

No pude transformarme en princesa porque el imbécil seguía mirando. Y porque estaba harta de fregarle los platos, plancharle la ropa y quitarle el polvo. Porque las manos de los príncipes no son ásperas, ni huelen a tabaco negro, ni duelen sus caricias. Porque el destino no se puede cambiar con un beso y, en el fondo, nunca creí en sus palabras, siempre con cuentos.

Niñocactus

jueves, 28 de febrero de 2008

Otras lágrimas

Nadie sabía que la rosa lloraba.
Todos pensaban que eran gotas de rocío y sonreían al verlas.
Y ella, ella nunca desveló el secreto...

Niñocactus

sábado, 23 de febrero de 2008

Cárceles

Llevaba tanto tiempo dentro del globo que, cuando se deshizo el nudo, el aire no supo salir...

Niñocactus

viernes, 22 de febrero de 2008

Nueve estrellas (IX y final)

Ardexe recogía sus pertenencias para marcharse lejos de Volverin.

Era algo que había hecho miles de veces a lo largo su existencia. Pero por vez primera en toda su vida, lo hacía con lágrimas en los ojos. Por primera vez, después de mil años, Ardexe lloraba.

Sentía que con su marcha rompía algo de su interior, algo que quizás nunca podría encontrar en otro lugar. Aún así, no quería ser reconocido como lo que era y por eso, aunque con sus pasos alejara su vida del único lugar en que realmente había sido feliz, Ardexe sabía que debía marcharse.

Lo que Ardexe no recordaba es que no todo Volverin dormía durante el día. No pensó en el único habitante que, a escondidas, mientas todos dormían, disfrutaba de la luz del sol.

Por eso, por primera vez en su vida, su marcha no fue un secreto.


Así, cuando enfiló el camino que lo alejaría de Volverin, se encontró, de nuevo, con la figura de Lucas. Esperándolo, en mitad de su camino.

El segundo encuentro entre el niño y la persona más anciana sobre la faz de la tierra, duró apenas unos minutos. Lucas le contó como atraído por una extraña luz había entrado en su cuarto y como había visto, en mitad de un fuerte ronquido, a un lucero escapar por su boca y volar, lo más rápido posible, en dirección al cielo.


Ardexe no tuvo ni un segundo de incredulidad. Al momento comprendió que era él el causante de la desaparición de la estrellas. Además, con esta revelación consiguió entenderse a sí mismo. Su melancolía, su necesidad de buscar su hogar, su tristeza… En un instante todo tuvo sentido.

Comprendió que había sido el poseer todas las estrellas del firmamento lo que le había permitido tener una longevidad tan extraordinaria.

Al mismo tiempo supo que dejarlas escapar, devolverlas al cielo, supondría su propia muerte.

Ardexe tardo sólo unos segundos en tomar una decisión. Después, con un beso en la mejilla, se despidió de Lucas. Cogió sus maletas y volvió sobre sus pasos. Se acostó en el lecho. Dejó que el cansancio lo alcanzara y regaló, con su sueño, una nueva estrella al pueblo de Volverin.


Así lo hizo día tras día y año tras año. Con cada estrella, con cada regalo, iba acercándose progresiva y voluntariamente al día de su muerte.

Muchísimos años despues, el día en que la última estrella salió por su boca, desde su corazón hasta ocupar el último hueco del cielo, Ardexe murió.


Esta estrella fue la única que no huyó lo más rápido posible del cuerpo del que había sido, durante siglos, su captor. Tardó varios minutos en salir de la habitación. En ese tiempo arregló el cabello de Ardexe y suavizó su rostro y sus brazos. Dejó su cuerpo en tal estado de paz, que quién lo encontró la noche siguiente, aseguró que parecía como si antes de morir lo hubiera tocado una estrella.

Después subió y subió hasta ocupar un sitió en el firmamento. Y cuenta la leyenda que eligió uno muy especial. Decidió ser la estrella que marcara siempre el norte. Ayudando así a todos los viajeros que, al igual que Ardexe, vagan por el mundo buscando su hogar.

jueves, 21 de febrero de 2008

miércoles, 20 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( VIII )

Esa noche hubo una fiesta en Volverin. Hacía mucho tiempo que no había nada que celebrar allí y ni siquiera los más ancianos se acordaban de cómo eran las festividades, así que hubo que improvisar.

Se sacaron los mejores manjares y los mejores vinos. Los habitantes del pueblo, embriagados por la alegría, y un poco también por los licores, bailaron a la luz de la luna, de las nueve viejas estrellas y del nuevo lucero. Todos allí festejaron la llegada del viajero, interpretando, su llegada, como un gran presagio.

Pero no sólo Volverín estaba desconcertado. Aquella segunda noche Ardexe sintió algo extraño. Se sintió como si hubiera vuelto a casa. Y para él era un sentimiento especialmente extraño, ya que nunca en toda su larguísima existencia había tenido un hogar.

Ardexe, por primera vez en toda su vida, supo lo que era la felicidad.

Al acabar esa segunda noche y comenzar el amanecer todos volvieron a sus casas. Todos se fueron a la cama soñando con el día siguiente, felices con la posibilidad de que otro lucero llegara al firmamento, esperanzados con que, a la noche siguiente, celebrarían con el extraño viajero, la llegada de una nueva estrella.

Todo Volverin soñaba alegremente, con la llegada de Ardexe. Aunque esto era así, solamente, porque ninguno de ellos podía imaginar que había sido el mismo Ardexe quién había devorado la estrella que ahora había vuelto al firmamento.

Nadie lo imaginaba pero una persona lo sabía a ciencia cierta. Durante el día, Lucas, la única persona del pueblo que estaba despierta al mismo tiempo que el sol, había visto como la estrella salía de la boca de Ardexe y, asustada, salía volando rumbo a las alturas.

Mientras Volverin, esperanzado, dormía, Ardexe estaba despierto. No imaginaba que había sido su sueño diurno el que había devuelto la estrella al firmamento y por eso recogía sus escasas pertenencias para proseguir con su interminable viaje.

lunes, 18 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( VII )

La noche siguiente, cuando el pueblo despertó, se encontró con algo que no había visto jamás.

Había llegado un visitante.

El desconcierto inicial dio lugar a las más variadas interpretaciones. Hubo quién aseguró que su presencia era un mal presagio que, añadido a la desaparición de las estrellas, ocasionaría terribles desgracias sobre Volverin. Sin embargo y aunque las menos, hubo también voces que se levantaron en defensa de Ardexe. Gracias a ellas, convinieron en que le dejarían quedarse una semana en su compañía hasta ser capaces de descubrir sus intenciones.

Para el visitante aquella sugerencia fue de lo más satisfactoria, ya que, en realidad, él sólo pensaba pasar allí dos jornadas.

Esta primera noche trascurrió con normalidad, Ardexe aprendió las raras y nocturnas costumbres de Volverin y descubrió que, extrañamente, se sentía especialmente a gusto entre esas gentes. Aquella primera noche no sucedió nada extraordinario.

Parecía como si la visita del extraño no fuera a cambiar absolutamente nada. Sin embargo, la segunda noche, cuando el pueblo despertó después de que Ardexe hubiera dormido durante todo el día, Volverín descubrió un hecho sorprendente.

En el cielo había diez estrellas.

jueves, 14 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( VI )

Ardexe llegó a Vólverin a plena luz del día. Las calles estaban desiertas, las casas estaban cerradas, no había niños jugando. El único sonido que rompía con el silencio era, de vez en cuando, un ronquido lejano. Ardexe recorrió el pueblo de arriba abajo. Entró en el colegio y en la iglesia. Se asomó a las dos ventanas de una casa baja y llamó, sin éxito, a otra puerta. Todos dormían y nadie le contestó.

Ardexe, encogiendo los hombros, decidió que esa era el pueblo menos interesante de todos los que había conocido durante su larguísima existencia. Por eso, sin tan siquiera pasar los dos días de rigor, decidió seguir su camino.

Justo en cuando daba la espalda al pueblo y afrontaba de nuevo el camino, una voz le retuvo.

Lucas estaba plantado en mitad de la calle.

Lucas y Ardexe hablaron durante horas, para cuando empezó a anochecer y el niño tuvo que volver a casa para no ser descubierto, Ardexe ya sentía una curiosidad enorme por las gentes de aquel lugar. Por eso, decidió quedarse, dos jornadas, con aquellas gentes.

Así fue que Ardexe se vio obligado, por vez primera en toda su vida, a dormir durante el día y a vivir durante la noche.


martes, 12 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( V)

Lucas tenía un secreto. Era el único habitante de Vólverin que no dormía durante el día. Era perfectamente consciente de la prohibición y sin embargo siempre se levantaba antes del anochecer y, a hurtadillas, se asomaba por la rendija de su ventana.

Para poder ver la luz del sol.

Lucas amaba los colores vivos. El verde de los campos, el amarillo del trigo en verano y sobretodo el color de la piel de su madre a esa hora del día en que la rendija de la contraventana dejaba pasar un rayo de la luz del sol.

De tanto vivir durante el día, por la noche, claro, Lucas estaba agotado. El médico, completamente seguro, decía que era normal en un chico de su edad. Explicaba el color de su piel, mucho más moreno de lo habitual, como una anomalía rara, pero no preocupante.

Además, Lucas era el único habitante que miraba el camino que salía de Vólverin.

El resto de los habitantes se había acostumbrado ya a esa senda por la que nunca venía nadie, pero Lucas no.

Lucas, aunque no podría explicar el por qué, sabía que algún día vería una silueta recortándose contra el horizonte.

viernes, 8 de febrero de 2008

Nueve estrellas (IV)

Salis era un pueblo muy tranquilo. Posiblemente el más tranquilo que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. Allí no había alcalde ni fuerza de la ley. No existían normas ni castigos por incumplirlas. Sus habitantes habían aprendido a convivir siempre en paz. Ni siquiera existía el dinero. Salis era, para alguien como nosotros, algo casi inimaginable.

En realidad en Salis había una norma. Solamente una.

Estaba completamente prohibido viajar hasta Vólverin.

Afortunadamente, todo el que llegaba a Salis se veía inundado por su tranquilidad. Por eso, por la paz interior que lograban los visitantes, nunca nadie quería marchar.

Como nadie nunca quería marchar a Vólverin, con el tiempo, dejó de ser necesario avisar a los forasteros de la única norma de la ciudad. Ese fue el motivo por el que se descuidaron. Por eso cuando llegó una persona sin casa, ni dinero, ni oficio conocido, a nadie se le ocurrió contarle la verdad.

Por eso Andrexe, el hombre que devoraba estrellas, fue el primer y único hombre que anduvo el camino que unía Salis con un pueblo al que nadie había viajado nunca.



martes, 5 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( III )

Ardexe era el ser humano más anciano sobre la faz de la tierra. Acumulaba más de cien décadas sobre sus hombros. Sin embargo, su rostro no delataba más de cuarenta años. Por esta y otras razones era también el hombre más extraño. Ardexe no tenía casa, ni dinero, ni oficio conocido. Jamás había conocido el amor. Además parecía vivir del aire.

Ardexe no comía nunca.

Todas estas rarezas lo obligaban a viajar mucho. No le gustaba ser diferente y sólo podía ser confundido con una persona normal si estaba menos de tres días en un lugar. Por eso, durante la noche del segundo día, cuando nadie lo veía, recogía su exiguo equipaje y seguía su viaje.

Ardexe, llegaba y se marchaba siempre andando. Nunca utilizaba otro tipo de transporte. Le gustaba sentir que su vida avanzaba guiada únicamente por sus propios pies.

En realidad Ardexe no vivía del aire. Ardexe para poder sobrevivir tenía que devorar estrellas. Lo hacía mientras dormía. Las iba aspirando con su respiración rítmica, poquito a poquito. Pero eso nadie lo sabía.

Ni tan siquiera él.

lunes, 4 de febrero de 2008

Nueve estrellas (II)

En el pueblo de Vólverin no conocían la luz del sol.

Siempre se acostaban cuando empezaba a amanecer y se levantaban cuando el último rayo de luz ya había desaparecido. Ya nadie se acordaba muy bien de la razón que impulsaba tan extraño comportamiento, pero todos sabían que era su destino vivir así, que no podían romper con la costumbre. En Vólverin estaba completamente prohibido ver la luz del sol.

Por esta costumbre nocturna los habitantes de Vólverin eran los más afectados por la desaparición de las estrellas. Hacía mucho tiempo que la melancolía se había hecho la dueña de sus vidas. En Vólverin hacía meses que no se celebraba una fiesta, ni siquiera, como antaño, durante las noches de luna llena.

La otra rareza de este pueblo era que hasta él, nunca llegaba nadie.

Quizás fuera por eso, por no conocer a nadie del exterior, por lo que vivir de noche les parecía lo más normal del mundo.

En Vólverin los animales de compañía no eran perros sino topos y, en vez de canarios, guardaban pequeñas lechuzas en enormes jaulas de metal. Se cultivaban muchos cereales y campos de girasol, aunque nadie allí sabía que estos, durante el día, giraban su cuello siguiendo al sol.

O casi nadie.

viernes, 1 de febrero de 2008

Nueve estrellas ( I )

Sólo quedaban nueve estrellas en el cielo.

Al resto las había ido devorando el tiempo. Una a una, como si alguien comiera una sopa de letras con un colador. Ahora solamente quedaba la noche, más oscura que nunca, y nueve pequeñas estrellas, solas en el fondo de un plato negro.

No había una estrella polar señalando el norte, ni constelaciones con forma de animales reales o mitológicos. Los astrólogos, habiendo perdido el zodíaco, habían aprendido a leer los posos del café.

Sólo restaban nueve estrellas en el cielo y cada vez alumbraban menos, aunque nadie sabía si era porque tenían miedo, o porque echaban de menos a sus compañeras.



(continuará)

martes, 29 de enero de 2008

¿Certeza o Esperanza?

No funcionó. De la misma manera que tampoco lo hizo ayer, ni antes de ayer, ni la semana pasada, ni hace dos meses... Sin embargo mañana..., sonrió, mañana funcionará.

Niñocactus

lunes, 28 de enero de 2008

Tiempo II

No funcionó. A pesar de poner todos los relojes en hora, de calibrar las sombras, de escribir las instrucciones con letra legible..., de nuevo, el tiempo, se atrasó diez minutos entre las cuatro y las cinco de la tarde. Será que se está haciendo mayor.

Niñocactus

Tiempo I

No funcionó. A pesar de quitar las pilas a todos los relojes, de apagar la luces, de minimizar las sombras e, incluso, de contener la respiración, el tiempo siguió su curso. Y aquel, que había sido el día más feliz de su vida, terminó.
Niñocactus

jueves, 17 de enero de 2008

Amores que matan

Tal vez sea mejor que se quede en casa. No es por el dinero, porque él puede pagar la residencia sin problema. Vamos, con lo que tiene, compraría una para él solo. Y, sí, ya sé que allí estaría mejor cuidado, que le darían una alimentación más adecuada, controlarían sus medicinas y podría vivir así unos cuantos años más. Pero, qué sé yo, es mi padre... Y, no es por el dinero, no, pero tampoco querríamos que se alargase su sufrimiento...
Niñocactus

lunes, 14 de enero de 2008

Cuento de Rebajas

El niño mira la gente que camina con prisa, los coches, los adornos de navidad que ya no están iluminados, sus zapatos nuevos... La madre mira el escaparate y olvida que tiene a su hijo agarrado de la mano, hace rápidos cálculos sobre los precios marcados y no recuerda lo que odiaba las matemáticas. Un angelote de sesenta y tres lamparillas mira al niño y éste le sostiene la mirada. Una de sus bombillas, exactamente la del ojo izquierdo, quiere hacerle un guiño. Busca por el entramado de cables restos de electricidad para concentrarla al menos un segundo. Finalmente la roba de un transformador cercano. El golpe de energía pone incandescente el filamento de tungsteno hasta que lo funde. El niño abre los ojos sorprendido, ha visto el gesto del ángel y aprieta la mano de su madre quien, mecánicamente, pone la otra encima de su cabeza sin hacerle más caso.
Niñocactus

miércoles, 9 de enero de 2008

Cosas de Niños

"Ni idea", responde el hombre mirando sonriente el trozo de plástico sobre el césped mojado.
"Mira, ahí hay otro". La mujer intenta mostrar su sorpresa pero su cara tampoco puede dejar de sonreír. "Juraría que son verduras", le dice.
El hombre trata de golpearse la frente, como si hubiese caído en la cuenta de algo, sin embargo su brazo asciende recto pasando por encima de la cabeza. "Cariño, acabo de recordar que venían empaquetadas con nosotros en la misma caja", le susurra antes de que el niño los recoja junto a las demás piezas.

Niñocactus

domingo, 6 de enero de 2008

Cumpleaños Feliz

Ya se han apagado las luces y comienza la canción. Es el momento de apagar las velas. Los deseos se agolpan en su mente, todos quieren ser el elegido. Empiezan a empujarse, a hacer señas, a subirse unos encima de otros, los que pueden hasta gritan... El niño los va descartando, tiene muy claro el que quiere. Es un deseo tímido, chiquito, uno que no hace apenas ruido y que alguna vez apareció en sus sueños. Casi al final lo encuentra, lo elige y, en un soplo, comienza a hacerlo realidad.

Niñocactus

martes, 1 de enero de 2008

Hombre para el lobo

El lobo alzó la cabeza y miró al cielo. Una luna completa comenzaba a asomar por el horizonte. Como cada veintiocho días, poseído por una maldición milenaria, el cuerpo del lobo comenzó a transformarse, paulatinamente, en el de un ser humano.

El resto de los componentes de la manada huyeron, horrorizados, del depredador.

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