miércoles, 24 de marzo de 2010

Rebeca

Si salía corriendo, echaba la basura en el contenedor y volvía al portal sin perder ni un segundo, la luz seguía encendida. Lo tenía todo calculado.

Aquella noche se me desató la zapatilla. Fue un instante, hacer un nudo. Pero al llegar la entrada estaba a oscuras. Tragué saliva y, mientras me acercaba al interruptor, sentí un susurro a mi espalda. Elige: tu hermana o tú.

Al día siguiente fui al baño después de cenar. No había otra salida. Vomité. Mi madre me puso su mano en la frente. No tenía fiebre pero me quedé en la cama.

-¡Rebeca! Hoy bajas tú la basura.

Estaba salvado.


NiñoCactus

domingo, 21 de marzo de 2010

Futuro imperfecto

Prisionero de su esfera, el futuro decidió vengarse de la adivina, y mostrarle a su peor enemigo como su gran amor.


NiñoCactus

miércoles, 17 de marzo de 2010

La deducción del tiempo

-Entonces es martes, seguro, por lógica. Si se fija en las uñas de la enfermera, verá restos de la manicura que se hizo para acudir el sábado a alguna fiesta. Por otro lado, no escuché el camión de la lavandería, que viene lunes y miércoles. Para concluir, tiene usted, en la solapa, migas del bizcocho de nueces de la pastelería París, y los jueves por la mañana permanece cerrada por descanso. Entonces...

-Elemental, querido amigo, elemental –respondo mientras doblo el periódico para evitar que el viejo detective, quien apenas recuerda mi nombre, vea la fecha y se dé cuenta de su error.


NiñoCactus

viernes, 12 de marzo de 2010

A la sillita, la reina... (Ejercicio del Taller de Arianna Squilloni)

Llegó por la mañana, a última hora, justo antes de los preparativos para la comida. La trajeron dos hombres vestidos de gris. Aunque hubiésemos vivido en un décimo piso sin ascensor, uno habría bastado. No para ella. Hicieron falta dos porteadores enfundados en monos de trabajo con grandes letras plateadas a la espalda que rezaban: ANTIGÜEDADES MATUSALÉN. Todo con mayúsculas.

-Florence. Mademoiselle Florence.

Así dijo llamarse. Una silla de caoba de finales del XIX, con finísimas incrustaciones en palisandro. Una auténtica obra de arte, se quejaba constantemente, rodeada de palurdos con corazón de aglomerado. Y ese era el insulto más suave. Según ella, todo estaba mal: la temperatura, la intensidad de la luz, la humedad ambiente... ¡Qué silla tan malcriada e insoportable! Era preciso pararle las patas.

La idea se le ocurrió a la mesa del saloncito verde. No lo digo por culpar a nadie, sino como reconocimiento a nuestra salvadora. El plan era arriesgado. Alguno de nosotros podía resultar herido pero no nos importó.

Al conde le gustaba sentarse en Florence después de las comidas y paladear una copa de brandy mientras fumaba un purito. Amaba el buen comer. Su prominente barriga lo demostraba. Decidimos atacar por ahí. Las bandejas dieron orden en la cocina de preparar los más suculentos platos. Guisos contundentes, pescados con salsas exquisitas y pasteles interminables se sucedían día tras día llenando todas las dependencias de la mansión con aromas irresistibles.

Tres meses después, el conde había aumentado cuatro tallas de pantalón y se movía con dificultad. Temimos por la salud de nuestro dueño, por eso nos dimos un ultimátum: si en el próximo almuerzo no lográbamos nuestro objetivo, asumiríamos la derrota.

Fue una auténtica fiesta. El salón brillaba como nunca. Utilizamos la vajilla reservada para ocasiones especiales. El conde estaba encantado. Al acabar, tomó su copa y se acercó hasta Florence. Se dejó caer exhausto por el banquete. Todos escuchamos crujir la madera. Las juntas estaban ya sueltas y no resistieron. Una de las patas se quebró. Por un momento nos sentimos culpables. No duró mucho. La chirriante voz de aquella silla presumida comenzó a lanzar improperios. Se acordó de los antepasados de cada mueble. Nadie la escuchó, estábamos demasiado ocupados en celebrar nuestra victoria.

Al día siguiente comenzó la dieta.


NiñoCactus



domingo, 7 de marzo de 2010

Sacrificio

Era sólo una niña cuando entré a servir en el templo de la diosa Tique. Una horda de jinetes había arrasado el valle asesinando a mi familia. Fui la única superviviente. Anduve sin rumbo hasta caer extenuada en medio de ninguna parte. Ni siquiera sé quién me recogió.
Los años pasaron secando mis lágrimas hasta hacerme sentir los párpados como lijas. Durante ese tiempo, mis labios dieron gracias a la fortuna con cánticos y oraciones; mientras mi corazón pedía venganza al destino. Un día, mi súplica fue escuchada.
-Matadlo –me dijeron-. Ofrecédselo a la diosa.
Los jinetes habían vuelto a saquear nuestras tierras. Uno de ellos había caído prisionero, ahora estaba en mis manos. Dejé pasar la noche. Cuando despuntó el alba ya tenía decidido que esta vez el sacrificio no sería para Tique sino para mí. Me acerqué hasta donde yacía el joven y corté la cuerda que sujetaba sus piernas.
-Levántate –ordené-. Vas a llevarme adonde vives.
Caminamos durante días descansando apenas unas horas cada noche. Al atardecer de la última jornada vimos su poblado desde un alto. Me coloqué delante de él sujetando el puñal. Quería que viese mis ojos, mi dolor.
-Rompo tu odio –grité-. Rompo el odio de tus hijos, y el de los hijos de tus hijos...
Ni siquiera tuve fuerzas para decirle que era libre. Comencé a llorar. Aquel sacrificio me había lacerado el alma, devolviéndome las lágrimas. Sabía que esa era la única oblación posible: una ofrenda a la vida.

NiñoCactus

jueves, 4 de marzo de 2010

Preocupaciones

De preocuparse en vez de ocuparse de las cosas... Así estaba hecho: formado por todas las opciones que nunca tendrían lugar; alternativas mejores a la tomada.

Por esa razón no vivió hasta el momento en el que no hubo disyuntiva. El último instante.


NiñoCactus

martes, 2 de marzo de 2010

Problema matemático


La mayoría de los científicos temen equivocar un error, pues no saben si aciertan una vez o fallan dos.

NiñoCactus

Ilustración de Bakar