domingo, 19 de octubre de 2008

Cuento para regalarte la luna



Le había prometido la luna, así que construyó una enorme escalera de palabras para subir hasta el cielo. Y allí estaba ella: blanca, redonda, gigante; tanto, que apenas podía abarcarla con sus bracitos. Ya no estarás sola, le susurró. La niña comenzó el descenso y el largo camino que la separaba de su pequeño príncipe. Durante el viaje, la luna se fue haciendo cada vez más pequeña, de modo que, el día que llegó ante él, ya no quedaba nada. Los ojos de la niña lloraron dos lágrimas que el principito secó con un beso. Después, puso sus manos entre las de ella llenando aquel hueco vacío. Noches más tarde, entre los dedos de príncipe, comenzó a crecer un trocito de luna...


Niñocactus


El garbanzo (Epílogo)

El resto de la vida de Manuel fue tranquila como la de cualquier persona. Cuando el ritmo de su corazón se unió al del horizonte lo enterraron con su trompeta en el cementerio del pueblo. Al llegar la primavera, y tras un mes de intensas lluvias, comenzó a brotar un pequeño tallo sobre su tumba.

Niñocactus

sábado, 18 de octubre de 2008

El tercer botón (Cuarta parte)

El último botón apareció cuando Marisol enfermó de gravedad a los 40 años. Tuvieron que trasladarla al sanatorio de la capital. Todo comenzó con fiebre y unas manchas oscuras en el pie. En pocas horas comenzaron a ascender por la pierna. “Su mujer se encuentra en una situación muy delicada”, le dijeron los médicos, “no podemos darle demasiadas esperanzas”. En ese momento Manuel, el Gallo, comenzó a vomitar: primero comida, luego bilis y, tras varios minutos, un botón. Tardó otros pocos minutos en ponerse en pie debido a la debilidad que le había quedado. Tembloroso se aproximó hasta la cama a la que le habían prohibido acercarse por riesgo de contagio. Le dio un beso y le puso el botón en la boca. Ella, con una pequeña convulsión, se lo tragó. El sudor fue cesando poco a poco y las manchas pararon en el muslo. Hubo que amputarle la pierna izquierda pero se salvó.

Niñocactus

jueves, 16 de octubre de 2008

El segundo botón (Tercera parte)

A los veinticuatro años, justo después de que naciese su segundo hijo, comenzó a escuchar voces. Siempre por el oído izquierdo y siempre haciendo referencia a su vida. Diagnóstico: esquizofrenia. Dicen que por la enfermedad se sumió en un mutismo apático. Lo cierto es que si se quedaba callado las voces gritaban menos y le dejaban descansar. A veces discutía con ellas, a veces éstas le pedían que tocase la trompeta y a veces, simplemente, le volvían loco. Fue entonces cuando apareció el segundo botón, en ese mismo oído. Poco a poco el silencio volvió a ser silencio y para lograr escuchar algo tenía que girar la cabeza poniendo su mano detrás de la oreja derecha. Diagnóstico: sordera funcional. Esto le trajo alguna complicación más y es que, al caminar, se torcía invariablemente hacia la izquierda, por lo que corregía su paso con un marcado movimiento de cadera como si anduviese bailando un chotis.

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miércoles, 15 de octubre de 2008

El primer botón (Segunda parte)

El primer botón salió doce años más tarde en la planta del pie derecho. Comenzó como un bultillo redondeado, el bultillo se transformó en cojera y la cojera le libró del servicio militar y de una misión humanitaria en la que derribaron al avión de su patrulla. Manuel había estudiado trompeta con la esperanza de ser músico del ejército. Al no poder hacer la instrucción, acabó tocando con sordina en el club de alterne del pueblo. Y fue allí donde conoció a Marisol, una prostituta del norte que apenas sabía leer y escribir. Cada amanecer, después de cerrar el bar, él la acompañaba hasta su casa. Después, bajo su balcón, inventaba cada día una nueva nana. Fue así como le pusieron el mote de “El gallo”.

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martes, 14 de octubre de 2008

Tres botones y un garbanzo (Primera parte)

-“Mamá, ¿qué pasa si te tragas un botón?”

-“Naaaada.”

Manuel acababa de cumplir cuatro años pero nadie había olvidado todavía el día de su nacimiento. Fue el parto más complicado que se recuerda en el pequeño hospital comarcal. Cuando por fin el niño estuvo fuera de peligro su abuela lo cogió en brazos y, murmurando algo entre dientes, le dibujó con el dedo un círculo en la frente, otro en la espalda y otro en el abdomen justo por encima del ombligo. Luego viendo sus enormes ojos verdes sentenció: “No hay duda de que eres nieto de tu abuelo,” y por último en voz más baja, “ahora ya no tendrás nada que temer”.

-“¡Maaaami!”, preguntó por segunda vez “¿y si te tragas dos?”

Ana no esperó más preguntas. “Pero, ¿cuántos te has tragado?” Le gritó mientras le embutía dentro de un anorak y le ponía dos bufandas y un verdugo por el frío. Ella, en bata y zapatillas, condujo como un rayo hacia el Centro de Salud.

El médico que les atendió sonrió con la historia: tres botones y un garbanzo crudo. “Que los botones a mí no me preocupan, doctor, que mire que a ver si el garbanzo le va a florecer en el estómago...” El niño reía mientras la enfermera jugaba con él. “Usted no se preocupe, señora, que los botones saldrán. Y el garbanzo florecerá pero no en su barriga.”


Niñocactus

lunes, 13 de octubre de 2008

Palabra para dos

Al ver que la palabra AMOR le estaba demasiado grande decidió que tenía que crecer. Así se fue haciendo cada vez más alto, pero nada, no había manera de que le quedase bien. Hasta que un día, sin saber exactamente cómo ni por qué, se le metió en la cabeza la idea de que hay palabras que no son para una persona sola. Ahora anda buscando el momento para invitar a un café a la chica del sexto, que le dedica una sonrisa cada vez que él pasa por delante de su ventana.

Niñocactus

jueves, 9 de octubre de 2008

Cuento para improvisarte el sueño

Érase una vez un niño de grandes ojos marrones, como los tuyos, que quería ser pirata. Al principio la idea no le hacía mucha gracia, pero cuando se enteró de que no necesitaba una pata de palo sino sólo saber cojear y que podía llevar un parche en el ojo sin ser tuerto, lo tuvo más claro. Si le preguntaban por qué pirata, engolaba la voz y decía: “Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad...” Después corría hacia la costa y se pasaba horas mirando al infinito. Allí recordaba las palabras de su abuela. Ella le contaba que hay un lugar, allá en el horizonte, en el cual se unen el cielo y el mar, un punto en el que se funden los azules... Y justo ahí es donde quería llegar, estirar su manita y tocar las estrellas...

Y colorín colorado este cuento se acabó con una estrella en tu mano.


(...dulce sueño...)


Niñocactus


Ilustración de Bakar