sábado, 26 de mayo de 2007

Faro

A veces surges como la ráfaga de un faro imposible en medio del mar. Y cambio el rumbo… Y desapareces… Y vuelvo a quedar a oscuras para buscar luego, en las estrellas, el camino hacia la inmensidad.
Niñocactus

Buscadores

Terminaba su turno de trabajo a las cinco de la mañana. Todos los días el mismo camino de vuelta: el más seguro, el más corto, el de siempre… Le gustaba sentir el letargo de los edificios, la quietud de las farolas. Observador al paso.

Una noche se detuvo atraído por la luz que salía de una habitación insomne. Hacía semanas que aquel ventanal le distraía en su paseo nocturno. Allí, inmóvil, imaginó a una joven escribiendo una carta que jamás enviaría, a una hija velando a su madre, a un despistado que había salido de viaje…

Durante meses realizó suposiciones. Algunas le parecían convincentes, otras le llevaban a un absurdo tal que acababan por arrancarle una sonrisa. Cuando su imaginación agotó todas las posibilidades cruzó la calle y apretó el botón del interfono. La puerta se abrió sin preguntar. No entendía por qué no llegaba la duda o el miedo mientras subía por las escaleras. Arriba un viejo lo esperaba. Comenzó a contarle su historia… Toda su vida había viajado sin encontrar. Siempre buscando. Tan sólo estaba seguro de lo inmediato, con la ausencia de un camino que se borraba y dibujaba en cada jornada. Llegó un momento en que sus fuerzas se debilitaron. Sus pies, antes ligeros, se agarraban ahora a la tierra sin querer soltarla. Así que decidió buscar un lugar donde instalar un faro. Un faro para buscadores. Repitió las últimas palabras…

El joven se despidió. Bajó las escaleras encontrando las dudas y el miedo que antes se habían escondido en la sombra. Salió a la calle.

Pasó el tiempo y la luz de la ventana acabó por consumirse. Supo entonces que el viejo, por fin, había encontrado su camino. Ahora le tocaba a él encontrar el suyo. Cerró los ojos para sentir el letargo de los edificios, la quietud de las farolas.

Niñocactus

miércoles, 23 de mayo de 2007

coladas

Se levantó inusualmente triste. Su mirada, incapaz de remontar el vuelo, no se levantaba del suelo, que era, más o menos, la altura a la que se encontraba su alma.

Como siempre hacía en estas situaciones desesperadas, organizó una colada de emergencia. Cogió todas sus penas y las metió, una a una, en la lavadora. Ajustó la ruedecilla hasta llegar al programa más largo de todos y seleccionó la máxima temperatura que el aparato permitía.

Paciente, mientras sus penas encogían, se sentó a leer las noticias del día. No comenzó ni por la portada ni por la última página. Congruente con su estado de ánimo empezó a leer por la sección de las esquelas. Una vez leídas todas, con media lágrima en los ojos, retrocedió sesenta y tres páginas hasta llegar a las noticias internacionales. Acabadas éstas, se plantó en la tercera página donde se informó convenientemente de la triste política. Desde allí avanzó diecisiete hasta las regionales, luego retrocedió sólo siete.

Con este peculiar método, conforme sus penas iban menguando en el interior de la lavadora, fue avanzando desde las partes más tristes de la realidad del día hacia las más felices. Para cuando el programa llegó al centrifugado ya se estaba desternillando con los chistes de la última página.

lunes, 21 de mayo de 2007

He visto a un taxista leyendo el Código de Circulación. Ya no cruzo los pasos de cebra sin mirar.

Niñocactus

viernes, 18 de mayo de 2007

Aquella noche Ícaro llegó a la luna sin que sus alas se derritiesen.

Niñocactus

jueves, 17 de mayo de 2007

Pólvora

El olor a pólvora impregnaba aún toda la habitación. Él, ya habituado, no lo percibía. Sólo dos cuerpos llenaban el espacio entre las cuatro paredes. El suyo y el otro. El que todavía vivía y el que ahora yacía inerte. Ése que durante tantos años le había hecho la vida imposible había quedado reducido a una masa tendida en el suelo. Ya casi ni siquiera sangraba.

¿Realmente le había hecho la vida imposible? ¿O estaba equivocado? No lo recordaba con claridad. La verdad es que ya nada estaba claro. Era por el humo del disparo. Se había introducido por su nariz hasta su cerebro y ahora lo nublaba todo. Por eso no recordaba nada. Por el humo del revólver.

En cualquier caso ya no era algo de lo que debiera preocuparse. En realidad nada tenía importancia a partir de este momento. Cuando matas a alguien de algún modo te haces inmortal.

Este pensamiento le hizo reír. Lo hizo en voz alta. Al oírse le sorprendió el tono de su voz. Sonaba diferente. Como si él sólo hubiera abierto la boca y hubiera sido un ventrílocuo el que hubiera emitido el sonido. Una risa alejada de sí mismo. Calló de nuevo.

Entonces fue el revólver quién volvió a hablar. Ya no utilizaba un tono amenazador. No eran órdenes lo que escuchaba, pero su voz sonó igual de clara. Sabía que no estaba loco. De eso estaba seguro. Si hubiera perdido la razón jamás habría encontrado el arma. Su padre nunca le había contado donde la guardaba. Ese hecho le bastaba, le demostraba su cordura. Había sido el revólver el que le había guiado. Él solo nunca lo habría logrado.

Esta vez el revólver no le ordenaba nada, sólo le pedía un favor. La voz ahora era diferente. Tenía un tono suave que le envolvía como una melodía, dándole una paz que no recordaba haber sentido antes. La sensación de placidez era tan grande que no pudo negarse. Levantó el arma y disparó una segunda y última vez.

El olor a pólvora se hizo más intenso. Tampoco lo percibió. En esta ocasión el haberse habituado al aroma no fue la causa. Ahora eran dos figuras las que yacían, inertes, sobre el suelo. Una de ellas aún sangraba.

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miércoles, 16 de mayo de 2007

Alamgaleem


(...)
- Entonces, ¿Sol y Luna jamás volvieron a encontrarse?
- Sí. Un instante, apenas unos segundos cada mucho tiempo, Sol y Luna de nuevo están juntos.
- ¿Y qué se dicen en ese momento?
- Nada. Simplemente aprovechan para amarse.

Niñocactus
(Se recomienda leerlo escuchando El cisne de Camille Saint-Saëns)

lunes, 14 de mayo de 2007

Titeremundi

Uno a uno fue cortando los hilos hasta que el títere quedó contra el suelo como un muñeco inmóvil, desarticulado.
Durante la última función una de las cuerdas se había roto sin que el público se diese cuenta. La marioneta ejecutó con exactitud cada una de las acciones que ya tenía completamente memorizadas.
Ahora títere y titiritero se mueven con mayor libertad.

Niñocactus

miércoles, 9 de mayo de 2007

Cuento a punto de acabar...

Hemos empezado a hacer cajas en la escalera 2, segundo A. No encontramos el modo de embalar los recuerdos por miedo a que se rompan, o a que se pierdan, o a qué se yo. Esta noche Darwin me dijo que no importa cómo lo hagamos, que al final sólo los más fuertes sobreviven. A mí, que debo ser la excepción junto al Pez-plátano y el Lambanana.
Si tuviese una empresa de mudanzas la llamaría "Colorín colorado".

Niñocactus

Super Lambanana en Liverpool

Dialéctica


Los dos pensaban igual pero con diferentes palabras, diferentes matices, diferentes ojos. Hasta tal punto eran distintas sus maneras de expresarse que sentían, en lo más hondo, que nunca estaban de acuerdo. Discutían acaloradamente con idénticos argumentos, para ellos tan dispares. Y, finalmente, se retractaban en un abrazo; de modo que, sin darse cuenta, se daban la razón a sí mismos.

Niñocactus

Ilustración de Bakar

lunes, 7 de mayo de 2007

Lunas

Estaba asomado en su balcón dejando que la noche pasara, aburrido de jugar con el ordenador, sin ganas de leer, mirando simplemente al cielo, cuando sucedió. La luna le guiñó el ojo. Ocurrió poco a poco, pero sucedió. La lentitud del gesto era lógica, pensó. Los planetas y otros objetos celestiales llevan millones de años vivos, por lo que todos sus movimientos tienen que ocurrir a cámara lenta. Aún así no pudo evitar sonrojarse, no todos los días ese satélite de granos adolescentes se fija en uno para dedicarle una mueca… Cuando el guiño hubo acabado, lanzó un beso al cielo y se metió en la cama.

Quizás por este suceso o quizás por otras cosas, aquel niño acabó haciéndose profesor de astronomía. Tanto tiempo después, tantas veces dada la misma clase, todavía no ha conseguido evitar que surja ese cosquilleo cuando llega el momento de explicar el mecanismo que rige el comportamiento de los eclipses.

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Estaba tan metido en sus pensamientos que, cuando le sacaron de golpe, se le cayeron dos. Uno lo encontró bajo un banco y el otro fue a parar a la fuente donde bebe mi perro. Hace unos días que no ladra.

Niñocactus

viernes, 4 de mayo de 2007

Todos esperando la señal inmóviles. Agrupados en línea. Con la meta en la mirada. Cada uno aguardando a que el otro diese el primer paso. Nadie se movió. El semáforo volvió a ponerse en rojo.

Niñocactus

jueves, 3 de mayo de 2007

Vida paralela

Las luces de la calle Retuerta se encendieron tres horas antes que de costumbre. Eran exactamente las cinco menos cuarto de la tarde.

En el número 12, primero izquierda, se escuchaba música en el cuarto de baño. Sobre el lavabo, uno a uno, caían mechones de pelo negro. Inés se miró en el espejo y apenas pudo ver su imagen, borrosa por las lágrimas. Se había acabado la niña buena. Siempre callando lo que pensaba. Y él... Respiró hondo pero enseguida comenzó a llorar de nuevo. La luz del aplique se reflejó en las tijeras cortándose justo en el filo.

Dos edificios más allá, en la escalera primera del número 8 segundo A, Luis veía la tele mientras su madre cosía en el sillón de al lado. Estaban echando una película de dibujos. Él no entendía porqué el príncipe se enfrentaba con su padre, el rey, para poder casarse con aquella doncella. Todo era demasiado ñoño. Pero no le importaba porque luego vendrían las peleas de espadas. Eso sí que estaba bien.

Unos minutos más tarde Alfredo abría la puerta del apartamento situado en el ático del número 5. Sentada en la cama le esperaba su mujer con una caja entre las manos. “Hijo de puta”, le gritó mientras se la lanzaba a la cara. La caja se abrió al caer contra el suelo y, entre muchas otras cosas, apareció una carta. Él no dijo nada. Se dirigió al armario y comenzó a sacar su ropa.

Había luz en el bajo B del número 19. La habitación daba a un patio interior y apenas llegaba claridad. Lenta, pausadamente, Julio acercó la última carta a su castillo de naipes. Aguantando la respiración y con las manos sudorosas sonreía por su éxito. La propia emoción, en el último momento, traicionó su pulso y con un pequeño temblor se desmoronó todo de golpe.

Justo en ese momento en la portería del Edificio Europa, el número 2, María se cortó al intentar abrir una lata de aceitunas. La sangre oscura comenzó a brotar de la herida. Perdió el conocimiento.

Las luces de la calle Retuerta se encendieron tres horas antes que de costumbre. Cuarenta y cinco minutos después una de ellas se apagó. Eran exactamente las cinco y media de la tarde.

Niñocactus

miércoles, 2 de mayo de 2007

Buscando pareja

Tan harto estaba de no encontrar pareja, que se juró, por todo aquello a lo más quería, que se asomaría al balcón y se enamoraría de la primera mujer que bajó él pasara.

Arrancó una flor del jarrón de la entrada, reblandeció su corazón hasta dejarlo preparado para caer rendido y, totalmente decidido, dejó que fuera el azar la celestina de su futuro.

La idea más romántica de toda su vida fue también la que más desgracias le trajo. Años después, mientras el psicólogo le preguntaba por Edipo, él sólo respondía “Es una cuestión de principios”.

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