miércoles, 18 de abril de 2007

Reposo

No estaba entendiendo nada de la conversación. Se sentía hablando con un extraño, como si le faltasen esas dos palabras que puestas en el orden correcto descifrasen un código ancestral. Sus ojos cada vez más tristes y cansados, y su interlocutor cada vez más lejano. LLegado el silencio se separaron. El sueño fue intranquilo. A cada despertar las estrellas del techo brillaban cada vez más tenues. Cuando las primeras luces entraron por la ventana descubrió sobre la almohada, entre restos de cera, algunas letras que se habían quedado pegadas a ella. Tras probar distintas combinaciones su corazón, por fin, comprendió.

Niñocactus

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