Con este amargor tan extraño que dejan los besos no dados, viví hasta cumplir los veintiocho. Una extraña maldición impedía que mis labios se juntaran con los de otra persona. Justo en el instante previo al ansiado roce ocurría la catástrofe: un ataque de hipo, una espina imposible clavada en la garganta, una risa violenta como un golpe de tos... Por eso no me importa que tus caricias me den calambre, mientras me quede el dulce sabor de tu lengua.
NiñoCactus
NiñoCactus
9 comentarios:
Originalísimo y de una redacción impecable
Bravo!
Un abrazo
Maldita maldición. Que sería de nosotros sin esos besos sabrosos.
Precioso
¡Qué bueno NiñoCactus, me encantó!... siempre dejándome sorprendida cada vez que te leo.
Un abrazo admirado ;)
Me ha gustado mucho como has arrancado con la frase, te has salido un poco del guión preestablecido, lo que no era fácil. Buen intento. Un abrazo.
Me gusta más estevque el de la despedida. Es más lírico, más tierno...
Hay cosas por las que merece la pena esperar...
el viejo truco de los labios retráctiles... mmmmm... siempre hay un antídoto para toda maldición.
Un abrazo con brazos
gracias por enlazarme, me encantan los textos y tu blog. Pasaré por aquí a menudo. Saludos
Je, je, del mal el menos.
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