-“Mamá, ¿qué pasa si te tragas un botón?”
-“Naaaada.”
Manuel acababa de cumplir cuatro años pero nadie había olvidado todavía el día de su nacimiento. Fue el parto más complicado que se recuerda en el pequeño hospital comarcal. Cuando por fin el niño estuvo fuera de peligro su abuela lo cogió en brazos y, murmurando algo entre dientes, le dibujó con el dedo un círculo en la frente, otro en la espalda y otro en el abdomen justo por encima del ombligo. Luego viendo sus enormes ojos verdes sentenció: “No hay duda de que eres nieto de tu abuelo,” y por último en voz más baja, “ahora ya no tendrás nada que temer”.
-“¡Maaaami!”, preguntó por segunda vez “¿y si te tragas dos?”
Ana no esperó más preguntas. “Pero, ¿cuántos te has tragado?” Le gritó mientras le embutía dentro de un anorak y le ponía dos bufandas y un verdugo por el frío. Ella, en bata y zapatillas, condujo como un rayo hacia el Centro de Salud.
El médico que les atendió sonrió con la historia: tres botones y un garbanzo crudo. “Que los botones a mí no me preocupan, doctor, que mire que a ver si el garbanzo le va a florecer en el estómago...” El niño reía mientras la enfermera jugaba con él. “Usted no se preocupe, señora, que los botones saldrán. Y el garbanzo florecerá pero no en su barriga.”
Niñocactus
4 comentarios:
hay pekeño, hoy estoy espesa, muy espesa...
Ay, Sara, es que era sólo la introducción del cuentecillo. No había mucho que entender, jeje.
Hagan sus apuestas: ¿dónde saldrán el resto de botones? ;P
Besos de garbanzos
Niñocactus
hay no se, pobrecito, no podria haberlos cagado?
jjajajajajajajajajaajjaajajajaj
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