sábado, 12 de diciembre de 2009

¡En Marcha!

Cada uno habitaba en un extremo. Y se pasaron así la vida: esperando a que el otro recorriese el camino que les separaba para estar juntos.

NiñoCactus

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A Ciegas

Ni subido a una escalera conseguiría besarte, dice.

Ella le abre los ojos, ciegos de amor, y por primera vez se ven frente a frente.


NiñoCactus

Segundas partes nunca fueron buenas

Ni subido a una escalera conseguiría besarte, pues quién sería capaz de alcanzar el cielo como tú lo haces. Sólo si accedieses a bajar, si me dejases rozar tu rostro... ¿Acaso no sería para mí ganar el sol, o la luna con toda su corte de estrellas? Que ni el más bello astro asemeja tu silueta, ni la flor más dulce igualaría a tu aroma... Permíteme admirarte de cerca, lo mismo que he observado al viento reverenciar tu figura. Acércate, para así hacer yo lo mismo.
El cuervo, engañado por última vez, desciende hasta los colmillos del zorro atraído por tan hermosas palabras de amor.

NiñoCactus

Ovación

Ni subido a una escalera conseguiría besarte. Son sus únicas palabras. Después, la risa del público ahoga el ruido de su cuerpo cayendo una y otra vez, mientras el pequeño payaso intenta alcanzar a la bailarina. Ella, perfecta, brilla sobre su diminuta plataforma. Él, torpe, continúa hasta que el trapecista vuela sobre la joven y la besa en el aire.


Esa noche no. A base de morados ya consigue mantener la escalera en perfecto equilibrio, y sube bajo la atenta mirada de todo el circo. Ella se inclina para darle un beso. ¡Al fin están juntos!


Hoy es el acróbata quien cae desde una altura mucho mayor que la de su trapecio.


Ovación.


NiñoCactus

viernes, 27 de noviembre de 2009

La mala suerte II

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, siento como el último hálito de vida se escapa de mi cuerpo. Toda mi existencia perdida por nada: la búsqueda de la flor de araisai, las negociaciones con aquel gurú para conseguir el frasco de los vientos, el asalto a la fortaleza del sultán de Atsael, donde se custodiaba el cuerno del primer unicornio... Mi gran esperanza arruinada por el maldito gato que tuvo que volcar el caldero justo antes de que estuviese lista la pócima de la eterna juventud. Si ya lo decía mi madre: “Da igual que seas bruja, los gatos negros siempre han traído mala suerte”.

NiñoCactus

jueves, 19 de noviembre de 2009

La mala suerte I

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, pienso en lo cerca que estuve de conseguirlo. Tan sólo quedaba mes y medio, y se estropeó de golpe, como siempre. ¡Jo!, era el último esfuerzo. Y lo tenía casi todo decidido. Hasta había escrito un borrador... Pero la pelota tuvo que rebotar en el pasillo, entrar en la cocina, tirar el guiso de la abuela que estaba en el fuego, romper el microondas y destrozar las macetas de la ventana. Qué le voy a hacer. Un año más en el que sólo me traerán carbón.


NiñoCactus

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Oráculo

-Esta vez no erraré el tiro.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Le pregunté al Oráculo.

-Entonces, ¿dejaste de entrenar por ir hasta Delfos?

-Necesitaba saber...

-Fallarás.

-No puedes contradecir a los dioses.

-Ni tú lograrlo sin esfuerzo.


NiñoCactus

jueves, 12 de noviembre de 2009

Relaciones

El hombre luce una inquietante sonrisa.

Se conocen desde hace tan sólo una semana y la relación no parece que esté destinada a durar mucho más. Ella, por su lado, reconoce que es parte del problema: disfruta llevándolo al límite. No puede evitarlo, está en su naturaleza atosigarle hasta conducirlo al punto final de su paciencia.

Esta tarde, sin duda, ha disfrutado provocando el conflicto. Él, al final, ha gritado enloquecido, ha jurado que aquello tenía que cambiar sí o sí y se ha marchado, dejándola a solas con el ruido de un portazo.

Ella, mientras tanto, sonreía en su interior sabiendo que tenía la sartén por el mango. Era demasiado astuta y rápida para él. Jamás conseguiría hacerle daño.

Sin embargo, apenas diez minutos después de su marcha, él había vuelto luciendo esa extraña sonrisa y portando, en su mano, un tubo metálico con el que ahora la está apuntando.

Y por primera vez, aferrada aún al cristal, la mosca ya no las tiene todas consigo.

Ning1

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Certeza


-Esta vez no erraré el tiro.

Y era tal su convencimiento que nunca supo que falló.


NiñoCactus


Ilustración de Bakar

Princesas

Esta vez no erraré el tiro, pensó. La piedra describió una parábola casi perfecta en dirección a la ventana de su amante, situada en el segundo piso de la residencia. Por tercera vez aquella noche, golpeó el cristal de otro cuarto. Al menos me voy acercando, dijo. Y enmudeció con la esperanza de no haber despertado a nadie. Se equivocó. Igual que en las dos ocasiones anteriores, vio encenderse la luz y cómo una joven lanzaba sus largas trenzas invitándole a subir. De nuevo, escaló la fachada preguntándose qué será eso que aprenden las niñas de los cuentos.

NiñoCactus

sábado, 7 de noviembre de 2009

La sonrisa del frío

El hombre lucía una inquietante sonrisa ligeramente torcida hacia la izquierda que contrastaba con los dos pequeños ojos hundidos en su rostro redondo y blanco. Se abrigaba con un viejo gorro y una bufanda anudada con prisa. Debo confesar que me producía cierta inquietud; como si en cualquier momento fuese a mirarme a mí directamente, en vez de seguir con los ojos perdidos en el otro extremo de la plaza. Pero, ¿y si de pronto girase la cabeza? Entonces lo deseé con todas mis fuerzas, ansié que saliera el sol y derritiese aquel muñeco de nieve.

NiñoCactus

martes, 27 de octubre de 2009

Evolución


Un instante antes de morir el informático vio pasar ante sus ojos toda su vida en un impoluto powerpoint.

Ning1

Ilustración de Bakar

domingo, 25 de octubre de 2009

El cuadro

Cielos, cómo brilla hoy el valle. Dice en voz baja que es por el sol y vuelve a dejar el pincel junto a la paleta. Se aleja unos pasos para observar el lienzo. No cabe duda, desde que perfiló su luz, el paisaje se ha iluminado resaltando el resto de tonalidades. Incluso juraría que han florecido algunas margaritas. Ahora sólo queda por resolver el pequeño charco que se formó bajo la tela tras dibujar el río. Y esboza una presa con trazos rápidos.


NiñoCactus

jueves, 22 de octubre de 2009

Hermosura y Horror

Cielos, cómo brilla hoy el valle. Entrecerró los ojos para evitar que la claridad de la mañana lo cegase. Era tan hermoso. Parecía que un manto dorado hubiese cubierto todo y resplandeciese aún más. La idea se le clavó en el pecho desfigurando su rostro. El sueño le había hecho olvidar su desgracia durante unas horas y, levantándose de su fría cama, Midas lloró.


NiñoCactus

miércoles, 21 de octubre de 2009

Mascota

Fresca, brillante, antihistamínica… Así es la nueva mascota transgénica. No suelta pelo, no huele mal, no hace ruido. Además, con su mejorado intestino biotecnológicamente modificado, aprovecha todo el alimento sin necesidad de realizar las molestas caquitas.

En definitiva, una mascota ideal pensada para usted, hombre y mujer del día de hoy, perfectos y genéticamente seleccionados.

NiñoCactus

jueves, 15 de octubre de 2009

La Vida Nueva

Deseaba tanto un cambio de vida que, al recibir el mail de la directora de Recursos Humanos confirmando mi nombramiento como jefe del proyecto de investigación LAE, estuve a punto de gritar de alegría. Contaba con dos semanas para incorporarme a mi nuevo puesto. Nueva ciudad, nueva casa, nuevos compañeros..., justo lo que necesitaba: salir de la monotonía y la indiferencia en las que me había instalado. Llevaba un par de años sin levantar cabeza. Me encontraba cansado de todo, hasta de mí mismo. Ansiaba ser diferente.

Pensé en no llevarme nada, marchar sólo con lo imprescindible. Me lo podía permitir. Iba a cobrar casi el doble de mi sueldo actual, y el incentivo por traslado que me habían ofrecido era muy generoso. Sin embargo pudo la nostalgia. Tampoco era cuestión de borrar el pasado, y tenía recuerdos que me apetecía conservar. Por otro lado, desde un punto de vista más pragmático, me suponía un ahorro de tiempo en compras.

Decidí buscar una empresa que se encargara de toda la mudanza. Me negaba a pasar varios días embalando mis pertenencias. Encontré lo que buscaba en un anuncio del periódico: “Hacemos posibles los cambios. Portes Alquimia”. Nunca me había fijado en que este tipo de servicios se publicasen en los diarios, y menos aún ocupando toda una página.

En dos días estaba todo dispuesto. Yo me había dedicado a buscar piso para alquilar, y había encontrado uno en pleno centro y a un precio excelente. Sólo quedaba recolocar las cosas, así que comencé a desempaquetar cajas. Llevaba cuatro abiertas y en ninguna de ellas había encontrado nada que me perteneciese. ¡No me lo podía creer!, se habían confundido durante el traslado. Necesitaba refrescarme un poco, tal vez así se me pasase el enfado. Entonces me di cuenta del error: todo estaba en orden. Era yo, reflejado como un extraño en el espejo, el que no era el mismo.

NiñoCactus

jueves, 1 de octubre de 2009

Medicinas

Creen que es alergia, pero es amor. Y pese al tratamiento me sigo ahogando si no estás cerca. Hace tres días que me ingresaron para hacerme un estudio más completo. Por ahora, parece que la medicación que me da la nueva enfermera comienza a hacer efecto.


NiñoCactus

viernes, 25 de septiembre de 2009

Miedo

Tenía tres intentos para lograrlo.
No gastó ninguno.

NiñoCactus

martes, 22 de septiembre de 2009

Volver a Empezar


Aquel otoño no cayó ninguna hoja. Los árboles conservaron su vestimenta. Ni el aire ni la lluvia consiguieron desnudar los tallos secos por el calor del verano. Si alguien hubiese podido volar, subir por encima de los bosques y mirar desde arriba buscando lo que dejó abajo, hubiese visto un cuadro de tonalidades rojizas y ocres en movimiento, un lienzo vivo pintado por una mano anónima. Si alguien hubiese sabido volar, habría aprovechado para huir lejos. Pero nadie sabía y todos tuvieron que quedarse.
Los primeros días de octubre comenzó a soplar un viento procedente del interior de la tierra que se elevaba formando remolinos. Fue un deseo, uno que ni siquiera llegó a ser pronunciado, el que silbó hasta convertirse en una tormenta. Uno que se encendió en los ojos y se exhaló como un aliento: ojalá todo siga igual. El aire se llevó consigo palabras como adiós, marcha o pérdida... Desaparecieron de la memoria de los labios y se borraron sin saber por qué.
Al principio la gente estaba feliz. No hubo despedidas ni separaciones. No se derramó ni una sola lágrima por un ser querido. Con el tiempo, toda esa alegría inicial dio paso a la tristeza. Es cierto, nadie se fue, nada acabó. Pero del mismo modo, nada empezó y nadie llegó. No existieron encuentros ni sorpresas. La vida quedó inerte, atrapada en la viñeta de un cómic que no tiene más historia que contar.
Ese año no hubo invierno, ni primavera, ni verano. No llegaron la nieve, las flores o el sol. Faltaron las bufandas aunque el frío se agarraba por dentro hasta doler. El aire no se llenó de olores dulces ni de trinos de pájaros. Y el calor no tuvo frutos que madurar ni pieles que broncear. Por eso, cuando en el otoño siguiente cayó la primera hoja, hubo una gran celebración: la fiesta de volver a empezar.
NiñoCactus
Ilustración de Javier Termenón
y no dejen de visitar más maravillas suyas

martes, 8 de septiembre de 2009

¡Tachán!


El gran Mandrini pronunció las palabras mágicas, hizo un sencillo movimiento con los dedos e introdujo su mano dentro de la chistera. Por primera vez, tras quince años ejecutando el mismo truco, fue el mago, y no el público, quien puso cara de asombro: ¡no encontraba el conejo! Rebuscó, metió el brazo hasta el hombro y, después de un par de minutos palpando cada recoveco, lo sacó sin nada. Rápidamente tomó de su chaleco el Manual de emergencias para ilusionistas, y consultó paso por paso qué pudo fallar. No lo entendía. Había hecho todo de manera correcta.


Cuando los payasos irrumpieron en la pista, en un intento por salvar el espectáculo, la niña, que había salido a sujetar el sombrero de Mandrini, volvió junto a sus padres, situados en la segunda fila, y se sentó sin decir nada. Una vez terminada la función, la pequeña pidió volver a casa sin detenerse en los puestos de feria que tanto le gustaban. Al llegar, corrió hasta el comedor y, ante la atónita mirada de su familia, cogió el florero azul de la vitrina y sacó de él un precioso conejo blanco mientras, con un risita, decía: ¡Tachán!


NiñoCactus


Dibujo e inspiración: Citla

La historia de siempre

Tampoco la sirena, con sus cantos, consiguió que él se quedara.

NiñoCactus

sábado, 15 de agosto de 2009

Você é linda

Ilustración e inspiración: Citla

martes, 11 de agosto de 2009

Superhéroes

El destino había querido que él, y no otro, fuera el primer humano mutante de la historia. Una portentosa conexión de casualidades cósmicas habían modificado su estructura genética, dotándole con el poder de desplazarse a una velocidad imposible para cualquier otro ser humano.

Al otro lado de un pasillo a oscuras, Amanda, su amada, le esperaba vacilante. Para salvar su vida tendría que correr a una velocidad como nunca antes lo había hecho. Tendría que superar la velocidad de la luz.


Patricio se concentró. Tomó aire en sus pulmones y dejó que su mente quedara en blanco. Las enseñanzas de Antonio, su maestro, resonaron en su mente como en las películas que ponían en la tele antes del toque de queda.


“ Visualiza lo que quieres conseguir, hazlo tangible en tu mente, y nada te resultará imposible”.


Patricio visualizó la carrera en su mente, desde la primera zancada hasta el salto final que lo llevaría a salvar la vida de Amanda. Cuando estuvo preparado levantó la mano accionando el interruptor. En ese mismo instante sus piernas empezaron a moverse.


Fue en su tercera zancada cuando las luces de neón del pasillo comenzaron a parpadear. El significado de aquella señal era innegable: La luz se aproximaba. Inmutable ante el riesgo que se cernía sobre ellos, Patricio siguió corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitían, lamentando no tener unas piernas más grandes, quizás como las de su tiránico padre, para acortar más rápidamente la distancia que lo separaba de su amor.


El pasillo se fue acortando, ¡cada vez era menor la distancia que lo separaba de Amanda! Sin embargo, al mismo tiempo el neón seguía parpadeando, cada vez con intervalos más cortos, anunciando la inminente llegada de la luz. El tiempo se acababa y Patricio lo sabía perfectamente.


En un titánico último esfuerzo saltó. Sabía que el momento de la llegada de la luz era inminente y que aquella era su última oportunidad: necesitaba acortar la distancia que lo separaba de Amanda inmediatamente o las fuerzas del mal se apoderarían para siempre de su amada.


Contuvo la respiración y el suelo comenzó a alejarse paulatinamente de sus pies. La intensidad del salto realizado, sin embargo, le forzó a cruzar en el aire sus piernas. En el mismo instante en que su pierna derecha se clavó en la izquierda, supo que había fracasado. Su inestable equilibrio quedó hecho añicos y cayó al suelo, un metro por detrás de la posición de Amanda. En el mismo instante en que su cara chocaba contra el suelo, la bombilla, con un último click, se encendió definitivamente, iluminando completamente el pasillo.


Patricio notó un reguero de sangre cayéndole desde la nariz. El dolor físico quedó, sin embargo, relegado a un segundo lugar, cuando Amanda se levantó del suelo y, mirándole a los ojos, le dijo sin titubear:


“Eres un mentiroso”.


Patricio vio desde el suelo como Amanda se alejaba. Supo que había contado todo lo ocurrido cuando su madre apareció corriendo y gritando por el pasillo. A sus ocho años sintió por primera vez la hiel del fracaso. Con la cara ensangrentada, intentando contener las lágrimas que el dolor quería sacar fuera, Patricio maldecía a Antonio, su profesor de gimnasia y a sus estúpidas ideas sobre la fuerza de voluntad.


Ning1


Nota del autor: Si te ha gustado el relato, te aconsejamos leerlo de nuevo pulsando antes en el video siguiente para acompañarlo de música. ¡La primera parte se vive mucho más! jejeje


domingo, 9 de agosto de 2009

Historias de los pasos de cebra II

-Primero miramos a la derecha...

-... Y luego a la izquierda –terminé la frase mientras observaba cómo mi padre movía la cabeza a ambos lados para luego indicarme que hiciese yo lo mismo. Después, llegaba el momento de la verdad: me cogía de la mano, me daba un pequeño apretón y decía: “Ya sabes, sólo podemos pisar las rayas blancas”.

Asentí impaciente y salté de la acera sin pensármelo dos veces. Esa mañana la maniobra fue perfecta y aterricé con los dos pies en el primer rectángulo del paso de peatones. Nadie más cruzaba. Di el segundo salto con la precisión de un profesional. Pisé justo en el centro de la siguiente isleta y, sin detenerme, tomé velocidad para dar una nueva zancada. En esta ocasión calculé mal y casi rocé lo negro con la zapatilla. ¡Ahí comenzó el miedo!

Sentí mi corazón latiendo enloquecido y un nudo en el estómago me impedía respirar. Empecé a marearme, así que me agaché para recuperar el equilibrio. Me apreté contra el suelo. La voz de mi padre sonaba lejana y no entendía lo que quería decirme. A mi alrededor se había formado un abismo oscuro imposible de cruzar. Cerré los ojos. Todo empezó a dar vueltas. De pronto, sentí que me agarraban por la cintura, no sabía quién era y tampoco quería mirar. Pasó mucho tiempo, no sé cuánto, me encontraba más tranquilo. Escuché a mi madre que susurraba mi canción favorita y me dormí.

Al despertar recordaba vagamente lo sucedido. Decidí que formase parte del sueño y olvidarlo. Desde entonces, me aterran los documentales sobre fauna africana.


NiñoCactus

jueves, 6 de agosto de 2009

Historias de los pasos de cebra I

Camina despacio, con la mirada perdida. Lleva un libro entre sus manos, desde donde me encuentro no consigo adivinar cuál es. Sólo pienso: que mire, que mire, que me mire. Lo pienso tan fuerte que me da miedo que lo escuche. Pero no lo hace y sigue caminando. Cuando llega a la otra acera se pierde entre la gente. Alguien, estacionado detrás de mí, pita.


No, no puede ser. Debería haber hecho algo. Ojalá pudiera echar atrás el tiempo.


Camina despacio, con la mirada perdida. Bajo la ventana del coche y la llamo. Qué vergüenza, pienso, y qué le digo ahora. Pero va escuchando música y no me oye. Me pregunto qué canción sonará en ese momento, y me imagino bailando con ella en mitad del paso de cebra. Sigue caminando. Cuando llega a la otra acera...


Un momento. Si antes conseguí retroceder unos segundos, por qué no iba a poder hacerlo otra vez.


Camina despacio, con la mirada perdida. Toco el claxon. Ella, sobresaltada, echa a correr hacia la otra acera y se pierde entre la gente.


¿Y si dejo el coche? ¡Eso es! Si voy andando me la encontraré de frente.


Camino despacio, con la mirada fija en la otra acera. Pero ella no aparece.


Hay historias que no se darán jamás.



NiñoCactus

martes, 28 de julio de 2009

A veces me olvido de mí...

A veces me olvido de mí... Me dejo abandonado y, cuando me doy cuenta, tengo que volver corriendo a buscarme.
Un día me retrasé y, al llegar, estabas tú esperando a mi lado. Te di las gracias por cuidarme. Mientras te marchabas, agarré tu mano y te pedí que te quedases. Vi tu sonrisa y supe que nunca más volvería a perderme.

NiñoCactus

lunes, 27 de julio de 2009

Palabras

-Esas palabras son más tú mismo de lo que piensas -dijo observándome desde sus ojos negros.
Yo, sonrojado, cubrí mi desnudez con un tachón.

NiñoCactus

sábado, 11 de julio de 2009

De Vacaciones

He hecho un pacto con la lluvia: yo me dejo mojar, y ella me riega las macetas cuando me voy de vacaciones.

Moraleja: lloverá esta semana.

NiñoCactus

jueves, 9 de julio de 2009

Ni en paz ni en armonía

El primer día que me fijé en Elena “La Coletas”, fue la tarde en que la Hermana María Eugenia decidió hacernos compañeros de pupitre. “A ver si así te callas un poco, y atiendes más”, me dijo. Hasta entonces me había sentado junto a Ismael. Éramos los dos únicos chicos de la escuela que nos apellidábamos Risueño, y eso nos convertía en medio hermanos e inseparables, al menos en las listas, porque nuestra profesora ya había dispuesto lo contrario.

“La Coletas” era castaña, tenía los ojos verdes y la piel blanca y pecosa. Por eso nunca le había prestado atención, era como el resto de chicas. O, al menos, eso pensaba.

Para vengarme de la memoria de Ismael, desterrado a la primera fila, le pegué a Elena un chicle en el pelo. Debería haberme dado las gracias porque sólo fuese uno, entre mis habilidades estaba la de mascar siete a la vez. Sin embargo, la muy chivata, se lo dijo a su madre. Como le tuvieron que cortar una de las coletas por ese “acto vandálico”, me castigaron, todo lo que restaba de curso, a limpiar el aula a la salida de clase. Por culpa de eso, no pude ver el último episodio de mi serie de dibujos favorita. Me habían robado parte de mi infancia, y eso deja traumas irreparables.

Contra todo pronóstico, la “Ex-Coletas” no pidió cambió de sitio. Parecía disfrutar con mi desgracia. No me importaba, se lo había buscado: cada vez que abriese su mochila se iba a encontrar un bicho diferente. Aprendí a cazar cualquier cosa: lombrices, cucarachas, lagartijas... Y ella me las devolvía, de forma casi profesional. Una vez, me manchó tres láminas de dibujo la mañana que teníamos que entregarlas. “Me da igual que sea aceite de oliva virgen extra, y que el efecto fuese buscado. Me repites el trabajo para mañana y punto. Menuda cochinada”, me gritó la Hermana, sin mostrar ni pizca de compasión.

Menos mal que llegó la Semana Santa, y los dos nos dimos una tregua. A la vuelta, me trajo del pueblo unos conguitos caseros. “Los ha hecho mi abuela”, me dijo con una sonrisa de dientes torcidos. Seguro que, durante las vacaciones, se había dado cuenta de que no tenía posibilidades de vencerme, y había decidido hacer las paces. Cuando le ofrecí conguitos a Ismael, en la hora del recreo, me miró con cara de asco y me preguntó: “¿Y tú desde cuándo comes cagarrutas de oveja?”. ¡Puag! Me pasé cuatro horas cepillándome los dientes, después de vomitar hasta la cena de la noche anterior. Se había pasado.

Al día siguiente, compré pegamento extrafuerte y lo eché en su silla y en la mía. Luego me deshice del bote y di la voz de alarma, para evitar que me echasen la culpa a mí. Ella ya se había sentado. Tardaron media hora en despegarla, y tuvo que ir a casa vestida con una falda de monja. Menudas risas nos echamos.

Tras esa bromita, estuvimos un tiempo sin dirigirnos la palabra. Nos observábamos buscando nuestros puntos débiles, para saber dónde atacar. El mío era la Lengua y el suyo las Matemáticas. “Se me ha ocurrido una cosa”, me dijo un día, “¿qué te parece si nos copiamos en los exámenes? Yo te puedo pasar las conjugaciones y tu me ayudas con los resultados de los problemas.” Era una idea extraordinaria. Casi se me ocurre a mí primero.

Menuda sorpresa se llevaron en mi casa al ver las notas de ese año. Y eso que me había pasado algunas respuestas mal contestadas adrede. Pero no me importó, porque yo había hecho los mismo.

El último día de clase, Elena me llevó dos cintas de vídeo. “Toma. Son los capítulos de Campeones que no pudiste ver”. Me pilló tan desprevenido que casi le doy un abrazo. “Gra - cias”, tartamudeé. Aquello empezaba a ponerse peligroso. Un chico y una chica no pueden ser amigos, eso lo sabe todo el mundo. “Fea”, le dije. “Anormal”, me contestó. Y los dos nos echamos a reír.


NiñoCactus

jueves, 25 de junio de 2009

Un Mismo Cielo


A pesar de los kilómetros de caminos, océanos y desiertos que los separaban, Óscar y Javier estaban más cerca de lo que nadie había estado nunca.

Se conocieron por uno de tantos errores que suceden a diario, para que la vida pueda seguir su curso sin que nosotros podamos impedírselo. Una mañana, apareció una carta en el buzón de Óscar. Alguien había dibujado una ciruela como única dirección, y el cartero, sin saber muy bien qué hacer con aquel sobre, decidió dejarlo en la frutería.

Tres hojas arrancadas de un cuaderno y escritas por los dos lados, eran su único contenido. Óscar comenzó a leer despacio, sin más prisa que la de ir comprendiendo cada frase. Cuando terminó, sus ojos brillaban como dos cerezas de Burlat recién cogidas del árbol. Allí, en aquella carta, entre aquellas palabras, sin poder explicar muy bien cómo, se encontraba el cielo, tan azul y limpio como él siempre lo había imaginado. Y lo que alguien, firmando Javier, había escrito, no era más que unas simples instrucciones de vuelo. Una bandada de letras que iba trepando por el aire.

Quince minutos más tarde, Óscar comenzó a garabatear todos sus pensamientos en una cuartilla amarillenta. Después, con una sonrisa, metió en el sobre una hoja fresca de menta y dos flores de jazmín, lo cerró, dibujó un pájaro en él y, a la mañana siguiente, se lo entregó al cartero.

Nadie sabe adónde iban las cartas, ni tampoco de dónde venían. A veces llegaban con olor a mar y restos de algas, como si hubiesen cruzado el océano. Otras traían pequeños granos de arena, o hielo aún por deshacer, o el rastro de una tormenta... Lo único cierto es que nunca faltaron a su cita.

Así, a pesar de los kilómetros de caminos, océanos y desiertos que los separaban, Óscar y Javier compartían el mismo cielo. Ése, al que ambos habían aprendido a llegar volando.



NiñoCactus

Dibujo de Citlalinushka

miércoles, 17 de junio de 2009

Los Colonizadores de Nubes


Un Colonizador de Nubes le dice al Sol que se despierte,

Ya es hora de llenarlo todo de Luz.


Para los Colonizadores de Nubes, el Viento

Es un portador de palabras.

A él le cuentan los Versos olvidados.


Cuando llueve,

Hay un Colonizador de Nubes regando el Cielo,

Y añade gotas de perfume y Vida

Para los que se dejan mojar.


Un Colonizador de Nubes sostiene un globo blanco

Al que llaman Luna.

Y cuando, noche tras noche,

Acaba perdiendo su aire,

Vuelve a hincharlo de Sueños nuevos.


Las Estrellas son pequeñas lámparas de aceite,

Que los Colonizadores de Nubes encienden de Deseos.


NiñoCactus

(Desde aquí mandamos este pequeño texto y dibujo
para un gran proyecto lleno de corazón.
Gracias a los organizadores.)


Hasta la última gota

Crecí terminándolo todo...
-Hasta que no termines el plato de guisantes no se te ocurra levantarte de la mesa.
-Termina de recoger tu habitación o no bajas a jugar al patio.
-Si no termina las cuentas, Martín, se quedará castigado después de clase.
-Termine este informe para mañana, y no olvide que la reunión es a las ocho.
...y lo único que, en realidad, nunca acabé...
-Hemos terminado.
...me hizo apurar la botella de vino hasta la última gota, que nunca llegó.


NiñoCactus

viernes, 12 de junio de 2009

Lluvias


Llovía afuera y yo sin paraguas.
Llovía adentro y yo sin ti.


NiñoCactus


Dibujo de Citlalinushka
(Maga de la imaginación)

jueves, 11 de junio de 2009

La Canción de Aleksandar

El día que el abuelo Rodion me regaló su trompeta me dijo que no había nada que fuese imposible.

- No lo olvides, Aleksandar: si lo deseas con fuerza, podrás, incluso, cambiar el mundo.

Yo no sabía qué hacer con una trompeta que no podía tocar. Y tampoco por qué tenía que desear que el mundo fuera diferente. Así que decidí aprender música.

Tenía tantas ganas de arrancar una canción al viejo instrumento, como de hacerme mayor. Pero mi impaciencia se vio contenida por la tranquilidad del profesor Kilar, que andaba, hablaba y pensaba con la velocidad de una tortuga milenaria.

Lo primero que hizo, cuando nos conocimos, fue sonreír. Luego, me midió los dedos comparándolos con los suyos ya arrugados. Y, por último, me hizo una señal para que lo siguiese, y caminó hacia la sala de estudio.

-Todo en ti es ritmo, Aleksandar: los latidos de tu corazón, tu forma de caminar, cada bocanada de aire que tomas al respirar... Llevas una canción dentro de ti. Tienes que encontrarla y dejar que brote.

Al principio, pensé que era yo el que estaba desafinado, y apretaba los dientes al escuchar los chirridos que producía.

-Sólo quiero tocar una nota bien -pedía cada noche al acostarme-, sólo una.

Una mañana salieron tres de golpe. La música comenzaba a nacer.

En ese momento comprendí lo que me dijo mi abuelo: que no había nada que no pudiese alcanzar. Pero, por desgracia, también descubrí que, a veces, a uno le gustaría que el mundo fuese distinto. Una tarde, dos chicos del barrio me robaron y me dieron una paliza. Toda mi rabia se ahogó entre mis lágrimas. Sentí vergüenza por no haber podido defenderme.

Algo se me rompió por dentro, y no me dejaba dormir por las noches. Me daba pánico la oscuridad. Fue la música la que, poco a poco, fue actuando como un bálsamo. Las notas me envolvían como un abrazo, y me hacían olvidar lo sucedido. El mundo, mi pequeño mundo, volvía a ser como antes.

El problema era que el mundo, el grande, había empezado a volverse loco. Un día estalló la guerra, y todo cambió.

El ruido llenaba la ciudad, y de no haber sabido cómo eran las cosas antes de aquellos días, habría pensado que no se podía hacer nada.

En medio de aquel alboroto encontré la canción que se escondía dentro de mí. Mi canción era una música más fuerte que el ruido de la guerra. Una canción que creía que no había nada inalcanzable y que otro mundo era posible.

Empecé a tocar para las personas que estaban sufriendo a mi alrededor. Sólo quería aliviar su tristeza. Gracias a mi trompeta sonreían de nuevo, y yo sentía que ganaba una batalla. Y luego otra, y otra más...

Ésta es la historia chiquita de mi canción. Ésa que me regaló mi abuelo el mismo día que me entregó su vieja trompeta.


NiñoCactus

jueves, 28 de mayo de 2009

Imaginarios (Historia mínima)

-¿Te acuerdas de mí?
-Perdone, estoy ocupado (sin quitar los ojos de lo que está haciendo). No deberían haberle dejado entrar. Pida hora a mi secretaria cuando salga.
-No te preocupes. Sólo será un segundo. Pensé que te gustaría hacer un refugio con las sillas y la cortina, y jugar a los cazadores de tigres.
-Pero..., ¿cómo sabe...? (Levanta la mirada. Silencio). ¿Simpli?
-Ahá
-Pero si eras mi amigo imaginario. Tú no existes... Nunca exististe. Además, eras un niño, no podías crecer.
-¿Por qué no? Crecí a tu lado y cambié igual que tú. Y hoy, de nuevo, sentí que necesitabas jugar, que te hacía falta un amigo.
(Sonríen. Se cierra el telón. Entre las cortinas aparecen los dos personajes agazapados).
-¡Mira, un tigre! –dispara con dos dedos-. ¡Pum, Pum!

NiñoCactus

domingo, 24 de mayo de 2009

La mirada

Entonces reconocí la mirada de la fotografía. Fue un instante, un pequeño destello, como una suerte de electricidad que hace que la bombilla vuelva a lucir unos segundos y después se pierde o se agota, no lo sé. Quizás es el pequeño filamento de la lamparilla el que se rompe. Es esa mirada, que ahora no soy capaz de recordar, la que me salva y me llena de un antiguo calor ya olvidado. Después, la persona que sostiene la imagen entre sus manos me pregunta: “¿Quién es? Vamos..., ¿es que no se acuerda de la abuela?”

NiñoCactus

domingo, 17 de mayo de 2009

A mi madre


Ella guarda la primavera en sus ojos. El resto del año reparte flores con la mirada.


NiñoCactus

Ilustración de Bakar

Un Niño de Mundo

A mi amigo Dani lo trasladan. Al principio la noticia no le gustó, pero como sus padres le han dicho que les podrá ayudar a elegir la nueva casa, ahora anda chuleando de que va a vivir en un castillo. Lo quiere con cinco torreones, el más grande para él, y un foso lleno de cocodrilos. Nos ha explicado que el puente levadizo tendrá mando a distancia como las puertas de los garajes. Pero a Toñete, que es el más culto del grupo porque siempre está leyendo, no le convence la idea. Él está muy puesto en el tema, hizo una colección por fascículos de caballeros medievales y nos contó que en el sótano de los castillos hay mazmorras llenas de ratas gigantes y de instrumentos de tortura que dan muy mal rollo. Vamos, que, puestos a escoger, se iría a un palacio sin dudarlo ni un segundo. Pero, como está ampliamente demostrado que se necesita sangre azul de la realeza para poder vivir en uno y la nuestra es roja vulgar, tampoco va a poder ser. Yo le dije que a mí me encantan las tiendas de campaña. Todos los veranos nos vamos quince días al campo y es muy divertido. Nos pasamos el día cantando y haciendo barquitos con la corteza de los árboles para luego echar carreras en el arroyo. Además, me dejan quedarme hasta más tarde por la noche y me dan una linterna para mí solo. Los campings son lo mejor.
Hace unos días en el recreo, mientras nos comíamos el bocata de media mañana, Javi le hizo una pregunta a Dani que ninguno se atrevía a pronunciar y que creó bastante tensión en el ambiente. ¿Está muy lejos la ciudad donde tendrá que trabajar tu mamá? Un poco, respondió. Y se nos puso a todos un nudo en el estómago que ya no había forma de terminarse el almuerzo. Igual es una ciudad con superhéroes, comentó Paula que es la única chica del grupo y tiene las mejores ideas. Pero como Toñete siempre se guarda alguno de sus datos super-documentados nos chafó la ilusión antes de que pudiese darle un muerdo a mi bocadillo de jamón con tomate, que, por cierto, es mi preferido. A veces me entran ganas de tenerle un poco de rencor. Encima estaba en lo cierto: todas las ciudades con superhéroes están en el extranjero. Y con nuestro vocabulario de inglés que no pasa de open the door y the cat is on the table, ya me dirás qué conversaciones vamos a tener con los niños de allí si no tienen gato.
Mi tío Manolo, que es el más increíble de todos los tíos del universo, me dice, cada vez que viene a cenar, que hay que ver otras ciudades, que hay que viajar y ser un hombre de mundo. Entonces busca en el bolsillo del pantalón y del fondo, justo donde siempre tengo una pelusa que no sé cómo ha llegado hasta ahí, saca una moneda de algún país lejano y me la da. Yo pienso que algún día iré a esos sitios donde ha estado él y las podré gastar todas. Así que por si acaso las voy guardando. Después me coge en sus rodillas y me cuenta en secreto sus aventuras. Yo me quedo mirándole con los ojos como platos. Al final me acaba repitiendo que sólo nos quedamos con lo que hayamos vivido, y asiento con la cabeza aunque no lo entiendo del todo.
Ya falta menos para el día de la mudanza. Se han comprado una casa normal, aunque más grande. Ya no tendrá que compartir cuarto con su hermano pequeño que le cogía los juguetes sin permiso y no le dejaba vivir. No es un castillo pero tiene un jardín enorme para jugar al fútbol.
Nosotros no queremos que se marche, pero nuestros padres nos han prohibido que se lo digamos para que no lo pase mal. Quieren que le demos ánimo. Le hemos prometido que vamos a ir a visitarle siempre que tengamos vacaciones y que cuando Javi tenga carné de conducir estaremos allí todos los días para jugar al fútbol en el jardín. Además, le hemos encargado una misión muy importante: tiene que conseguir el cromo cuarenta y nueve que aquí es imposible de encontrar y que seguro que allí sí que sale.
Cuando miro a Dani y me acuerdo de mi tío Manolo pienso en la suerte que tiene de empezar tan pronto a conocer otros lugares. Tendrá un mejor amigo en dos ciudades diferentes y no conozco a nadie así con su edad. Antes de que se vaya se lo voy a decir: sólo ocho años y ya vas a ser un niño de mundo. Mola.
NiñoCactus

sábado, 16 de mayo de 2009

Macarrones

-¿No le regalarías también el collar de macarrones? ¡Jo, mamá!, si era mi preferido. Lo llevaba siempre con esta camiseta. Pues ahora ya no me la pondré nunca jamás –gritó Marina enrabietada dando una patada en el suelo.
-Toma. Te quedará mejor con estos pendientes de cereza –le dice su madre.
La niña sonríe, los coge sin pensarlo dos veces y sale corriendo a la calle. Minutos más tarde, mientras escupe el hueso de la última fruta roja que le queda, ya se ha olvidado del collar.

NiñoCactus

Quizás

-¿No le regalarías también el collar?
-Veo que tienes buena memoria. Has enumerado, uno a uno, todos los regalos que te fui haciendo desde el día en que te conocí. Una cronología de presentes con los que te fui llenando sin darme cuenta de que, a la vez, te vaciaba de amor... Quizás ya es tarde. Quizás se nos olvidó prescindir del mundo para amarnos... (silencio largo, como de días eternos) ...quizás aún hay tiempo.

NiñoCactus

jueves, 7 de mayo de 2009

Canicas

Luego se fue corriendo como si no hubiera pasado nada, pero vaya caída más tonta que se dio el muy chulito. Con los aires con que se pavoneaba cada tarde delante del grupo de mi novia, y ellas embobadas con su camiseta de capitán del equipo de fútbol. Bah, seguro que ni se la quita para dormir. Tenías que haber visto cómo se reían hoy de él. Si hubiera mirado donde debía no le habría pasado eso. ¡Qué imbécil! Por cierto, hoy no podré jugar, he tenido que donar mis canicas para una buena causa.
NiñoCactus

jueves, 30 de abril de 2009

Lo Extraordinario

El día invitaba a pasear, a salir del encierro de la casa y disfrutar de la mañana limpia y soleada. El cielo estaba más azul que nunca, como un mar en calma de aguas transparentes.
Nadie se dio cuenta de la primera gota de agua, tampoco de la segunda. Sin embargo, la tercera fue a caer en mitad del cristal izquierdo de las gafas nuevas de la señora Josefa, quien miró hacia arriba buscando a algún malintencionado que se hubiese puesto a regar justo cuando ella pasaba. Lo extraño es que, en ese momento, se encontraba cruzando la calle por el paso de cebra.
Sin previo aviso comenzó a llover. La gente levantaba la vista buscando alguna nube, pero el cielo seguía igual de despejado que a primera hora. Tal fue el asombro generalizado que nadie aceleró el paso ni buscó cobijo en un portal cercano. No se abrió ni un solo paraguas ni se vio capucha alguna cubriendo una cabeza.
La lluvia mojaba las caras sorprendidas de los viandantes que se habían quedado parados en mitad de calles y plazas. Unos pocos sonreían, otros buscaban arco iris y los menos cerraban los ojos disfrutando del agua. Lentamente, un grupo de nubes fue apareciendo en lo alto y la gente, al verlas, comenzó a ceñirse las chaquetas, a subir los hombros y a huir de aquella lluvia normal.

NiñoCactus

lunes, 20 de abril de 2009

El hombre del saco

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños.

-Falta César –gritó Marta -. Se ha vuelto a esconder.

Todos corearon su risita traviesa y me miraron divertidos enfundados en sus pijamas. Pasamos más de una hora buscando al pequeño que siempre me exasperaba con sus constantes travesuras incitando al resto a portarse mal. Desde que llegó las cosas se habían descontrolado en el orfanato.

-Ya está, esta vez se lo ha llevado el Hombre del Saco –sentencié-. Será mejor que nos vayamos a dormir o volverá a por el resto. Ya es demasiado tarde.

Esa noche los rezos estuvieron dificultados por hipidos y sollozos. A mí también me costó dormir pensando en lo que había hecho. Pero, a partir de ahora, no habría más problemas de disciplina.


NiñoCactus

dibujo de Quique

jueves, 16 de abril de 2009

Cuentos de Terror

-¿Dónde está el perro? –vociferó mientras observaba las miradas sobrecogidas de los más pequeños. El callejón, mal iluminado, era el lugar idóneo para contar aquellas historias de miedo cada anochecer.
-Pero allí no había ningún perro –continuó-, eran los ladridos del viejo mastín que, atrapados entre los muros de la casona, seguían escuchándose en un eco eterno…
Maullidos de terror corearon el final. Después, uno tras otro, los gatos se dispersaron por los tejados de la ciudad.

NiñoCactus

sábado, 11 de abril de 2009

... Y ahora

En la puerta había una gorra negra, la misma que llevaba el día en que nos conocimos. La colgaba del picaporte del cuarto para que supiese que aguardaba dentro. Yo la miraba y sonreía, y no le hacía esperar. Luego perdió esa costumbre. Los años, poco a poco, nos fueron robando todo menos la esperanza... Ahora sonrío y siento que está al otro lado, aunque soy yo quien la deja en la manilla.

Niñocactus

martes, 31 de marzo de 2009

Bañeras

Esta vez va un encargo, un relato para poner una historia a una ilustración de Patri. Visto con retrospectiva, creo que los colores han influido en la temática y el dibujo en el desarrollo de la historia.

Esta es la ilustración y luego sigo con el relato...




Se acercó a la bañera con paso lento aunque seguro.


Abrió el grifo izquierdo, dejando que el líquido residual de las cañerías se vertiera por el sumidero. Cuando comenzó a salir vapor de agua giró el pomo derecho, dejando que el agua fría se mezclara con el caliente. A los pocos segundos metió la mano debajo del chorro y jugó con los mandos hasta que la temperatura le pareció adecuada.



La temperatura del agua es muy importante. Si el líquido tiene la temperatura adecuada, la sangre, al salir del cuerpo, no causa dolor.



Después puso el tapón en el desagüe cortando la huida del agua. Aprisionándolo y obligándolo a existir en el corto espacio de la bañera.


Se sentó sobre la tapa del inodoro a esperar. Relajada. Paciente.


Fijó su mirada en el grifo abierto de la bañera y fue observando cómo, centímetro a centímetro, el nivel de agua subía progresivamente. Comprobando como el líquido, al ir ascendiendo, cambiaba su percepción del blanco del falso mármol.



Finalmente el líquido subió todo lo que se podía subir y se desbordó. Primero cayó un breve chorro, derramado a modo de leve advertencia sobre lo que podía pasar a continuación. El aviso no fue oído y con el segundo chorro ya nunca dejó de caer agua sobre el piso.


Observó el agua en el suelo, espiando su franca huída sobre los verdes azulejos. Libre ya de las ataduras del recipiente que lo había atenazado.



Pocos minutos después salió del baño. Mojándose los pies descalzos en un agua tibia. No cerró el grifo al marcharse.


Tampoco recogió sus cosas ni dejó una nota escrita explicando su ausencia.


Simplemente, se marchó para no volver jamás.


Ning1

lunes, 30 de marzo de 2009

Afortunado en juego...

Cuentan las malas lenguas que Don Lope perdió a la tía Cristina en una partida de cartas. El refranero español y los efectos de dos botellas de vino y una de whisky fueron la causa de su desventura la noche en que apostó con su amigo Alfonso Velarde que quien perdiese la mano se quedaría con la muchacha. Aquella fue la primera vez que Lope Guzmán ganó sin hacer trampas.

NiñoCactus

Terapia

Fui a un hipnotizador para conseguir olvidarme de ti. El problema es que ahora tampoco me acuerdo de mí.


NiñoCactus

jueves, 19 de marzo de 2009

La luz

La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él; la que, generación tras generación, había devuelto a los marineros a tierra, a los brazos de sus mujeres y amantes... La luz que recordaba dónde hallar el pueblo cuando la noche convertía la mar en un abismo.

Dicen las mujeres que, desde que destruyeron el faro, ningún hombre de la aldea volvió a enamorarse por temor a no encontrar un día el camino de vuelta. Las relaciones se volvieron mecánicas, aprendidas, con el cariño justo para vivir cómodos sin echar de menos... Y nadie se quejaba porque así tenía que ser. Ni siquiera Carmen, que en silencio encendía cada noche una tea en su ventana.


Niñocactus

jueves, 12 de marzo de 2009

Para el NiñoCactus (de Aitana Carrasco Inglés)

Al Niño Cactus le gustaban las pompas de jabón porque eran lo suficientemente frágiles como para hacer parecer a todos los demás cubiertos de pinchos.


(La ilustración-tesoro y la continuación tierna y dulce del cuento son obra de Aitana)
Mil gracias por ser tan maravillosa