domingo, 17 de mayo de 2009

Un Niño de Mundo

A mi amigo Dani lo trasladan. Al principio la noticia no le gustó, pero como sus padres le han dicho que les podrá ayudar a elegir la nueva casa, ahora anda chuleando de que va a vivir en un castillo. Lo quiere con cinco torreones, el más grande para él, y un foso lleno de cocodrilos. Nos ha explicado que el puente levadizo tendrá mando a distancia como las puertas de los garajes. Pero a Toñete, que es el más culto del grupo porque siempre está leyendo, no le convence la idea. Él está muy puesto en el tema, hizo una colección por fascículos de caballeros medievales y nos contó que en el sótano de los castillos hay mazmorras llenas de ratas gigantes y de instrumentos de tortura que dan muy mal rollo. Vamos, que, puestos a escoger, se iría a un palacio sin dudarlo ni un segundo. Pero, como está ampliamente demostrado que se necesita sangre azul de la realeza para poder vivir en uno y la nuestra es roja vulgar, tampoco va a poder ser. Yo le dije que a mí me encantan las tiendas de campaña. Todos los veranos nos vamos quince días al campo y es muy divertido. Nos pasamos el día cantando y haciendo barquitos con la corteza de los árboles para luego echar carreras en el arroyo. Además, me dejan quedarme hasta más tarde por la noche y me dan una linterna para mí solo. Los campings son lo mejor.
Hace unos días en el recreo, mientras nos comíamos el bocata de media mañana, Javi le hizo una pregunta a Dani que ninguno se atrevía a pronunciar y que creó bastante tensión en el ambiente. ¿Está muy lejos la ciudad donde tendrá que trabajar tu mamá? Un poco, respondió. Y se nos puso a todos un nudo en el estómago que ya no había forma de terminarse el almuerzo. Igual es una ciudad con superhéroes, comentó Paula que es la única chica del grupo y tiene las mejores ideas. Pero como Toñete siempre se guarda alguno de sus datos super-documentados nos chafó la ilusión antes de que pudiese darle un muerdo a mi bocadillo de jamón con tomate, que, por cierto, es mi preferido. A veces me entran ganas de tenerle un poco de rencor. Encima estaba en lo cierto: todas las ciudades con superhéroes están en el extranjero. Y con nuestro vocabulario de inglés que no pasa de open the door y the cat is on the table, ya me dirás qué conversaciones vamos a tener con los niños de allí si no tienen gato.
Mi tío Manolo, que es el más increíble de todos los tíos del universo, me dice, cada vez que viene a cenar, que hay que ver otras ciudades, que hay que viajar y ser un hombre de mundo. Entonces busca en el bolsillo del pantalón y del fondo, justo donde siempre tengo una pelusa que no sé cómo ha llegado hasta ahí, saca una moneda de algún país lejano y me la da. Yo pienso que algún día iré a esos sitios donde ha estado él y las podré gastar todas. Así que por si acaso las voy guardando. Después me coge en sus rodillas y me cuenta en secreto sus aventuras. Yo me quedo mirándole con los ojos como platos. Al final me acaba repitiendo que sólo nos quedamos con lo que hayamos vivido, y asiento con la cabeza aunque no lo entiendo del todo.
Ya falta menos para el día de la mudanza. Se han comprado una casa normal, aunque más grande. Ya no tendrá que compartir cuarto con su hermano pequeño que le cogía los juguetes sin permiso y no le dejaba vivir. No es un castillo pero tiene un jardín enorme para jugar al fútbol.
Nosotros no queremos que se marche, pero nuestros padres nos han prohibido que se lo digamos para que no lo pase mal. Quieren que le demos ánimo. Le hemos prometido que vamos a ir a visitarle siempre que tengamos vacaciones y que cuando Javi tenga carné de conducir estaremos allí todos los días para jugar al fútbol en el jardín. Además, le hemos encargado una misión muy importante: tiene que conseguir el cromo cuarenta y nueve que aquí es imposible de encontrar y que seguro que allí sí que sale.
Cuando miro a Dani y me acuerdo de mi tío Manolo pienso en la suerte que tiene de empezar tan pronto a conocer otros lugares. Tendrá un mejor amigo en dos ciudades diferentes y no conozco a nadie así con su edad. Antes de que se vaya se lo voy a decir: sólo ocho años y ya vas a ser un niño de mundo. Mola.
NiñoCactus

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, me encantó!!!
Más besiños

Pepe del Montgó dijo...

La suerte que tienes de tener un tio Manolo. Esos tios siempre abren el interés para conocer otros sitios. Ya te veo el día de mañana conociendo otras ciudades y un mejor amigo en cada una de ellas. De momento aquí puedes tenener uno.

Anónimo dijo...

Es una historia tan dulce que me ha devuelto por un momento a mi más tierna infancia... Yo también soy "un niño de mundo" :-)

Mónica dijo...

Me encantó leerte, una manera entrañable de animar una mudanza. Un abrazo y feliz de volver a verte.

aitana carrasco dijo...

lo releo y me vuelve a regustar

anis dijo...

jol, espero que no se pierda esa amistad porque poco a poco algunas se van enfriando y otras quedan ahí sin enfríar, en temperatura media, conservadas y cuando llega el momento vuelven a brotar como antes
:)

NiñoCactus dijo...

Gracias por sus comentarios y por formar parte del mundo de este Niño.
Besos
;D