Con este amargor tan extraño me voy. Agito la mano y observo la calle aunque nadie acudió a verme partir. Tampoco dije nada. Detesto las despedidas, ese silencio inoportuno alargándose sin razón aparente. Aguardo inmóvil un segundo más. Luego, doy media vuelta y echo a correr con una urgencia repentina que no alcanzo a explicar... Aún no comprendo cuándo mi marcha se convirtió en huida.
NiñoCactus
NiñoCactus
3 comentarios:
Es muy triste partir sin nadie que te despida y espere con ansiedad tu vuelta.
es el inconveniente de ser un niño invisible
un abrazo
a veces sólo se puede huir... aunque no se sepa de qué
abrazo capaz de atraparle!!
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