viernes, 18 de julio de 2008

Legados

Coleccionaba sueños.

En pequeños tarritos de cristal.

Los guardaba nada más levantarse, cuando lo soñado aún estaba fresco y era capaz de recordar todos los detalles.

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Los depositaba en el interior con delicados susurros, como si temiera que, de levantar la voz, el sueño pudiera echar a volar.

Cuando había acabado, cerraba el frasco con un tapón de corcho y le ponía una etiqueta con una pequeña descripción del contenido.

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Las pesadillas, las guardaba en frascos opacos.

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Había noches, algunos años después, en que le apetecía revivir alguna ensoñación. Entonces abría el armario en que guardaba su enorme colección, rebuscaba en la balda adecuada y escogía el sueño que quería repetir.

Lo metía debajo de la almohada y así, esa noche, renacía el sueño que había tenido mucho tiempo atrás.

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De pequeño, yo solía escabullirme y meterme entre sus sábanas, lo más pegado posible a él. Así, algunas veces, cuanto el sueño era lo suficientemente intenso llegaba, también, a mi dormir.

El destino quiso que muriera sin grandes riquezas ni posesiones, sin embargo, a sus nietos, nos dejó el mejor de los legados: todos los sueños, intactos, que había tenido a lo largo de su vida.


Ning1

8 comentarios:

Jor dijo...

Conmovida hasta el infinito, así me dejó, Ning1.
Qué placer encontré encontrándolo! (valga la redundancia)
J.

aitana carrasco dijo...

a veces es increíbles todo lo que puede tener adentro un frasco.

yo tengo un frasco vacío.

el frasco de los caramelos de la casa de mi abuela, a quien no pude decir adiós.

siempre tuvo caramelos, pero ya no lo rellena nadie.

parece vacío, pero cuando lo abres te endulza la vida.

no se gasta nunca.

Gustavo Aimar dijo...

Qué lindo!

María W. dijo...

¡Qué lindo!

Ning1 dijo...

Hay veces que creas a los cuentos, pero otras veces el cuento se crea a sí mismo. Los primeros se identifican por lo lento y trabajoso que es sacarlos adelante. Los segundos porque no es posible pararlos.

Éste es de los segundos, llego estando yo a puntito de dormirme y, chiquitín pero empecinado, no salió de mi cabeza hasta que me levanté para escribirlo.



Aitana: Una tía abuela mía también tenía un frasco con caramelos, aunque yo, desgraciadamente, no se donde acabo. Pero lo bueno de estos frascos es que son tan mágicos que pueden abrirse incluso sin tenerlos.

Anónimo dijo...

llegué por casualidad... desde un blog donde guardo sueños y ensueños

y saboreé como caramelos sus relatos



vuelvo pronto

un placer encontrarlo...

Cecilia Varela dijo...

¿Los sueños rotos dónde van?

Mercedes De La Jara dijo...

Que lindo !! encontrar este blog es como haber descubierto una baúl lleno de disfraces y cosas lindas !! cada cuento, cada palabra me generan muchas imagenes !! Y de repente me dan ganas de ilustrar algunas palabritas suyas !! Es maravilloso haber tropezado con ustedes !