miércoles, 20 de noviembre de 2013

El «matacabras»

Cuando había viento del norte, los oídos dolían al entrar las palabras congeladas. Por eso la gente de la montaña prefería callar. Si soplaba el «matacabras», era mejor guardar los termómetros, o no volverían a subir; las gallinas ponían huevos vacíos porque no tenían calor suficiente para empollarlos; y el suelo se cerraba resguardando las semillas, que crecían hacia dentro. A veces, semanas después, se podía encontrar una flor oculta al remover la tierra. Entonces, se olvidaban los días silenciosos.

NiñoCactus

Lo que desees

—Papá, ¿tú no tienes frío?
El viento se cuela por la ventana que no ajusta, y en la chimenea solo arde un pequeño tronco.
—¡Ve a por el gorro y los guantes! —propone el padre—. ¡Vamos a fabricar nieve!
—¿Nieve? ¿Dentro de casa?
—¡Claro! Aprovecharemos el aire helado.
El niño abre los ojos como platos y corre escaleras arriba. Cuando vuelve, hay un barreño lleno de espuma en mitad de la sala.
—¡Eso es jabón! —protesta el muchacho.
—No —responde su padre­—, el frío es eso: frío. Pero esto, esto será lo que nosotros queramos.

NiñoCactus

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sin palabras

Nunca recordaba lo que no se debía contar. Por ello Marta enmudeció, para escaparse de las regañinas de su madre. Al principio le costó un esfuerzo enorme, incluso tenía que morderse la lengua para evitar decir algo indebido; pero, con el tiempo, de tanto callar, hasta se olvidó de cómo se hablaba.
Marta comenzó a recortar palabras del periódico. Las guardaba en una cajita de madera lacada, y las repartía para expresar sus sentimientos. A fuerza de no usarlas, a veces confundía su significado. A mí me regaló “ráfaga” y “escalera”. Y un día, después de mucho rebuscar, hizo llover todos aquellos papelitos sobre mi cabeza
NiñoCactus