Al diablo mismo enamoró Daniela con sus enormes ojos negros. Y aquel cuerpo que hacía pecar a todos los hombres cuando la miraban, redimió al mismísimo demonio.
NiñoCactus
NiñoCactus
La última alma humana permanecía detrás del cristal viendo llover.
–¡Vaya! –se dijo–. Hace días que la ciudad amanece gris como si supiese que ya no estás.
Y las gotas de agua salpicaban la ventana desde dentro.